La literatura escrita por mujeres se ha definido y caracterizado, desde los marcos de la historia de la literatura tradicional y desde la perspectiva de la crítica literaria androcéntrica, como una literatura marginal cuyos temas giran en torno, supuesta y exclusivamente a las preocupaciones y ocupaciones de las mujeres en sus procesos de definición y búsqueda de sí mismas.
De ahí que las subjetividades femeninas en cuanto a la importancia que cobran los espacios domésticos, el anonimato, invisibilidad y la cotidianidad, entre otros aspectos, constituyen ejes temáticos de los discursos que articulan las mujeres en sus producciones literarias. Estas temáticas se desarrollan como agentes transgresores; como elementos de subversión en contraste, ironía y cuestionamiento con el supuesto discurso oficial, objetivo, público, y masculino que se valida, presenta y representa como la norma y la autoridad dentro del sistema patriarcal.
Marta Traba identifica en su ensayo Hipótesis de una escritura diferente una serie de características que definen y son representativas de la escritura femenina. Esta expone que en la medida en que las escritoras reconozcan que deben escribir como mujeres y no desde los parámetros que establece lo masculino, constituirán un discurso propio sin pretensiones de imponérsele o ir en contra de lo masculino conformando entonces un contradiscurso.
Algunos elementos temáticos caracterizadores de dicho contradiscurso son, por ejemplo, la importancia que las escritoras le otorgan al cuerpo y, por consiguiente, su abierta exploración con la sexualidad; el autoconocimiento, autorrealización y la preponderancia que ocupa el espacio privado de la domesticidad. Según Traba, cada uno de esos elementos se elaboran desde la clara conciencia que poseen las mujeres sobre la condición marginal que las determina.
Algunas mujeres escritoras hablan con desparpajo y apertura del cuerpo, de los procesos fisiológicos definitorios de la femineidad como lo son el embarazo, el aborto, la menstruación y menopausia; de sus extraordinarias capacidades de seducción, de la sexualidad, desde la mirada positiva como también desde la crudeza del abuso y la violación; de su orientación sexual, en fin, de todo aquello de lo que se le había prohibido hablar porque sencillamente una mujer buena y decente debía callar, silenciarse y reprimir todo aquello que oliera a libertad colectiva e individual.
Asimismo, una mujer escritora que exhibiera de manera demasiado evidente sus capacidades intelectuales, también era mirada con sospecha; se le reprimía, castigaba y hasta quizás se le tildaba de loca.
Pero la literatura escrita por mujeres no ha estado marginada e infravalorada por algunos sectores de la crítica literaria canónica sólo por el hecho de que esas voces androcéntricas- (de hombres y mujeres)- consideran que las temáticas mencionadas no tienen valor ni profundidad. Ha sido subestimada también por el machismo que impera dentro de las mentalidades de las sociedades patriarcales.
De modo, que, aunque algunas mujeres escritoras no construyan dentro de sus universos de ficción discursos feministas contestarios dirigidos hacia la emancipación y libertad femenina puesto que dichos asuntos no son parte inherente de su agenda temática principal, aún así, desde nuestro punto de vista, las producciones literarias de las mujeres se siguen analizando desde los parámetros que establece la crítica literaria de corte machista.
El hecho de que a lo que escriben las mujeres se le adjudica, denomina o etiqueta con el nombre de “literatura feminista, femenina o escritura de mujeres,” demuestra justamente esa intención de establecer marcadas diferencias, en términos de calidad y superioridad, entre lo que escriben los hombres y lo que escriben las mujeres.
Cabe señalar que no todas las mujeres que escriben elaboran en sus creaciones discursos feministas homogéneos y uniformes, como tampoco la escritura de las mujeres se limita al tema de la emancipación femenina, como ya mencionamos.
En la selección de temas y en la selección de escritoras que Carmen Centeno desarrolla en su libro: Narradoras del Caribe Hispano se pone de manifiesto lo señalado, como se discutirá más adelante.
En el libro de la doctora Centeno Añeses, por ejemplo, el Caribe es el protagonista de todas las historias que examina y analiza y, a nuestro juicio, el tema de la mujer está subordinado a ese Caribe por el que transitan los diferentes personajes que ella estudia profundamente.
No obstante, el hilo conductor del texto de la autora es precisamente retratar cómo esas voces caribeñas construyen- desde la óptica femenina- ese Caribe en el que viven. Es decir, el tema de lo femenino, aunque subordinado al tema del Caribe, es tan importante como el de este Caribe feminizado.
