“Puerto Rico necesita desvincularse de Estados Unidos, donde las premisas capitalistas impiden una adecuada planificación central”, esta declaración emitida por el líder independentista Juan Mari Brás en 1966 en el periódico Claridad, cobra hoy más vigencia que nunca.
Luego de cincuenta años de este pronunciamiento vemos cómo esta realidad nos azota más fuerte en nuestra cara. En momentos donde se discute el presupuesto nacional y donde se debate el problema de la deuda, vemos como los cañones apuntan a seguir cometiendo los mismos errores históricos. No existe forma de pagar la deuda, ajustar nuestra economía y destinar energías a la reestructuración sino atendemos el problema de la economía en manos ajenas producto de un mal superior, el colonialismo.
La observación de Mari Brás se amparó en la realidad del Puerto Rico de 1960.
Ya para inicios de esa década, se veía venir el colapso de la Operación Manos a la Obra. La guerra había terminado y los complejos industriales que suplían materiales relacionados a las acciones bélicas comenzaban su decadencia. La industrialización jamás pudo crear suficientes empleos en la Isla para la población ávida. Fue debido a ello que muchos puertorriqueños tuvieron que marchar a Estados Unidos a trabajar por míseros salarios. Así lo denunció un periódico en español de la ciudad de Nueva York, El Segundo, bajo el título “Se venden Boricuas por $13.00”.
Los puertorriqueños eran uno de los obreros menos pagos en Estados Unidos. No solo la paga era miserable, sino que las condiciones de vida eran peores. Las viviendas y el trato discriminatorio eran la orden del día. El The New York Times del 20 de mayo de 1961, publicaba bajo la firma del periodista Murray Ulson, las condiciones de vida de un obrero migrante puertorriqueño de nombre Fermín López Rosado. La nota periodística reseñaba el trato hacía López Rosado en una finca de espárragos en Glassboro, Nueva Jersey. La reseña partió de una vista pública ante un subcomité de la Cámara de Representantes en la cual López aseguró entre sollozos, “que por 142 horas de trabajo en una finca de espárragos había recibido una paga neta de $12.31”.
Decía el diario neoyorquino que el testigo, había declarado que había sido golpeado y apaleado brutalmente por un guardia del campamento unos días antes de su comparecencia ante el subcomité y que luego de la golpiza fue conducido hasta la estación de primera ayuda del campamento en donde le dieron unas píldoras. “Al otro día se me dijo que estaba despedido“, comentó el obrero.
El trato a los obreros migrantes en Estados Unidos no era el único que dejaba un mal sabor. De igual manera se trataba a los afroamericanos, quienes en esos tiempos tuvieron que librar grandes batallas para que se le reconociera como ciudadanos de primera categoría y se eliminara el trato desigual, injusto y cruel al que fueron sometidos.
Mientras eso sucedía en Estados Unidos, en Puerto Rico las industrias caían en manos de inversionistas estadounidenses significando así el desplome de la economía nativa y el aumento en ganancia a corporaciones absentistas. En el caso de las pasteurizadoras de leches, Borden fue la que inició el camino a desaparecer los productores puertorriqueños. Para el año 1961, ya eran tres las pasteurizadoras que quebraron por no poder competir con la multinacional estadounidense.
De la misma forma la industria cañera estaba casi en su totalidad en manos de empresas estadounidense. Ante esta situación, el Movimiento Pro Independencia (MPI) emplazaba al gobierno a tomar el control de dicha industria y retar la cuota impuesta por Estados Unidos. Según el MPI, el mercado de la azúcar crecía para países como China, India, Indonesia, Egipto y otros, cosa que Puerto Rico podría aprovechar para aumentar la producción y así fomentar la creación de empleos. A este señalamiento, el Gobierno hizo caso omiso, llevando así la industria cañera a un final sin retrocesos.
El MPI, inició entonces una campaña por medio del periódico Claridad en la cual llamaba a los agricultores a no vender sus tierras. El cintillo de la campaña rezaba así:
“¡AGRICULTOR: NO VENDAS TUS TIERRAS AL EXTRANJERO!”
Del mismo modo hicieron con las Industrias nativas y el comercio. A continuación los estribillos, según documentó la edición de mayo de 1961 de Claridad:
“¡INDUSTRIA: NO VENDAS TU NEGOCIO AL YANQUI!”
“¡COMERCIANTE: DEFIÉNDETE DEL MONOPOLIO YANQUI!”
