“No queremos caridad, queremos una solución de largo plazo”, coincidieron numerosos refugiados palestinos que escaparon de Siria y volvieron al territorio palestino de Gaza en noviembre de 2015.
El sentimiento que expresaron los refugiados palestinos a IPS es igual al de muchas personas que están en su misma situación en Siria y en los distintos campamentos de la región.
Nuevos desafíos
En el marco de la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la Cumbre Humanitaria Mundial, que se realizará este mes en Estambul, ofrecerá un espacio para debatir soluciones de largo plazo para las personas que huyen de conflictos prolongados, así como la forma en que deberían proceder las distintas partes y actores involucrados.
Desde el principio de la guerra civil en Siria, en 2011, Medio Oriente superó lentamente a África subsahariana como epicentro de la crisis y de los movimientos migratorios de millones de personas que buscan un lugar seguro para vivir.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) estima que en la actualidad hay 60 millones de personas desplazadas, una de cada 122. Los especialistas coinciden en que la respuesta tradicional a estas situaciones está lejos de cubrir sus necesidades.
En una conferencia sobre el tema realizada en junio de 2015 en el Instituto de Medio Oriente (MEI), con sede en Washington, numerosos actores humanitarios y políticos coincidieron en que ya no alcanza con que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) arme un campamento en la frontera más cercana, mande un grupo de profesionales a brindar asistencia y espere que los países ricos paguen la factura.
“El modelo se hizo trizas en los últimos años”, escribió el especialista Greg Myre; aparecen nuevos patrones que requieren nuevos enfoques.
Hay una coincidencia generalizada en que la prolongación de los conflictos, la capacidad y la voluntad de los refugiados de llegar a lugares alejados y la falta de fondos para el sector asistencial son los nuevos elementos clave que obligan a repensar la tradicional estrategia humanitaria.
Conflictos prolongados
Si en el pasado, los factores económicos fueron los mayores responsables de los movimientos de población, en la actualidad, la guerra es por lejos uno de los principales.
Solo en Medio Oriente, unas 15 millones de personas fueron desplazadas por guerras en 2015. Hasta el 16 de este mes, ese número seguía aumentando.
Cerca de cinco millones de personas escaparon de la guerra civil de Siria y 6.6 millones son desplazadas internas. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), en Yemen son 2.76 millones las personas desplazadas y en Iraq, 3.4 millones.
Esas personas se suman a los ya existentes cinco millones de palestinos registrados por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa) desde 1948 y 1967, a los libaneses que huyeron de la guerra civil en su país en la década de 1980 y a los iraquíes que huyeron de las guerras de 1991 y 2003.
Muchas de esas personas vivían en Siria cuando estalló la guerra, que los convirtió en refugiados por segunda o tercera vez.
Los refugiados en esta región compiten por recursos limitados, llevan al límite la frágil y ya escasa infraestructura que intenta recuperarse de los conflictos prolongados y son percibidos como amenaza a la seguridad por países con dificultades para mantener una paz precaria, como Líbano, Jordania y Turquía.
Muy lejos el deseo de refugiarse
Como la capacidad de esta región para absorber refugiados es limitada, el deseo de estas personas de buscar un lugar seguro para vivir lo más lejos posible de la guerra es otro nuevo elemento importante que distingue a esta crisis humanitaria de las anteriores.
En el caso especial de Siria, la prolongación del conflicto y el vacío dejado por la falta de soluciones políticas en un futuro próximo empuja a los refugiados a correr el riesgo de instalarse en otro lugar con perspectivas de largo plazo.
Las malas condiciones de vida en los campamentos y las limitadas o nulas oportunidades educativas y económicas en las ciudades de esta región son factores decisivos de la movilidad.
Las personas con los medios para costearse un viaje hasta Europa, Estados Unidos o Australia suelen ser profesionales cuya experiencia será necesaria en sus países de origen, pero que no estará disponible cuando comience la reconstrucción.
Los estudios muestran que cuánto más lejos se refugie una persona, menos probable es que regrese a su país. Acnur estima que el tiempo que una persona permanece desplazada llegó en la actualidad a 17 años.
Falta de fondos
Por último, pero por cierto no menos importante, la crisis actual se caracteriza por una falta endémica de fondos que hace que sea imposible para el sector humanitario y las agencias de la ONU atender las necesidades básicas de millones de personas.
Hasta este mes, faltaban 3,500 millones de dólares, de los 4,500 millones solicitados solo para la Respuesta Regional a la crisis de Refugiados en Siria.
Los especialistas coinciden en que cuesta 10 veces menos brindar atención a una persona refugiada en su región de origen que en Occidente y, sin embargo, los donantes son lentos para reunir los fondos necesarios para mejorar la vida de millones de personas que escapan de las guerras.
En 2015, la asistencia oficial al desarrollo (ODA) de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) alcanzó un máximo de 131,600 millones de dólares. Aún así, el monto representó 0.30 por ciento del producto interno bruto, muy por debajo del compromiso de contribuir con 0.70 por ciento de su PIB.
La crisis de fondos y la incapacidad de atender las necesidades de los refugiados, cuanto menos satisfacerlas, llevó al sector humanitario a un examen de conciencia que derivó en reclamos de reforma, en especial en el marco de la ONU, para racionalizar el trabajo, disminuir los gastos generales, mejorar la coordinación con organizaciones locales y buscar donantes alternativos a los gobiernos.
En lo que respecta a ese último punto, el administrador adjunto de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), Thomas Staal, explicó en la conferencia del MEI en junio: “en Estados Unidos gastamos más dinero en comprar Cocal-Cola que todo el dinero que va para Siria”.
Más allá de subrayar la necesidad de que el sector privado asuma su papel en tiempos de crisis, sus dichos también se pueden entender como una necesidad de reevaluar las prioridades y los valores como sociedad.
La crisis es en Medio Oriente, no en Occidente
A pesar de la claridad de las estadísticas y de los datos de fácil acceso en lo que respecta a la crisis de refugiados en Medio Oriente, todavía se suele hablar de la situación actual en términos occidentales y se le considera inevitablemente como un “problema”, y nunca como una oportunidad.
La muerte de personas en el mar Mediterráneo no ocurre de la nada, es el resultado directo de la incapacidad de la comunidad internacional para atender las necesidades de los refugiados del mundo, para descomprimir conflictos y para crear oportunidades duraderas para mejorar.
La inmensa presión colocada en las poblaciones de acogida en Turquía, Líbano y Jordania, que recibieron 2.7 millones, 1.05 millones y 700,000 refugiados sirios respectivamente, realza la incapacidad de Occidente de ser sensibles al pequeño número de refugiados que llegan a sus costas.
Como los sistemas de salud y de educación de los países asolados por la guerra están en decadencia, es indispensable que se implementen soluciones de largo plazo antes de que la situación se vuelva caótica, coinciden especialistas.
La Cumbre Humanitaria, que se llevará a cabo el 23 y el 24 de este mes en la ciudad turca de Estambul, puede ser la plataforma donde se den los primeros pasos en esa dirección.