Retomando nuestra reflexión inicial, no es nuestra intención en este foro pasar revista sobre las muchísimas escritoras latinoamericanas y centroamericanas que a través de la historia de la literatura se han visibilizado precisamente por su invisibilidad. Sor Juana Inés de la Cruz, Delmira Agostini, Idea Vilariño, Yolanda Oreamuno, Alfonsina Storni, Ibarbouro, Claribel Alegría, María Teresa Sánchez, Rosario Aguilar, Rosario Castellanos, Elena Garro, Clarice Lispector, entre tantas otras, evidencian lo señalado.
Traigo a colación esta realidad para poner en perspectiva que, si eso ocurre con las escritoras latinoamericanas y centroamericanas, imaginemos la invisibilidad de algunas escritoras caribeñas.
Creo que a estas alturas nadie pone en entredicho la trascendencia que han tenido las importantes voces literarias de Julia de Burgos, Aída Cartagena Portalatín, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Clara Lair, Salomé Ureña, Dulce María Loynaz, Lydia Cabrera, Ángela Hernández, Trina Padilla de Sanz, Hilma Contreras, Nancy Morejón, Carmen Alicia Cadilla, Ylonka Nacidit Perdomo, Ángela María Dávila, Olga Nolla, Rosario Ferré y Ana Lydia Vega, entre muchísimas otras autoras caribeñas, pues la lista es extensa, pero,- y sé que esto es harina de otro costal,- no todas estas escritoras han logrado el reconocimiento y la visibilidad que se merecen.
Entre otras razones de peso y más complejas que explican lo expuesto y, reconociendo el debate o polémica que tal afirmación podría generar, entiendo que la ausencia o inexistencia en el Caribe de industrias editoriales a gran escala; con recursos económicos robustos para la distribución y mercadeo del libro dentro de los importantes circuitos culturales existentes, como sí existieron en México y Argentina, por ejemplo, no ha posibilitado que muchas figuras de la literatura caribeña- mujeres y hombres- trasciendan a nivel internacional.
Reconozco también que el caso de Cuba es distinto por la mística que tuvo la revolución y cómo dentro de esa coyuntura, la creación de Casa de las Américas, por ejemplo, entre otras organizaciones culturales, permitió que la literatura cubana lograra mayor visibilidad que la literatura puertorriqueña y la dominicana.
Con lo planteado no estamos afirmando que la literatura caribeña hispana específicamente de Puerto Rico, República Dominicana y Cuba ha permanecido o aún permanece en el anonimato, pues todos los aquí presentes sabemos que Julia de Burgos, Juan Bosch y Carpentier, por solo mencionar tres ejemplos, son escritores de estatura universal.
Lo que interesa destacar es que todavía hay muchas voces de escritoras y escritores caribeños importantes que no conocemos y que es imperativo que las instancias culturales de los tres países mencionados realicen mayores esfuerzos para expandir y lograr mayor inclusividad en el momento de decidir, por ejemplo, a qué autores y autoras se incluirán en una antología, a quiénes insertar dentro de los currículos escolares de todos los niveles académicos y sobre cuáles autoras y autores se llevarán a cabo investigaciones para mostrar los resultados de las mismas que posibiliten por consiguiente, la visibilidad de esas voces literarias caribeñas.
Los nuevos paradigmas
Esto último fue precisamente lo que realizó la doctora Centeno con su libro: visibilizar a nueve narradoras caribeñas por medio del estudio de siete ensayos en los que analiza con profundidad, inteligencia y asertividad las producciones literarias de Marta Aponte Alsina, Magali García Ramis, Mayra Montero, Anna Lidia Serova, Ana María Fuster, Lourdes de Armas, Mayra Santos, Yolanda Arroyo Pizarro y Rita Indiana a base de nuevos acercamientos en los que se rompe con la heteronormatividad y con las visiones falocéntricas con las que se pretende controlar y dominar al sujeto femenino.
Centeno examina cómo cada una de las narradoras mencionadas articulan discursos heterodoxos en los que se persigue construir a nuevos sujetos dentro de las ya no tradicionales concepciones binarias de lo que representa lo femenino y lo masculino en el espacio caribeño marginal.
El volumen inicia con la propuesta que presenta la investigadora en la introducción en la que informa y pone en perspectiva el significado amplio de lo que se constituye como escritura de mujeres y cómo las características que han singularizado a las producciones literarias femeninas se han ido adaptando y transformando de acuerdo con los nuevos paradigmas de finales del siglo XX y este siglo XXI.
El avance de la tecnología y las nuevas estrategias de comunicación del ser humano como consecuencia de la revolución provocada por la Internet y las redes sociales; la globalización, la posmodernidad, la apertura para hablar abiertamente sobre la sexualidad y sobre todo, hablar en torno a la orientación sexual, bisexualidad y lesbianismo, son, según explica Centeno y apoyada en un aparato teórico sólido del que demuestra total conocimiento y dominio, los nuevos paradigmas.
