
Guillermo Guasp Pérez, presidente del CGE de la UPRRP. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Buenos días y bienvenidos a la centésima undécima colación de grados del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Hoy me toca compartir con ustedes un día muy especial, como representante estudiantil y como orador en mi propia graduación. Este día nos pertenece, y quiero comenzar felicitando a los y las estudiantes de la Clase 2016 que se gradúan hoy: reconozcamos con un fuerte aplauso a la clase graduanda de 2016.
También les pido un aplauso en reconocimiento a nuestros profesores, cuya labor hoy también celebramos, y a los exalumnos. Un merecido aplauso a los Empleados No Docentes, y a los familiares de los graduandos que nos acompañan hoy: su apoyo ha sido de valor incalculable y nuestros logros son también suyos. Gracias, gracias, gracias a todas las personas presentes, y a quienes no pudieron acompañarnos hoy pero que nos han acompañado a través de los momentos más difíciles de nuestras carreras académicas.
Reconocemos, muy especialmente, a todos los que persiguieron esta meta sin contar con becas presidenciales u otros favores políticos. No habrán ganado ventajas, comodidades o privilegios, pero se han ganado el respeto de todo un país hastiado de la corrupción. También se han ganado la libertad de salir de este coliseo debiéndose a nadie; la libertad de actuar conforme a su pensar, y pensar conforme a los principios que han desarrollado en los salones, los pasillos, y las calles de nuestra alma máter.
Digo que esa libertad se la han ganado porque han pagado, y algunos seguirán pagando, un precio por ella: han luchado para lograr acceso a una universidad de la más alta calidad, aunque cada vez menos accesible para grandes sectores de nuestra sociedad. También han luchado por hacerse espacio en un mundo laboral sumamente inhóspito para quienes no cuentan con padrinos políticos, o tíos biológicos, que allanen ese camino. Ese precio se paga cada vez más caro mientras continúan impunes las culturas de privilegio y corrupción que algunos administradores han exhibido recientemente.
Esa libertad conquistada ahora enfrenta nuevos retos, y preservarla requerirá luchar contra una clase política que privaría a la juventud puertorriqueña de la oportunidad de ganarnos una vida digna a través del trabajo. Ofrecen recortar a mitad nuestros salarios básicos y tienen el descaro de pintarlo como progreso. Preservar esa libertad conquistada también requerirá luchar por aquellos que no llegaron a acompañarnos en el desfile de graduación a causa de recortes presupuestarios, entre otras políticas que perpetúan la falta de acceso a una educación universitaria de calidad. El grado que hoy se les confiere evidencia el gran valor y sacrificio del que son capaces para obtener esa libertad, y ahora vamos por más: lucharemos por una vida digna. Les felicito, a cada uno, por los logros alcanzados en sus respectivas disciplinas y por graduarse (que no quepa duda) de la mejor universidad de Puerto Rico.
Ahora nos corresponde poner esos logros al servicio del país. En estos días hemos visto cuestionada la soberanía de nuestra nación puertorriqueña. Laceran nuestra dignidad, atentan contra nuestra libertad y niegan nuestra historia, un pasado centenario que ha formado, desarrollado y creado nuestra identidad nacional. El presidente de Estados Unidos, el Congreso y su Tribunal Supremo han sido autores de esa expresión, decisión y política pública, y se han servido de poderes autócratas que han denominado PROMESA para proteger intereses ajenos a los deseos y las aspiraciones colectivas de todo nuestro pueblo. Esto se agrava cuando contamos con políticos puertorriqueños que han servido de cómplices en este nuevo atropello.
Recientemente tuve la oportunidad de unirme a una delegación estudiantil que cabildeó en contra del proyecto PROMESA en Washington, DC. Entendimos necesario hacerlo para combatir los esfuerzos de una clase política puertorriqueña, incluyendo a administradores universitarios, que paseaban por el mármol federal suplicando por una PROMESA que protegería sus intereses y no los nuestros. Ellos no creen en la capacidad del puertorriqueño para sobrellevar esta crisis. Nuestro talento y nuestra creatividad los echaron a pérdida, no ven en nosotros un potencial latente y nos dejan sin herramientas democráticas para redirigir el porvenir de nuestro terruño. Nos tocó combatir un proyecto que troncha las oportunidades de desarrollo y progreso para toda una generación que está próxima a tomar las riendas de sus vidas, de la sociedad y del País.
