La comunidad universitaria de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Humacao mostró ser resiliente en las pasadas semanas, al reponerse tras la caótica situación que causó el paso del huracán María por el campus y todo el país. La gravedad de la situación de la isla requiere que se reconozca colectivamente la necesidad de tomar acción, y esta comunidad universitaria ha sido ejemplo de esto, especialmente en la provisión de alimentos.
En lugar de quedarse de brazos cruzados, los sectores de la UPR en Humacao han respondido activamente a la necesidad de proveer almuerzos y meriendas para estudiantes, profesores y empleados. Han estado en recuperación, utilizando con agilidad sus recursos y estableciendo redes para obtener utensilios, espacios para cocinar y voluntarios para distribuir la comida. Para más información al respecto puede leer Solidarias organizaciones civiles e institucionales con la UPR en Humacao, redactado por una de las compañeras de jornada, Génesis Sánchez.
Tiempo de construir en la acción
A nivel de país, resta dar continuidad y desarrollar este tipo de iniciativas, no limitarlas al momento. Se necesita fomentar sistemas sustentables de acción social. Un ejemplo de ello es el sistema de tres aportaciones que utiliza Comedores Sociales de Puerto Rico y otros comedores comunitarios como los Centro de Apoyo Mutuo. La visión sobre los proyectos, tal como el comedor universitario, no deben reducirse a un consumo pasivo en el que solamente se reciba y no se aporte.
Tomando en consideración la dignidad humana y reconociendo la potencialidad de los demás como copartícipes de lo común, hemos de insistir en promover la integración de otros con el fin de que trabajemos en comunidad y por el bienestar de ella. Esto responde a una identidad y sentido de pertenencia con el colectivo. Esa, incluso, debería ser parte de la visión que fomenten las iniciativas que hemos contemplado. Aun cuando estas no sean muy promovidas o incluso valoradas por ciertos grupos, debemos nadar en contra del sistema individualista.
La universidad: espacio para construir sociedad
Para involucrar a más participantes se necesita desarrollar una conciencia colectiva solidaria utilizando como herramienta la universidad. Nuestras aulas de enseñanza no existen solamente para llenarnos la cabeza de conocimiento, sino que deben fomentar la construcción de una mejor sociedad mediante la acción social de todos y todas. Por eso no debemos permitir que la burocracia deshumanice y obstaculice la atención de las necesidades de sus miembros.
Una sociedad solidaria tendrá mayor capacidad para responder y recuperarse colectivamente de las emergencias. No se puede pasar por alto que también muchas de las necesidades que hemos visto durante las pasadas semanas han estado presentes desde antes de la catástrofe, aunque aunque algunos grupos intenten invisibilizarlo. A este propósito la UPR tiene mucho que aportar, tal como ha mostrado por más de un siglo.
Resiliencia basada en la solidaridad
En el Diccionario de Trabajo Social, Ander-Egg dirige la solidaridad hacia la ayuda mutua; hacia la cooperación de naturaleza multidireccional que expresa la “vinculación” entre las personas que forman parte de un grupo, comunidad o sociedad.
En otras palabras, se podría decir que ser solidario consiste en considerar a los demás y brindar ayuda sin esperar necesariamente una recompenza individual. La capacidad social de responder efectivamente ante los momentos de adversidad depende de la solidaridad: el apoyo que integrantes de grupos y comunidades se brindan entre sí.
Nuestro país ha estado dando pasos hacia ello. No obstante, no puede pasarse por alto que esto tiene lugar en la gente del pueblo, y no en el idolatrado paternalismo del Estado/gobierno. La construcción de comunidades solidarias viene de la gente.
Para lograr ese estado resiliente y solidario, es necesario que estemos concientizados, que conozcamos las distintas realidades de nuestra sociedad y que a su vez sintamos y tengamos el deseo de cumplir con la responsabilidad que tenemos para con los demás.
Esto nos impulsa naturalmente a la acción: a vivir junto a la gente, incluyendo, pero no limitándose, a las situaciones de emergencia. A esto se le ha llamado “relaciones solidarias”, que finalmente es lo que conduce a una “sociedad solidaria”. En palabras del educador Telmo Adams, la participación en la construcción de una sociedad solidaria, está condicionada por las relaciones “solidarias y democráticas”.
Construyamos democracia
Solo después de crear conciencia, promover y fortalecer redes de apoyo solidario podemos tener una sociedad con plena democracia participativa de manera justa. La democracia en ese sentido es más que la elección de (mal llamados) políticos o la organización de poderes. No se limita a las estructuras de las instituciones de poder. Una sociedad democrática se distingue por las interacciones de sus integrantes. Es una donde el poder político es sostenido por el pueblo y para el pueblo.
Para el educador Paulo Freire la solidaridad era aquel componente que permite vivir en verdadera democracia. Esa solidaridad “política y social” es parte importante del camino a una sociedad que se lleve a cabo el “ejercicio práctico de participación, de diálogo con responsabilidad, que combina con una sociedad radicalmente democrática”. Basado en eso, para que haya verdadera democracia tiene que haber solidaridad social.
Construyamos cultura solidaria
Las diferentes expresiones de solidaridad –de forma individual y colectiva, en privado y en público, en las comunidades y por organizaciones– en las pasadas semanas muestran que es posible un nuevo tipo de sociedad. En esta, se podrían construir comunidades que, desde sus propias fortalezas y recursos, respondan a las necesidades de otros.
Es una prueba de que podemos vivir y tener una economía que tenga relaciones basadas en la solidaridad y la cooperación. Esta economía es uno de los elementos para una mejor sociedad que estime como prioridad el bienestar y la justicia social, en lugar de velar y ocuparse solo de los intereses individuales.
Lo anterior es una verdad universal. No importa qué espacio en la sociedad ocupemos, es un llamado que nos corresponde a todos y todas. Ese es el espíritu de la transformación que necesitamos como sociedad; la actitud que servirá de catalizador para el cambio. Desde adentro, desde la psiquis. Lo sucedido tras el huracán María puede ser la plataforma para ello.
Muy certeras fueron las palabras de Joshua García Aponte, quien ha sido parte del Comedor Social Universitario de la UPR en Río Piedras y colaborador del Centro de Apoyo Mutuo en Caguas. El compañero sostiene que esta situación debe ser aprovechada para “construir a largo plazo”. No permitamos que los lazos creados y los proyectos solidarios gestionados post-María sean de duración corta y limitada. Construyamos una cultura solidaria.
“No se ocupen solo por lo suyo, sino también por lo de los demás”, (Pablo de Tarso, 61 d.C.).
El autor se desempeña como asistente de terapia ocupacional. Es egresado del bachillerato en trabajo social de la UPR en Humacao y colaborador con el movimiento estudiantil en ese campus.