A fin de semestre, en el campus humacaeño de la Universidad de Puerto Rico (UPR), parece haberse ordenado a las fuerzas privadas de la seguridad universitaria ejecutar un solapado “toque de queda”, bifurcado en dos coordenadas represivas. El decreto aduce razones legales y de seguridad a juzgar por esta intervención que escuchamos mientras cumplíamos con el horario de oficina:
“Con el permiso señorita, usted no puede estar sentada en el piso porque está en chancletas y si ocurre una emergencia, eso está por ley”.
La acción de seguridad, como observamos, es inminente y tiene peso legal. La primera coordenada del “toque” aparenta el intento de erradicar la presencia estudiantil de los pasillos universitarios. La segunda coordenada es un descarnado esfuerzo “anti-chancletas” por parte de la autoridad. Así están las prioridades en el nido de los búhos.
Después de algunos meses de resiliencia post huracán María y de distracciones en un ambiente de “Pan y Circo” entre lavadoras y carpas, en el que hasta el baile complementó un concepto extraño de homenaje póstumo a un queridísimo profesor emérito del recinto, ahora inicia una especie de “bula” sin rubricar que podemos titular “sandalium tractus universitatis”.
Se prohíbe al estudiantado situarse en los pasillos de los espacios edificados para descansar, para leer o estudiar, para escuchar, para tertuliar, para preguntar, para meditar, solo el silencio se tolera en este nuevo concepto universitario, en el que todo depende de si lleva usted o no chancletas. Ciertamente, el cinismo nos abraza sin remedios santos.
El sencillo calzado accesible a todo el mundo, símbolo de humildad y de pobreza desde la feligresía hasta el mismo obispado cristiano, perpetuado además muy simbólicamente desde la pantalla chica por el legendario Anthony Quinn, en el ya clásico filme “Las Sandalias del Pescador”, aparentemente ya no se tolerará en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.
Utilizadas por los universitarios de todo el mundo, de todas las estratas sociales, credos y hasta agnósticos, incluyendo a facultativos muy distinguidos que por hábito las han lucido dando gusto a sus pies durante décadas, pero ahora las chancletas están prohibidas en el recinto costanero. Ya no más chancletas ni estudiantes en los pasillos. Sí, como en una alcaldía cualquiera se opera en el sueño universitario de Don Águedo Mojica y Don Cruz Ortiz Stella.
La “bula chancletera” es verbal, pero como el habitual “culipandeo” que reviste a la dirección, nadie la tiene, casi ni se siente, apenas existe. Son las acciones selectivas las que la dibujan, la escriben en el aire y en la memoria. Se lee el absurdo en el incipiente proceder que de forma repentina se puede escuchar en los ensordecedores pitos de los efectivos de seguridad, gente buena que al hacer su trabajo sigue las instrucciones de la “intelligentsia” administrativa. Así se anunciará constantemente a los universitarios el “enforcement” de esta bula… como las cornetas de los heraldos medievales.
Las chancletas y los estudiantes en los pasillos desafían la lógica, son peligrosos para la seguridad, para el orden y el bienestar en la vida universitaria. Mucho más peligrosos, que el hongo que nuestros pulmones filtran a diario en el interior de los edificios, que el asbesto de cara al viento, que los escombros frente a escaleras, que el techo afectado, que la cablería expuesta, que la suciedad de los pupitres, del suelo arenoso y que los indeseables retretes. Son más peligrosas las chanclas que la incompetencia, que el nepotismo, que la improvisación, que la vagancia, que la indiferencia a la academia, que el autoritarismo. Sí, las chancletas son como algunas ideas que transitan en los pasillos de las universidades, peligrosas, muy dañinas al “progreso” y hay que neutralizarlas. Por eso, ni chancletas ni pasillos poblados de la razón de ser de una Universidad, sus estudiantes, se tolerarán en este lugar. Ese es el nivel de gestión que adelanta el futuro de la institución.
Por lo visto es esta la nueva orden no escrita, violencia seductora y selectiva, producida por el ocio mal llevado en las sillas del servicio público, por la falta de organización y coherencia en el quehacer, por falta de seriedad académica, por la falta de entendimiento y de respeto. Se distrae a la gente en el Alma Mater Oriental con superficialidades.
La Universidad sigue en medio de la tormenta con esta “bula” y con un conformismo que revela la supuesta legitimidad del compromiso jurado por algunos oportunistas. Así es, igual que en la platónica Alegoría de la Nave, e igual que en la falsedad en ciertas luchas y luchadores de la pseudo-representatividad que aquí se vive. Todo esto bajo el sol mientras nos arrastramos a terminar el semestre…y ahora sin chancletas.