Viajar a Rumanía es una retrospección sin ninguna duda, es como viajar en el tiempo y poder apreciar cómo era parte de España mucho antes de formar parte de la Unión Europea: las carreteras, la conservación de sus monumentos, la vida en los espacios públicos. Digamos que es un país de contrastes frente a la actual y renovada España, por ejemplo.
Mientras se disfruta esa esencia de cómo fueron nuestros espacios públicos y en definitiva nuestras vidas, cientos de carteles anuncian, entre otras, el progreso, tienen mucha presencia por las carreteras y aquellos lugares de interés cultural. Aquí de modo anecdótico, pudimos comprobar que muchos ciudadanos rumanos ven el símbolo de la Unión Europea con cierto temor a que se pueda perder su propia identidad rumana.
En España también se sintió ese halo de patriotismo cuando empezábamos a adaptar nuestras monedas nacionales, las matrículas de automóviles y los documentos oficiales a la nomenclatura o símbolo de la Unión Europea. Rumanía está viviendo prácticamente nuestro proceso de cambio. Pero quizás con la ventaja de que no vuelvan a cometer los mismos errores que nosotros cometimos y de los que ahora ahondamos entre una crisis económica o de crisis especulativa.

Carteles de ayudas económicas de la Unión Europea, que detallan la rehabilitación del conjunto histórico. (Suministrada)
Atravesamos los nevados y melancólicos Cárpatos a altas horas de la noche con temperaturas que oscilaban entre los -3 y -6 grados por una carretera completamente desierta. A medida que nos adentrábamos en los profundos y vírgenes bosques una copiosa nevada nos acompañaría durante la mayor parte del trayecto; paisaje típico de un país que está acostumbrado a abrazar el frío, de ahí su peculiaridad. Esta excepcional condición meteorológica nos permitirá disfrutar mucho más de sus paisajes nocturnos.
Finalizada la intensa nevada las nubes dieron paso a un sorprendente cielo lleno de estrellas. En la oscuridad de la noche el aullido de los lobos y ulular de los búhos romperían el lapidario silencio dejándonos sentir su presencia muy cerca de nosotros. Pero la noche era larga y la carretera de montaña dura, haciéndonoslo sentir a cada minuto y kilómetro recorrido con drásticos cambios meteorológicos y sin apenas encajar las latitudes por las que nos movíamos.

Los nevados y melancólicos Cárpatos. (Milena Martínez – Flickr)
Después de atravesar las montañas y transitar por lugares recónditos y encantados ante nuestras movidas impresiones, llegamos al pequeño municipio de Sighiçoara, cuna de Vlad Tepes, en la profundidad de la región Transilvana. La población era mayoritariamente rumana y observamos más población rural-gitana con respecto a otros lugares. Muchos hablaban español debido a que tenían familiares emigrados a España. En el inquietante recinto monumental existían carteles que indicaba la prohibición de pedir limosna a los turistas.
Nos llamó la atención las largas colas de personas que aguardaban para entrar en las oficinas bancarias y poder enviar y recibir dinero desde el extranjero. Según nos dijo un extrañado vecino del lugar que se acercó a nosotros ante la atención que mostrábamos por aquel hecho, como medio de subsistencia para las familias locales. Las casas de cambio y envío de dinero son muy numerosas en el sur, sobre todo en los pequeños pueblos donde la población rumana gitana es más abundante y propensa a migrar por la falta de empleo y oportunidades.
En Sighiçoara vimos una de las esculturas de la loba capitolina simbolizando el pasado con Roma del pueblo rumano, pues los rumanos proceden de los romanos que se quedarían aislados en los límites del Este del Imperio cuando invadieron sus fronteras los pueblos bárbaros.

Escultura de Luperca en Rumanía. (Wikipedia)
Visitamos Sibiu, capital europea de la cultura en el año 2007, Timiçoara, Cluj-Napoca, Turgu Mures, que resultaron ser ciudades de gran contraste social, cultural y económico. En ellas la población rumana gitana era casi inexistente pero en cambio observamos a muchos alemanes, latinoamericanos y afrolatinos entre el bullicio de la gente.
Muchos de estos latinos, según la interpretación de nuestros datos de campo en los que se aprecian más hombres que mujeres, están realizando estudios universitarios mediante intercambios internacionales. Además debe de existir algún tipo de relación entre esta población y el hermanamiento de varias de estas ciudades con otras latinoamericanas de Brasil, Colombia o Venezuela, como es el caso de Sibius y Cluj-Napoca. Observamos varios restaurantes de comida latinoamericana y cuantiosos anuncios en los que se ofertaban bailes y fiestas latinas al visitar varias universidades.
Decidimos cambiar el rumbo en dirección a Suceava donde pernoctaríamos. En esta ciudad al noroeste del país, con características del pasado soviético más sobresalientes que en las anteriores, mantuvimos una conversación desgarradora con un adolescente que vivió en Madrid durante unos años y al cual le desesperaba el hecho de haber tenido que regresar a su país por falta de oportunidades profesionales para alcanzar un futuro prometedor debido a la crisis económica. Lo que nos llevó a afirmar, que los procesos de inmigración son temporales, y que este joven tuvo que regresar a su país después de que su oportunidad laboral hubiera acabado.
No apreciamos población rumana gitana pero en cambio nos llamó la atención las numerosas matrículas de coches procedentes de Ucrania, Eslovaquia y Polonia, incluidas algunas de España, que excepto esta última, interpretamos por ser una región fronteriza. Esto nos hizo pensar que Rumanía estaba más conectada de lo que nosotros pensábamos, y como pudimos comprobar más adelante tras arrodillarse este emergente país, ante las aguas del Mar Negro.
Viajando por el norte nos chocaron las enormes diferencias con respecto al sur y las zonas de montaña. Imponentes centrales nucleares al lado de campos de mustio maíz, agricultores en carros de tiro cargados de leña junto a automóviles de alta gama y tractores, casas tradicionales de nueva construcción convertidas en segundas viviendas, llamativos invernaderos, cuantiosas obras locales de rehabilitación, restaurantes de comida rápida, enormes centros comerciales y conocidos supermercados germanos en muchos de los pequeños municipios por los que pasábamos. Las vías ferroviarias aparecen paralelas a las carreteras con infinitos trenes cargados de contenedores y viajeros.