Resultan muy aleccionadoras las referencias y excelente información explicativa que la autora ofrece al diseñar el mapa de las coordenadas de la literatura escrita por mujeres caribeñas.
Centeno nos afirma en la introducción con relación a la literatura puertorriqueña-caribeña que: “En la década del setenta varias autoras del Caribe declararon su ruptura con el mundo falocéntrico que dominaba la literatura puertorriqueña”.
Más adelante, con relación a la literatura cubana cita el libro de Luisa Campuzano titulado: Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios y esgrime una serie de características de las producciones literarias de mujeres cubanas, específicamente cuando analiza a la escritora Lourdes de Armas en el ensayo Marx y mis maridos.
También para el análisis de este capítulo incorpora el libro Mujeres en crisis. Aproximaciones a lo femenino en las narradoras cubanas de los noventa de Helen Hernández Hormilla.
Hace igualmente lo propio en su acercamiento al libro de Rita Indiana, pero con un andamiaje teórico que trasciende las características exclusivas de la literatura escrita por mujeres. Menciona por ejemplo a Antonio Benítez Rojo y Rafael López Valdés, pero cabe aclarar que esto no significa que no hay alusiones a teorías feministas en el análisis del libro de la narradora dominicana.
En el análisis que Centeno lleva a cabo de los textos de Anna Lidia Serova y Ana María Fuster en el ensayo titulado Ánima fatua de Anna Lidia Serova y Mariposas negras de Ana María Fuster, así como en Sexualidad, ecología y política en Caparazones y Violeta de Yolanda Arroyo Pizarro y en Santería, transexualidad y ecologismo en La mucama de Omicunlé de Rita Indiana, los temas de la sexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y lo relacionado con las nuevas definiciones del género, se examinan desde los marcos teóricos del bildungsroman hasta los marcos teóricos de Judith Butler en su importante ensayo El género en disputa.
No podemos olvidar que Butler utiliza como concepto central el perfomance para explicar el género como construcción social. Según Butler, el género no es una esencia inherente sino una construcción que se perpetúa a través de la reiteración, por lo que según ella no existe un original femenino o masculino, sino la copia.
La reconocida teórica deconstruye el binomio sexo/género al cuestionar la legitimidad de ambos. Centeno con gran habilidad, claridad y muy bien articulada propuesta, inserta y aplica en su análisis de los textos mencionados, así como en el de Indiana y Santos Febre, los cuestionamientos teóricos de Butler con relación a las tradicionales definiciones y construcciones del género.
Uno de los valores de este libro es justamente el amplio marco teórico que sirve como soporte en el proceso hermenéutico que desarrolla Centeno en esta investigación. Y es, que, en el volumen imperan propuestas teóricas de autores latinoamericanos y caribeños.
Por supuesto autores como Foucault, Homi Bhabha, Stuart Hall, Bajtin, Said, Butler, Irigaray, entre otros, fundamentan algunas de las ideas de Centeno Añeses, pero la autora mantiene a través de todo el libro un diálogo académico con intelectuales y teóricos latinoamericanos y caribeños, siendo esas voces- muchas más femeninas que masculinas-, las más significativas de todo el texto.
Algunas de esas autoras y autores latinoamericanos y caribeños que menciona la investigadora son: Zayda Capote, Myrna García Calderón, Marcela Lagarde, Gilda Luongo, Alicia Salomone, Adelaida Martínez, Arcadio Díaz Quiñones, Antonio Benítez Rojo y Carmiña Navia, entre otras y otros.
Mucho se ha discutido, específicamente con relación a la escritura de mujeres latinoamericanas, la necesidad de analizar las producciones literarias de lo que construyen las mujeres desde marcos teóricos propiamente latinoamericanos puesto que examinarlas desde la óptica de las teorías feministas angloamericanas y europeas, no se ajustan a la realidad y a los contextos sociales, culturales y raciales de la heterogeneidad de la mujer latinoamericana.
Poco a poco se ha ido conformando un corpus teórico latinoamericano que cumple con parámetros propiamente latinoamericanos. En el libro de Carmen Centeno se observa, pues esa excelente integración en la que los discursos teóricos sobre las realidades caribeñas se conjugan perfectamente con los discursos caribeños de las nueve voces narrativas que transitan por este ejemplar.
Esperemos que Narradoras del Caribe Hispano viaje también por el Caribe cubano y dominicano de manera que se continúe entrelazando este Caribe Hispano nuestro tan cercano y distante a la vez.
La autora es profesora en el Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Bayamón. Ensayo elaborado para la presentación del libro Narradoras del Caribe Hispano, de la doctora Carmen Centeno Añeses.