Una ojeada al mapa del Cercano Oriente y del Norte de África permite comprender la trascendencia de lo que ha acontecido durante los pasados años y hasta nuestros días, en países como Siria, Israel/ Palestina, Irán, Irak, Afganistán, Turquía, Egipto y Libia. Es una región extensa que comprende parte de dos continentes distintos, pero con importantes coincidencias históricas, religiosas, políticas, económicas y culturales.
Siria, Irak, Palestina, Egipto y Libia corresponden a lo que se conoce como el mundo árabe. Desde el punto de vista geográfico Egipto se distingue porque su territorio se localiza en África y en Asia.
Irak y Libia han sido objeto de invasiones armadas a manos de Estados Unidos y la OTAN. En ambos casos se ha violentado flagrantemente la soberanía nacional de esos Estados e incluso se ha asesinado a sus gobernantes. Afganistán, por su parte, ha estado ocupado por tropas estadounidenses a raíz de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 y allí han protagonizado una guerra que pareciera no tener fin. Fue precisamente a partir de ese contexto de guerra que muchos se preguntaron cómo fue posible que le concedieran el Premio Nobel de la Paz al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, estando su gobierno tan comprometido en conflictos bélicos.
Egipto es vecino al sur de Israel, así como Siria es el vecino al norte. Ambos países vieron ocupado parte de su territorio por fuerzas israelitas, luego de la llamada Guerra de los Seis Días, en 1967. Aún hoy las Alturas del Golán, —territorio sirio—así como la casi totalidad del territorio perteneciente al pueblo árabe palestino, siguen ocupados ilegalmente por Israel.
Egipto enfrenta hoy una profunda crisis política y social, que pasa por consideraciones religiosas y por el reclamo de libertades democráticas por parte del pueblo egipcio.
Suministrada
Es interesante anotar, sin embargo, que así como Israel es el país que más ayuda militar recibe de Estados Unidos en todo el planeta, Egipto le hace segundo.
Algunos países que no hemos mencionado, donde ubican varios de los regímenes más antidemocráticos de la región, con monarquías absolutas y Estados teocráticos —Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, entre otros—son aliados principales de Estados Unidos y de las grandes potencias europeas.
Turquía, aliado importante de Estados Unidos, tiene en común con Siria, Irak e Irán la presencia de población de origen kurdo, pueblo que se quedó sin territorio— Kurdistán— al delimitarse las fronteras de los países como los conocemos hoy.
Aunque Irán no forma parte del llamado mundo árabe, en su día fue parte importante del imperio árabe. De ahí su religión islámica y de que desde 1979 se estableciera un régimen teocrático. Fue a partir de la Revolución Islámica triunfante hace treinta y cuatro años, que se dio la ruptura de relaciones entre Irán y Estados Unidos. Animosidad que ha cobrado fuerza durante los pasados años, en los que incluso el gobierno estadounidense ha amenazado con agredir a Irán, acusándole de desarrollar armamento nuclear en violación con los tratados internacionales vigentes.
La amenaza de una agresión militar por parte de Estados Unidos contra Siria se detuvo gracias a la firme intervención de Rusia, lo que revela la influencia de las grandes potencias en esa región neurálgica. Siria, al igual que Libia e Irak, ha visto cómo se hace añicos su soberanía nacional, con la continua intervención ilegal extranjera, en un conflicto que ha cobrado la vida de decenas de miles de personas.
El mayor interés de Estados Unidos y sus aliados en esta región, son los inmensos recursos naturales que posee, sobre todo petróleo y gas natural. Para las grandes potencias resulta indispensable el control de esa región la cual, por cierto, estuvo dominada directamente por Francia, Inglaterra e Italia durante los siglos XVIII, XIX y XX.
¿Cómo alcanzar la paz en la región? Primero que todo, respetando la soberanía nacional de esos países. Contribuyendo efectivamente a la creación del Estado de Palestina. Cesando las amenazas contra países como Irán. Contribuyendo a que el pueblo kurdo pueda forjar su Estado nacional. Deteniendo el envío de armas y mercenarios a países que, como Siria, enfrentan conflictos internos. Desistiendo de saquear las riquezas de esos pueblos. Reconociendo y respetando la diversidad religiosa, ética, étnica, cultural y social.
El autor es geógrafo y catedrático en el Departamento de Ciencias Sociales General en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.