El reclamo no era solamente del Movimiento Pro Independencia, sino que otros actores de la vida política y económica puertorriqueña lo veían de igual forma. Así lo demuestran las expresiones del Comerciante del Año, el señor César Calderón, quien dijo en un discurso ante la Cámara de Comercio: “Puerto Rico estamos perdiendo nuestra autonomía y libertad económica”. El mensuario también resalta: “Y hundiendo aún más el dedo, llamó sistema ‘feudal’ a la economía que se está desarrollando. Todo ello es resultado de la desaparición de los negocios puertorriqueños y la penetración de las grandes empresas que vienen de donde ya sabe…” (Claridad, abril de 1961).
A su vez, estadísticas presentadas por el periódico El Imparcial mostraban que en 32 años, la balanza entre el capital nativo y el capital estadounidense se había invertido. Para el 1929, el capital estadounidense era de un 27%, mientras el puertorriqueño era de un 73%. Ya para el año 1961, el capital puertorriqueño había descendido al 22%, mientras el estadounidense había aumentado al 78%.
En vías de orientar a la ciudanía, el MPI comenzó a denunciar la inflación en los precios de la comida, la transportación pública y particularmente, el alza en los precios de la leche. El MPI, señalaba que el costo de la vida en Puerto Rico era mayor que en Estados Unidos en un 30% y que dicha inflación respondía al mal manejo de la protección de la industria local, sobreponiendo a la industria estadounidense.
Como mencionamos, la empresa que emprendió la marcha para destrozar la industria nativa fue Borden. Esta compañía inició un proceso de venta de leche en lata, que buscaba suplantar la producción local. El plan de la compañía fue denunciado por Claridad ante la incomodidad presentada por algunos ganaderos de la Isla. Los ganaderos se organizaban a sabiendas de la poca posibilidad que tenían para competir con la multinacional. Capitalistas al fin, la estrategia de los ganaderos fue aumentar el precio de la leche para aumentar el costo de sus tierras y sus ganaderías, para cuando la compañía estadounidense viniera a comprar tierras el costo fuera más alto. Esto no solo fue denunciado por el MPI. Así también lo hizo la Asociación de Detallistas de Mayagüez, junto con otros dirigentes detallistas a nivel nacional cuando revelaron que la intención del aumento en el costo de la vida respondía a una ofensiva del capital estadounidense de controlar toda la economía de Puerto Rico.
El tiempo le dio la razón
El control de la producción nacional en mano de empresas estadounidense venía siendo objeto de denuncia por parte del movimiento independentista de la época. El tiempo le dio la razón. Hoy por hoy, no existe una industria fuerte netamente puertorriqueña, ya que el capital estadounidense controla la casi totalidad de la economía nacional. Se estimaba que para el 1965, Puerto Rico perdería alrededor de 100 millones de dólares, por la compra de productos de alimento en Estados Unidos por parte de los hoteles en la Isla. Es que la producción de alimentos en Estados Unidos había alcanzado precios muchos más económicos que los de la Isla, ya que la inflación se había reflejado en todos los renglones de la vida puertorriqueña. Hasta para los agricultores, era muy oneroso competir con la producción estadounidense, ya que dicho país protegía su industria, cosa que no hacía el Gobierno de Puerto Rico.
Según Mari Brás el país pasaba por un momento muy difícil, ya que la agricultura puertorriqueña estaba destinada a morir. Añadía el líder independentista:
“…la falta de mercados adecuados para la venta de esos productos a buen precio y la falta de brazos en la zona rural para atender las diferentes fases de la producción agrícola. Ambos factores son resultado directo de nuestra forzada incrustación dentro del marco económico de Estados Unidos. Los mercados de nuestro café se perdieron desde que perdimos el poder de negociar tratados de Intercambio comercial. El tabaco y la caña están encerrados en la camisa de fuerza de las cuotas que impone el gobierno federal. Los frutos menores no cuentan con la protección arancelaria que todos los países ofrecen a su producción agrícola. Como Estados Unidos no produce los renglones de la agricultura tropical que tenemos aquí, y su política arancelaria está destinada a cuidar su producción y no la nuestra, no hay aranceles para esos productos. Los plátanos dominicanos entran aquí libres de arancel. Y como el costo de producción es mucho más bajo en la hermana República, pueden competir ventajosamente con los nuestros en nuestro propio mercado, arruinando al pequeño agricultor puertorriqueño que se dedica al cultivo de plátanos”.