Ya no podemos postergar la discusión de cómo alcanzar, de una vez y por todas, la liberación nacional. Ante el acobardamiento de nuestro liderato político, y el atrincheramiento inconsecuente del liderato académico, le corresponde a nuestra generación, a los que hoy nos graduamos como peritos en nuestras respectivas disciplinas, poner la pericia de que nos ha dotado la Universidad de Puerto Rico al servicio de una oportunidad histórica para definir finalmente esa libertad.
Nos corresponde honrar el sacrificio que otros han hecho en defensa de esa identidad nacional. No olvidamos a Oscar López Rivera, vivo ejemplo de un puertorriqueño en lucha por una vida digna y justa para todos nosotros. Le privan injustamente de su libertad, porque se atrevió a soñar con la libertad de su país. Son 35 años los que ha estado restricto a cuatro paredes frías como prisionero político, privándole de vivir bajo libertad. Nuevamente reclamamos, desde una institución que promueve las libertadades de expresión, pensamiento y formación, el regreso de Oscar a los brazos de su familia y de su querido país.
También nos corresponde honrar la memoria de quienes fueron negados sus libertades, y perseguidos por también atreverse a construir un movimiento de liberación social. A nuestros hermanos y nuestras hermanas víctimas de la homofobia en la ciudad de Orlando, que descansen en poder. Que su legado sea la lucha contra el racismo, la xenofobia, la homofobia y la transfobia. Que la venganza de su muerte sea la liberación que a ustedes se les negó, y que el amor siempre prevalezca sobre el odio. Repudiamos la represión a las libertades que inciden sobre la identidad de género y la libertad de amar. Nuestra solidaridad con la comunidad LGBTTIQ y todos los familiares y allegados de la víctimas que perecieron en este crimen.
En uno de los momentos más cruciales del movimiento estudiantil, un escritor uruguayo conocido internacionalmente por la voz crítica y radiante de su pincel, le envió unas palabras a las autoridades puertorriqueñas. De ese mensaje, siempre recuerdo lo siguiente:
“Cuando el resto claudica y se recoge en la madriguera cómoda de la conveniencia, los estudiantes se alzan. Cuando el resto piensa hoy no, mañana quizás, los estudiantes dicen: ahora. Cuando el resto se acostumbra a lo que hay, los estudiantes nos muestran el sendero luminoso del porvenir.” -Eduardo Galeano
Desde su origen, la Universidad de Puerto Rico ha representado el espacio principal de formación académica y profesional de la clase trabajadora del país. También ha representado el espacio principal y la vanguardia nacional para la construcción de importantes luchas sociales. No debe sorprendernos que hoy, más que en cualquier otro momento de su historia, nuestra universidad y alma máter está vulnerable y expuesta. Mas allá de las intromisiones político-partidistas, el inmovilismo y silencio de importantes sectores universitarios se han traducido en cómplices de un esfuerzo para desestabilizar al Primer Centro Docente del País. El encubrimiento, el panismo y el nepotismo se han convertido en norma dentro de las esferas del gobierno universitario. Los recortes presupuestarios y la congelación de remesas del Departamento de Hacienda no se han combatido con el fervor que corresponde para la defensa del proyecto universitario público. A algunos gobernantes universitarios no les resulta conveniente presentar una oposición sincera a las acciones del Departamento de Hacienda, pues se verían afectados algunos intereses gananciales que preferirían no habernos divulgado. ¡Pero hoy nos graduamos como sobrevivientes de esta nueva cultura! Y nos vamos con la frente en alto tras librar múltiples batallas en defensa de nuestra Universidad, en defensa del único proyecto nacional que le proveería a nuestro pueblo las herramientas necesarias para su mejoramiento, oportunidades de desarrollo y acceso a una mejor vida. Prohibido olvidar a quienes atentaron contra nuestra educación, y quienes han sido cómplices de un proyecto desestabilizador que troncharía nuestras oportunidades como graduandos.