Planta nuclear en Rumanía. (Wikipedia)
Visitamos Bacau y Galati y cruzamos el imponente Danubio para llegar a la espectacular ciudad de Constanza, a orillas del Mar Negro. Sus orígenes se remontan a los antiguos griegos de los que se conservan muchos restos arqueológicos esparcidos por el puerto, el más grande de Rumanía, y a los romanos, donde el poeta Ovidio fue desterrado por el emperador Augusto. Esta ciudad destacará por su privilegiada ubicación, infraestructura portuaria, actividades comerciales y por el interés que suscitan sus aguas termales que en el pasado le otorgaría un enorme protagonismo.
Recorrimos gran parte de su trazado urbano repleto de edificios históricos abandonados, apuntalados y en rehabilitación, transmitiéndonos una sensación de decadencia, pobreza y suciedad en una ciudad que parece haber perdido su esplendor. En esta ciudad nos pidieron limosna, por primera vez en todo el viaje, una mujer rumana no gitana, y observamos a varias personas rebuscar en los contenedores de basuras, mujeres rumanas gitanas, como lo hacen en España (tanto extranjeros como españoles, parece que este gesto de supervivencia se ha convertido en un hecho cultural universal en la sociedad de la abundancia). Resaltó en ese recorrido una importante diversidad étnica en la que se destacaron búlgaros, turcos y griegos. La población rumana gitana era más visible en comparación con otros lugares visitados.
De nuevo en Bucarest tuvimos tiempo para visitar el Parlamento Rumano, edificio neoclásico de administración civil más grande del mundo, el arco del triunfo, copia del parisino, recorrer algunos de sus barrios y tomar un café en un bar perdido por sus acogedoras calles.
Como conclusión a nuestro viaje, hay que decir que Rumanía, al igual que otros países de Europa, muestra altos desequilibrios entre el norte y el sur visibles tanto en el desarrollo económico como en las condiciones socioculturales de sus habitantes. Según pudimos observar la población rumana gitana se concentra en zonas rurales y de montaña mientras que en los núcleos urbanos se ubica en las periferias.
La diferenciación de clases sociales es más evidente en las ciudades donde los gitanos rumanos ocupan un lugar marginal y son casi inexistentes. La clase media o burguesía convive con la ostentosidad de los más ricos y la miseria de los más pobres.
Sin duda alguna, después del viaje y comentar lo vivido, nuestra visión de Rumanía como un país asociado a ciertos estigmas ha cambiado por completo al encontrarnos con un unas condiciones económicas y socioculturales que nos indican lo contrario aunque no sean las mejores. Es evidente la falta de infraestructuras y mayor desarrollo económico, social y político para alcanzar los niveles de los países más potentes de Europa, pero por otro lado cuentan con bases sólidas para conseguirlo.
La población rumana en España debe ser comprendida desde una perspectiva idiosincrásica, son ciudadanos que han abandonado su contexto sociocultural para buscar nuevas oportunidades en otra parte del continente europeo por falta de oportunidades profesionales.
No podemos englobar a la población rumana en un todo y asociar a la minoría rumana gitana únicamente con valores negativos extendiéndolos al resto. También son inmigrantes formados y preparados para formar parte del mercado laboral de cualquier país europeo, pero lamentablemente las circunstancias por las que atraviesan muchos países como consecuencia de la crisis económica hace que continúe prácticamente cerrado, incluso para los propios nacionales del país de destino.
Nuestro viaje no terminó con el embarque del avión que nos trajo rumbo a España, como tampoco lo hará en el punto y final de esta breve reflexión sobre nuestro trabajo de campo. Quizás nuestro viaje por tierras rumanas no terminará nunca porque siempre que veamos un mapa de Europa recordaremos a Rumanía como un país de contrastes y nuevas impresiones.