Comienzo por decir que soy publicista. En el camino, decidí convertirme en periodista. Así que hoy me considero un “reportero en adiestramiento”. ¿Por qué? Porque pienso que difundir información es la mejor forma de despertar la conciencia colectiva. Sin menospreciar a las demás, creo que elegí una profesión heroica, que busca la justicia y la equidad.
Sin embargo, todas las profesiones tienen defectos. Lamentablemente, es común encontrar medios que atrapados por el mercado promulgan reportajes banales y sensacionalistas, lejos de los valores éticos del periodismo. Sabemos que este tema no es nuevo, desde hace unos años se viene hablando de la banalización de la noticia, del morbo, etcétera, pero siendo un problema que perjudica a tanta gente nunca deja de ser pertinente.
El capital, como en otras áreas de nuestra vida, esparce su infección. Es común ver como las empresas mediáticas transforman cualquier “cosa” en noticia, crean titulares que no dan crédito a su historia o alejan los reportajes de la sensibilidad humana, todo por un “click” que se traduce en dinero.
El peligro está en que hoy día muchos observan el mundo a través de los medios. Como un buen profesor me preguntó alguna vez, ¿si no has visitado China, cómo sabes que existe una gran muralla en ese país? La respuesta fue sencilla, porque la he visto a través de los medios de comunicación.
Entonces, ¿cómo podemos pretender que la discusión de nuestro País se centre en los verdaderos problemas que nos deberían preocupar; como la economía, la salud o la seguridad, si lo que los medios le ofrecen a la gente es Maripily, divorcios y las Kardashian?
Tenemos el deseo de salir a la calle, poder caminar con seguridad y detener la crisis de violencia. Sin embargo, existe el empeño de mostrar reportajes morbosos. Es una práctica común ver imágenes de cuerpos sin vida, así como la búsqueda de expresiones de familiares en duelo. Esto cumple la función de aumentar los números de rating, pero de ninguna manera hace descender los asesinatos y tampoco aporta conocimiento a los lectores o televidentes.
A razón de esto, traigo al recuerdo el Código de ética de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASPPRO). El Canon 5 menciona que, “las fuentes, asuntos y otros colegas se deben tratar con respeto. Especial sensibilidad se debe utilizar en la atención a tragedias, víctimas de crímenes, menores y marginados”.
Ciertamente la responsabilidad es bilateral, la audiencia debe exigir contenido relevante. No obstante, me atrevo a decir que los medios puertorriqueños han acostumbrado al País a recibir el mismo tipo de historias amarillistas. El deseo de producir material informativo de calidad ha sido muy bajo. Leo el encabezado del Código de ética de la ASPPRO y me pregunto, ¿por qué no se ha tomado en cuenta?
“En Puerto Rico donde la sociedad aspira a una vida democrática, impera la necesidad de brindar al pueblo una información íntegra, honesta y altamente confiable. El disfrute de esa vida democrática depende en gran medida de la calidad de la información noticiosa que le provea la prensa y en la confianza que el pueblo puertorriqueño pueda sentir en dicha información”, indica la ASPPRO.
Es necesario que la audiencia, los reporteros, los gremios periodísticos y quienes estamos en formación, exijamos a los medios en donde trabajamos sensibilidad humana, compromiso social y ética. Después de todo, no valdrá la pena tener trabajo si nuestro Puerto Rico está en detrimento.
En mi proceso de formación comprendí que para ser periodista la ética debe conducir mi día a día, pues somos la ventana al mundo. La información, alejada de la objetividad, fomenta la pérdida de la democracia. De esta forma, llega a la audiencia de forma manipulada, con el propósito de convertir a la gente en meros consumidores, alejándolos de su derecho de conocer para ser libres.