Finaliza Mari Brás su argumentación con la cita con la que inicia este ensayo, en donde analiza el problema planteado y explica cómo se relaciona a la subordinación política que representa la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos:
“La crisis del agro en Puerto Rico hay que visualizarla en todas sus manifestaciones: sociales, económicas y culturales. Hay que atacar sus causas, que son esencialmente políticas. Para eso Puerto Rico necesita desvincularse de Estados Unidos, donde las premisas capitalistas impiden una adecuada planificación central”.
Urge resolver el problema político
En la medida en que sigamos apostando a las industrias de dueños ausentes que al minuto de efectuar las transacciones destinan las ganancias a bancos fuera de Puerto Rico, dejando poco o ningún capital para la reinversión, no podremos salir del boquete económico. Peor aún, si no ponemos restricciones a las corporaciones extrajeras, se hará imposible volver a trabajar un comercio local, que responda a las verdaderas necesidades de nuestro pueblo.
Añádale a esto que si la intención de los gobiernos del PNP y PPD es seguir imponiendo la carga económica a los ciudadanos en vez de atacar las ganancias de las grandes empresas nos irá de mal en peor.
Solo basta ver el Informe Económico del Gobernador de Puerto Rico publicado en mayo 2016, para ver que andamos por la misma ruta del fracaso. Ese documento nos muestra que para el año fiscal 2015, el comercio exterior alcanzó la cifra de $69, 390,9 millones, lo que representó un aumento de 11.1% respecto al año fiscal 2014. A pocas palabras parecería buenas noticas, el problema es ver dónde estuvo el incremento y qué efecto tiene sobre el país y las finanzas del Gobierno.
Según el propio Informe Económico, el alza se registró por un aumento de 4,870.2 millones o un 15.4% en las exportaciones de farmacéuticos y medicinas hacia Estados Unidos. Hay que recordar que Puerto Rico es un gran productor de medicamentos, los cuales son manufacturados mayormente en fábricas instaladas en la zona norte de la Isla (Barceloneta). Esta alza se reflejó a su vez en las exportaciones de mercancía totales, donde para el periodo de julio a diciembre del año fiscal 2016, hubo un aumento de 4.4% disparando las ganancias de empresas transnacionales de 33,456.1 en el año fiscal de 2015 versus 34,926.1 millones en el año fiscal 2016. De estos totales, el 70.1% fue en fármacos y medicinas.
Mientras estas empresas alcanzan ganancias que en un año sobrepasan la mitad de nuestra deuda nacional, el Gobierno impone más carga a los ciudadanos, dejando las ganancias de estas empresas intactas. Para el año fiscal 2015, las corporaciones ingresaron al Fondo General por virtud de impuestos 1,735,836 millones, mientras que los individuos ingresaron 2,295,334 millones. ¿Cómo explicar que empresas que sus ganancia suman al año la mitad de una deuda nacional, tenga menos impuestos que los individuos que se levanta día a día a producir los 68,520.6 millones de nuestros Producto Nacional Bruto? Eso es sencillamente inconcebible. El problema va más lejos, al ver que en tiempos de supuesta “crisis” estas compañías privadas expanden sus operaciones. Así lo refleja el aumento en la inversión en la rama de la construcción cuando comparas el sector público y el sector privado. En el año fiscal 2015, en el gobierno y las empresas públicas se invirtieron $1,269.4 millones mientras que las empresas privadas sumaron $1,888.0 millones. Este renglón muestra que las empresas privadas están en crecimiento constante, mientras el Estado ha abandona su rol de proveedor de servicios, inversión para los ciudadanos y dejando por la libre que las ganancias queden en pocas manos.
Mientras las ganancias de las corporaciones sigan intactas, mientras el país dependa del aumento en los impuestos a los individuos y mientras no tengamos poderes políticos para proteger una economía ligadas a los intereses nuestros, podremos aguantar el pago de la deuda por mil años y al día siguiente tendremos exactamente los mismos problemas. La incapacidad del Gobierno Puerto Rico para conseguir dinero está extremadamente ligado al beneplácito con lo cual se trata a quienes destruyeron nuestra economía nacional. El tiempo le sigue dando la razón al movimiento independentista. En definitiva urge resolver el problema político que representa la relación con Estados Unidos y es más que meritorio trabajar con la enorme desigualdad que trae el sistema capitalista en el cual está instaurado nuestra economía y sistema contributivo.