La presencia de Matthew en el Caribe ha generado, como en otras ocasiones, debates sobre la vulnerabilidad de la región frente a eventos atmosféricos de gran escala. Como es de costumbre, siempre aflora la pregunta artera ¿Estamos preparados para un huracán?
A pesar de que Matthew no atravesó Puerto Rico, la inquietud colectiva por sus estragos se hizo sentir en la preocupación por la comunidad puertorriqueña en Florida. Esta vez miles de boricuas revivieron la incertidumbre del paso de un huracán tropical desde suelo estadounidense.
La formación y trayectoria de Matthew ha establecido conjeturas en cuanto al desarrollo atípico de eventos similares en los próximos años. La comunidad científica y académica, como ha de esperarse, apuntará hacia el calentamiento global y la ausencia de acciones concretas como las fuentes principales de futuras conductas climatológicas. El Caribe es solo uno de muchos escenarios geográficos de nuestro planeta que ha comenzado a mostrar anomalías y cambios significativos en las temperaturas y precipitaciones dentro de la atmósfera.
Además de los huracanes, las depresiones, sequías extensas y tormentas, no debemos desatender que el arco antillano es resultado de un contacto convergente entre placas tectónicas. Esta particularidad geológica ha sido gestora de la larga historia volcánica y de la continua actividad sísmica. Los eventos sísmicos, al igual que los huracanes son y continuarán siendo parte de nuestro sistema natural. Aunque para el ser humano, los mismos ocurren en muy pocas ocasiones, desde el tiempo geológico sus incidencias son frecuentes.
Los huracanes son productos de fuerzas exógenas, mientras que los eventos sísmicos son productos de fuerza endógenas por lo que ambos tipos de fuerzas son independientes, pero pueden afectar un mismo lugar geográfico. El huracán y el terremoto en Haití en 2010 representa un hecho fehaciente sobre la capacidad destructiva de ambos fenómenos naturales sobre un país caribeño.
La ocurrencia, magnitud y trayectoria de futuros eventos naturales representan un reto para las Antillas y el resto del Caribe. La posibilidad de enfrentar huracanes y terremotos debe movilizar a las autoridades locales a consolidar unos acuerdos de alcance regional de intervención rápida ante estos eventos. Aunque esta visión se ha discutido extensamente en otros contextos, cada vez que un lugar caribeño es afectado por un gran evento natural aflora un ambiente de improvisación en las iniciativas de socorro y reconstrucción. Como siempre, las buenas intenciones de colaboración y cooperación siempre están escoltadas de retos logísticos, burocráticos y políticos.
La ocurrencia de terremotos y huracanes es parte de los escenarios que deben ser considerados en la construcción de alternativas para el desarrollo regional. Las costas antillanas representan uno de los mercados de mayor potencial para el desarrollo del turismo de “sol y arena”. La actividad turística y sus variantes como “la economía del visitante” son continuamente señaladas como la actividad de mayor potencialidad para el desarrollo de la región. El Caribe recibe tantos turistas como visitantes. El turista pernocta en el destino, el visitante no pernocta. Por esta razón, la industria de cruceros en el Caribe es parte de la economía del visitante
El potencial para turismo y visitantes fue identificado por John Naisbitt en Megatrends 2000 como la actividad económica dominante en el nuevo milenio. Esta predicción hecha hace un cuarto de siglo parece cumplirse en todo el Caribe.
La configuración territorial de las Antillas es idónea para la industria de cruceros. Este potencial se ha expandido más allá de la región. Miami, Fort Lauderdale, Tampa, Cancún, Veracruz se han convertido en centros marítimos (Port of Call) de primer orden que compiten directamente con los puertos caribeños tradicionales como Santo Domingo, San Juan, Nassau y Kingston. El potencial existente de La Habana representa una nueva configuración con impacto para toda la región.
Los datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) apuntan hacia el turismo de cruceros en todo el Caribe como uno de los mercados para mayor crecimiento en las próximas décadas. Cada gobierno caribeño (incluyendo Puerto Rico) apuesta al turismo y a la economía del visitante como el eje gravitacional para el crecimiento y desarrollo.
Lamentablemente, la infraestructura turística es sensitiva a los eventos naturales. Los eventos huracanados al igual que los sísmicos continuarán ocurriendo con frecuencia y los costos de reparación serán mayores. Más allá de los eventos antes descritos, se debe tomar medidas para mitigar los efectos del calentamiento global sobre los litorales. En la medida en que el turismo y la economía del visitante se consoliden como eslabones principales para fomentar crecimiento local, las medidas de prevención y contingencias deberán elaborarse e implantarse desde un nivel regional.
Esta complejidad no solo emana de la diversidad natural sino de la expansión territorial de lo que históricamente se ha considerado y mercadeado como “Caribe”. El Caribe, como destino turístico trasciende el arco antillano y las costas orientales de América Central y la costa norte de América del Sur. Evidentemente, Matthew demostró que la península de Florida es parte del nuevo Caribe. ¿Cuántos otros huracanes serán necesarios para comenzar a construir una verdadera alianza para enfrentar los eventos naturales que amenazan anualmente a la región geográfica denominada como “Caribe”?