Habrá quienes lloren la muerte de un héroe. Habrá quienes celebren la muerte de un dictador. Lo inmortal, empero, es el legado de Fidel Castro en una Cuba que, en poco más de un año, ha visto los cambios más acelerados de su historia reciente.
Castro, revolucionario cubano y una de las figuras políticas trascendentales a nivel mundial del siglo XX, falleció anoche, a los 90 años.
La noticia –difundida por televisión nacional a eso de las 12:35 a.m.– fue confirmada por su hermano y actual presidente de Cuba, Raúl Castro, según reportes de prensa de distintos medios internacionales. Castro será cremado, adelantó el mandatario.
La muerte de Castro se proyecta ahora como el clímax de las mutaciones que vive la más grande de las Antillas Mayores, que en agosto de 2015 restableció las relaciones diplomáticas con Estados Unidos tras medio siglo de animosidad ideológica. Desde entonces, la administración de Barack Obama ha impulsado medidas que, en esencia, han expuesto la economía cubana al mercado internacional.
Parte de esa nueva postura se manifestó en la abstención de Estados Unidos en la votación para favorecer el levantamiento del embargo a Cuba, vigente desde octubre de 1960, durante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en octubre pasado. La palabra final sobre la eliminación del bloqueo, no obstante, la tiene el Congreso estadounidense, bajo el control del Partido Republicano.
Nacido en 1926, Castro figuró en varios de los momentos más álgidos del siglo pasado, particularmente en el contexto caribeño y latinoamericano.
Lideró la Revolución Cubana, que llevó al derrocamiento en 1959 de la dictadura militar de Fulgencio Batista y, eventualmente, a la consolidación en el poder del Partido Comunista de Cuba en 1965. En el 2008, cedió la presidencia del país a su hermano.
Protagonizó, además, la Crisis de los Misiles en octubre de 1962, uno de los episodios más dramáticos de la Guerra Fría y donde, por 13 días, el mundo estuvo a la expectativa de que estallara una guerra nuclear entre Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, luego que se descubrieran instalaciones con misiles en Cuba.
El pueblo cubano también vivió momentos difíciles bajo el gobierno de Castro, como las migraciones del éxodo del Mariel en 1980 y la crisis de los balseros en 1994, y el periodo especial que inició a principios de los ’90, cuando Rusia dejó sin efecto los acuerdos energéticos y económicos que la Unión Soviética tenía con la isla, inaugurando así el racionamiento de servicios como el transporte y la partida de alimentos suministrada por el Estado.
Al final, Castro –y su Cuba– serán recordados como el hombre –y el país– que desafiaron a Estados Unidos, con una resiliencia que llevó a la nación capitalista más importante del mundo a reconocer lo errado de sus relaciones internacionales para con la isla, lo que –se argumenta– desembocó en el cambio de estrategia de Washington.