CARACAS (Reuters) – Los venezolanos se pronunciarán el domingo en las urnas sobre una enmienda constitucional que elimina el límite a la reelección del presidente Hugo Chávez, quien asegura que necesita comandar el país al menos otra década más para consolidar su proyecto socialista. Sondeos muestran una ligera ventaja a la aprobación de la propuesta pero, con una gran cantidad de votantes indecisos, será la movilización de los bandos el día del referendo lo que dirima la contienda sobre la postulación ilimitada para todos los cargos de elección popular. Tras una década en el poder, a muchos se les hace difícil imaginar el futuro sin su “Comandante”, mientras otros no ven el momento para librarse de la omnipresente figura de Chávez, que no sólo monopoliza la agenda política, sino también buena parte de las conversaciones del día a día de los venezolanos. Apoyado por todo el aparato estatal y con ingentes recursos financieros, el mandatario celebra una intensa campaña mediática y encabeza caravanas por todo el país para vender la idea de que, si pierde, se desataría una guerra y la oposición desmantelaría los avances sociales de su gestión. “Si ellos retornan al poder, sería terrible; que se olvide el pueblo de todo lo que ha logrado con la revolución”, advirtió recientemente el militar retirado. Tras cinco años de bonanza económica, su popularidad sigue alta, sobre todo en los estratos más pobres, a los que destina multimillonarios programas sociales en alimentación, salud y educación financiados con la abundante renta petrolera. Pero su fracaso en detener la alta criminalidad y frenar la inflación más alta del continente y su plan de crear un Estado socialista genera rechazo en casi la mitad del país, que ve en el Gobierno un nido de corrupción e ineficiencia. Duro crítico de Estados Unidos y su “perverso capitalismo”, Chávez fue el primero de una oleada de líderes izquierdistas latinoamericanos que se opone a la influencia de Washington en la región, tendiendo puentes con otras naciones hostiles a la Casa Blanca como Cuba, Irán y Rusia. Este es su segundo intento para volver a postularse en el 2012, luego de que una amplia reforma constitucional que contemplaba su “reelección continua” fue rechazada por estrecho margen en el 2007 ante una masiva abstención oficialista que le infligió su primera derrota electoral.
Redentor de los pobres o tirano en ciernes. Esas dos versiones que el país tiene de Chávez se enfrentarán de nuevo en las urnas, aunque en condiciones desiguales.
El oficialismo cuenta con una poderosa maquinaria electoral apoyada en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que además controla el 80 por ciento de gobernaciones y alcaldías. Sus militantes tienen la misión de ir casa por casa el día de los comicios para llevar a sus simpatizantes a sufragar. “El chavista es el que vota, no el que pone el cartel de Chávez en su ventana. A las 5 (de la madrugada) estoy votando para que Chávez mande por siempre. Como este presidente, nadie”, dijo Evelia Manaure, quien labora en un programa de salud estatal. La oposición, todavía fragmentada y sin un líder nacional que la aglutine, apela a la movilización espontánea de los que rechazan la propuesta, enfatizando la amenaza que supone para la alternabilidad democrática. “No se trata de un partido contra otro, es el Estado completo en contra de las ciudadanos. Está difícil, pero si salimos a votar y organizamos a nuestra gente, nosotros vamos a ganar”, dijo el líder opositor Leopoldo López. Chávez asumiría su victoria como un espaldarazo a su “revolución socialista”, que ha nacionalizado sectores estratégicos de la economía e impuesto férreas limitaciones a la empresa privada, además de controles de cambio y precios. Pero una derrota cuestionaría su liderazgo, el apoyo al “proceso” y daría aliento a sus enemigos políticos, complicando sus posibilidades de lograr otras vías para reelegirse. Luego de avances políticos de sus críticos en los comicios regionales del año pasado -cuando ganaron algunas importantes gobernaciones-, la oposición buscará contrarrestar la abrumadora mayoría del oficialismo en el Legislativo en las elecciones parlamentarias previstas para el 2010. Una victoria ajustada, unida a un deslucido panorama económico por la acusada caída de los precios del crudo, podría obligarle a reducir el ritmo de su revolución para recuperar apoyos de cara a las presidenciales del 2012. Pero Chávez, dicen analistas, es un superviviente político, que en sus 10 años de gestión se sobrepuso a un golpe de Estado, a una huelga nacional que sacudió las finanzas del país y a un referendo activado por la oposición para revocar su mandato. Sus orígenes humildes le han brindado un nexo afectivo con la mayoría pobre del país, que se identifica con el lenguaje popular del carismático ex comandante, cargado de promesas de justicia social y poder para el pueblo. Pero, otros ven en el fornido gobernante una amenaza para la democracia y lo acusan de amasar un poder desmedido sobre la economía, el Parlamento y los tribunales. “Tenemos que acabar con este monopolio que Chávez tiene del poder. No podemos permitir que una sola persona quiera sentarse en Miraflores (sede de la presidencia) para siempre”, dijo Antonio Gutiérrez, estudiante de arquitectura.