Cada cuatro años vuelve la locura y la fiebre por el fútbol en dimensiones exageradas. Yo soy una de las víctimas que cae en la vorágine que el Mundial incita. Aquí, todas las facetas que el deporte rey provoca y las posibles soluciones para no quedarnos afuera de esta fiesta tan particular.
Fútbol y patria
Es sabido que la llegada de una nueva copa del mundo resignifica el concepto de patria y ensalza la argentinidad que llevamos dentro. Debería no generalizar, pero hay que reconocer que vivimos en un país que se mueve entre los parámetros de la posición adelantada, el gol y el cantito a viva voz desde una platea enardecida. Con éste acontecimiento, florecen los más intensos sentimientos de amor por los ídolos populares, las instituciones, la música, la publicidad e incluso son tiempos de hermandad entre los argentinos.
Gracias al Mundial, los colores de la bandera invaden las ventanas, los balcones, las puertas y se da un boom de venta de camisetas de la selección. Las preguntas son ¿adoramos los colores o a los jugadores? ¿Idolatramos a la televisión que nos muestra lugares donde nunca podremos ir? No sé las respuestas, pero aconsejo que aprovechemos el mes que dura la competencia para decorar nuestras casas, incluso pensando en el Bicentenario.
Finalmente, no olvidemos otro de los emblemas que se asocia con los logros de la selección de fútbol: el obelisco. La pirámide alargada es epicentro de festejos, y quiero que me nieguen si alguna vez uno de ustedes no tuvo el deseo colosal y descarado de estar ahí en una noche fría, entonando los clásicos canturreos alentadores y “buscando cámara” para figurar y saludar a la familia.
Nuevo orden
Recuerdo que cuando estaba en el colegio secundario y teníamos la buena fortuna de atravesar un Mundial, siempre se planteaba un problema: cómo ver el partido. A veces, y tras mucha insistencia, nos habilitaban la sala de actos y, luego de movilizar el piano de cola, centrábamos el televisor frente a decenas de estudiantes que se sumergían en el mundo apasionante del fútbol mundialista. En otras ocasiones no nos quedaba otra que seguir las aventuras de la selección en un viejo Walkman mientras intentábamos prestar atención a la clase.
Hoy en día ocurre lo mismo. Muchas empresas invierten en pantallas para exhibir los partidos y hasta algunos jefes tantean la posibilidad de suspender el tiempo de trabajo cuando Argentina juegue. A medida que la selección avance en la Copa , más intricadas serán las excusas para ausentarse del puesto laboral.
Los que disfrutamos los partidos del seleccionado nacional sabemos con anticipación los horarios de los encuentros y pergeñamos con antelación qué haremos en esas fechas: pochoclos frente al televisor, algún bar atiborrado de entusiastas o sobrevivir a la exacerbación en la oficina.
Las mujeres y los fanáticos Express
No cabe duda que toda la parafernalia que el Mundial transmite desde los meses previos a su inicio provoca que muchos de lo que no gustamos del fútbol seamos captados y seducidos por los encantos de la pelota, la hinchada y los destinos inhóspitos de la selección. Es como vivir un reality show de futbolistas donde consumimos sus entrenamientos, sus silencios, sus fracasos y sus alegrías. Somos invadidos por una empatía única que se esfuma mágicamente minutos después de que la selección queda eliminada de la copa.
Entre los fanáticos accidentales que el Mundial nos regala, están las mujeres despechadas que cada cuatro años desembolsan gorros, matracas, banderas, banderines y todo el cotillón en tonos albicelestes. Estas féminas frenéticas corean cánticos con violencia y adoptan un nerviosismo inseparable del cuerpo que se manifiesta las 24 horas con saltos cortitos y con el agite compulsivo del brazo derecho. Claramente, el ardor de estas mujeres por el fútbol sale a la luz sólo en estas épocas.
¿Qué sucede con aquellos varones entusiastas eventuales del fútbol mundialista? No pasa nada, lo merecemos. Es nuestro momento para conectarnos con pasiones inentendibles y compartir con los amigos algunas cervezas, el mate y conversaciones impúdicas donde el eje es el off side, aprender nombres de futbolistas desconocidos, especular quién llegará a la final y emocionarnos con los productos de aquellos publicistas que apuntan directamente y sin escala a nuestro corazón. Ustedes saben de lo que hablo.
Para concluir, creo que el Mundial es un momento único y que nos exonera de todas las pasiones que no siempre sentimos por el fútbol. Para los fervientes admiradores, esta copa del mundo significará el regreso de Maradona como ícono de la argentinidad, lo cual le da más intensidad al fanatismo que aviva al fútbol.
Sea como sea, la cuestión es aprovechar esos ratos para apelotonarse con amigos y tener un motivo para festejar –y ojalá sean varios-. Para quienes odiarán este mes de pelota, no puedo más que encomendarles el ostracismo total y el alejamiento de cualquier tipo de información; aunque estoy seguro que cuando todo termine serán los primeros en preguntar quién es el nuevo campeón del mundo.
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