Sumido en el caos del aeropuerto de Calcuta, algo desorientado entre la turba de saris y mochileros que discurre a mi alrededor, tomo asiento. Todavía jadeante, necesito revisar los acontecimientos que me han dejado en mitad de este aeropuerto con el corazón palpitante, la mente acelerada y el cuerpo exhausto tras una noche en vela. Ni en la más remota de mis fantasías hubiera podido imaginar lo que ha acabado sucediendo. La escena teatral de Kolkata refleja una constante habitual, casi endémica, a lo largo y ancho de la India: la coexistencia de extremos contrastados. Espectáculos variados de música y danza tradicionales conviven en la escena teatral con obras de autores occidentales en inglés, puestas en escena en hindi, producciones en bengalí de autores contemporáneos y recuperación de leyendas e historias de tradición hindú por grupos de teatro semiprofesionales. Es, como casi todo en la India, un panorama cultural caótico e imprevisible. Se trata de una escena tumultuosa e inconstante, con temporadas cortas y pocos teatros capaces de mantener una programación estable. Indudablemente, la vida cultural de Kolkata refleja también el declive iniciado en 1911, cuando la capital india se trasladó a Nueva Delhi. La herencia colonial se desmorona literalmente. Edificios ruinosos que claman vestigios de un pasado glorioso se aparecen por doquier. Sin embargo, navegar por las calles y la escena cultural de Kolkata puede resultar un verdadero placer, siempre y cuando se esté dispuesto a improvisar. Me introduje en la escena teatral de la mano de un amigo ocasional, un actor aficionado recién conocido que se ofreció a convertirse en mi cicerone durante los casi tres días que me quedaban en la ciudad. Desde ese instante, la relativa calma con la que había acometido mi exposición al panorama cultural kolkatiense se aceleró vertiginosamente. El espectáculo en bengalí al que asistimos esa noche era parte de las celebraciones del 60 del grupo teatral Bohurupee, el más antiguo de Kolkata. El trabajo de Bohurupee es típico de los grupos teatrales semiprofesionales en la India: se trata de una fusión del teatro de herencia colonial (teatro a la italiana con arco proscénico, separación clara entre público y escenario, utilización de mobiliario y accesorios en escena), con el estilo actoral local (clara teatralidad, emociones extremas y gestos grandilocuentes). Tras las cuatro horas de extenuante función, me uní a la compañía y a su venerable director en la celebración que habían organizado en ocasión del aniversario. Tan sólo me quedaban dos noches más en Kolkata y opté por asistir a una producción de la directora de teatro, autora teatral, actriz y activista social Usha Ganguli. Usha Ganguli se ha convertido, con su grupo teatral Rangakarmee, fundado en 1976, en una de las figuras más importantes del panorama teatral contemporáneo de Kolkata. Es una de las mujeres de teatro más prominentes en la India, particularmente en el campo de la dirección teatral, que es dominado por hombres. Sus puestas en escena, en hindi, se acercan al modelo de teatro occidental predominante. La dirección de Ganguli es inteligente y apuesta por opciones arriesgadas y atrevidas, contrastando con la imagen tímida que me ofrece al hablar con ella tras la función. Mi guía me ofreció asistir a una función de jatra, una forma teatral muy popular en la zona, durante la noche previa a mi partida de la India. A instancias de mi nuevo amigo, arreglé mi equipaje y lo dejé en la consigna de una estación de tren de la ciudad. Esa noche no habría tiempo de regresar al hotel. Hacia media tarde empezamos nuestro periplo. El calor era agobiante, y la lluvia de un monzón intermitente nos acechaba a ratos. Nos dirigimos a una estación de tren y, no sin cierto nerviosismo, me enteré de que nuestra función de jatra se desarrollaba fuera de la ciudad. Sin tiempo a reflexionar, acabé en el apretujado interior de un tren suburbano. Proseguimos en un medio de transporte algo surrealista, una tabla de madera en equilibrio imposible sobre las ruedas traseras de un triciclo motorizado. La travesía hacía justicia a lo que iba a encontrar en mi destino. Jatra es una forma de teatro popular en la que se presentan historias de trama simple y generalmente trágica. Suelen ser historias de honor y amor que reinscriben los valores familiares tradicionales de la India. Por ello, pueden atraer a grandes cantidades de público familiar, ya que se consideran moralmente adecuados. Otra característica interesante es que se trata de teatro eminentemente musical, intercalando diálogo y canciones. A pesar de que el texto cantado es original y se refiere a la trama particular de la pieza, las melodías se toman prestadas de los grandes éxitos musicales del momento. Otro aspecto típico de las funciones de jatra es su espectacularidad, incluyendo efectos de luces, explosiones, luchas, sangre. Todo esto realizado con medios extremadamente pobres (iluminación con simples bombillas colgantes, explosiones realizadas con pequeñas cantidades de pólvora, etc.), y a veces en escenarios reducidísimos. En nuestro caso, el escenario era una plataforma de tres por tres metros. Siendo teatro musical a la intemperie, el equipo de sonido no era particularmente sofisticado. Un total de catorce micrófonos de mano colgaban del techo a la vista del público, y los actores a menudo tenían que sortearlos para no golpearlos con su cabeza al andar. Durante las canciones, los artistas se situaban bajo el micrófono más cercano adoptando posturas inverosímiles. El estilo teatral es exagerado, grandilocuente y cargado de emociones extremas. Nuestra función contaba con un apuntador que dictaba el texto a los actores, quienes evidentemente habían ensayado muy poco. No siendo partícipe del contexto cultural local, debo reconocer que la función de jatra se convirtió más en una experiencia antropológica que en un acto de disfrute teatral. La gente observando, los comerciantes, el constante ir y venir entre el público… fascinante. Pronto dieron las cuatro de la madrugada y tenía que regresar a Kolkata para recoger mi equipaje y tomar el avión. Tras un regreso accidentado en múltiples medios de transporte, desde el tren a la bicicleta, acabé sano y salvo junto con mis maletas en el interior de un taxi. Al llegar al aeropuerto, por una vez, me alegré de que mi vuelo se hubiera retrasado. Necesitaba un rato para componerme y aceptar que pronto dejaría la India atrás. Quién sabe las experiencias teatrales que me encontraré en mi siguiente escala.