La situación de nuestra querida universidad es un reflejo de los desafiós que enfrenta el país. Hemos observado cómo la crisis generalizada se ha profundizado y arraigado para nuestra generación que, aunque no compartimos responsabilidad con quienes la produjeron, nos hemos formado dentro de ella. Así la crisis se ha adueñado de nuestros sueños y anhelos, de nuestras aspiraciones y nuestro futuro. Pero les propongo que nos adueñemos nosotros de estas circunstancias. Las crisis abren oportunidades para cambios profundos y de consecuencias importantes en nuestras vidas. Estamos ante una gran encrucijada en la que podemos determinar el rol que jugaremos para superarla, o dejar que otros determinen ese rol por nosotros mientras ellos se superan a expensas nuestra. ¿Cómo nos definiremos al salir de los predios de este coliseo?
Cuando salgamos de aquí hoy, no dejemos de ser lo que hemos sido como estudiantes. Los estudiantes hemos servido de fiscalizadores de la inversión pública que hace el pueblo de Puerto Rico en su proyecto universitario, al que aportan con sus impuestos a pesar de la pobreza en la que está sumido. Hemos dado cátedra en la organización colectiva, celebrando este año dos Asambleas Generales de Estudiantes que han contado con la mayor participación estudiantil de años recientes. Nos organizamos para identificar, elaborar y discutir propuestas y planes de acción de relevancia nacional. Nuestras asambleas han sido ejemplo digno de lo que deben ser procesos de participación, deliberación y democracia directa, donde el poder no recae en unos pocos, si no en la acción colectiva de ciudadanos universitarios. Provocamos que la administración universitaria finalmente comenzara a discutir cambios profundos en el andamiaje administrativo y burocrático de la institución. También logramos expresiones oficiales de la Universidad en contra de la Junta de Control Fiscal que pretende imponer el gobierno federal estadounidense. Contamos nuestras victorias, pero en esta guerra aún nos quedan muchísimas batallas. No podemos olvidarnos de las razones que nos han llevado a varios meses de ardua movilización, trabajo organizativo y accionar colectivo.
¿Dónde estuvo ese supuesto gobierno universitario mientras los estudiantes mostrábamos el sendero luminoso del que nos habló Galeano? Ausente, escondido, inmóvil y callado. Este liderato ha incumplido con sus deberes fiduciarios y carece de legitimidad, no sólo para hablar en representación de la comunidad universitaria, sino también para dirigirse a ella. Que se quede callado y nos entregue su renuncia. El presente nos exige estar alertas y listos para defender al país y a la Universidad de Puerto Rico del asedio de una Junta de Control Fiscal y los fondos buitres. El País observa nuestras acciones y no le podemos fallar. El próximo paso en el sendero que debe recorrer la Universidad es limpiar la casa de todos aquellos que han incumplido con su deber y que le han fallado al país. La historia juzgará severamente a la clase política que se quede en el poder para saquear el proyecto universitario.
A partir de hoy, la Clase Graduanda del 2016 de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, le dará su propio significado al diploma que se nos confiere en tiempos de crisis. Hemos logrado el mayor galardón que nos puede ofrecer Puerto Rico, y nos unimos a las filas de egresados que por más de de un siglo han dictado la pauta de las mayores aspiraciones nacionales de libertad y democracia. Es un honor compartir con ustedes semejante responsabilidad patriótica. Ese galardón, que con desvelos, dedicación y gran convicción han sudado y dedicado largas horas de estudio para adquirir, es prueba fidedigna de su capacidad para superar los retos que enfrentamos como nación. Gallitos y Jerezanas, el capítulo definitorio de Puerto Rico y nuestra generación lo escribiremos como anejo al diploma que hoy se nos confiere. Las experiencias vividas en la Universidad de Puerto Rico nos han preparado para liderar una verdadera Promesa de concertación social; una Promesa que represente el resurgir de este terruño, revolucionando los parámetros de justicia socioeconómica y democrática. Desde la trinchera que escojamos, que siempre quede claro: no podrán arrebatarnos nuestra juventud, nuestro amor y nuestra libertad. Gallitos, Jerezanas, estudiantes luchadores, ¡honra de la universidad! ¡Gracias, totales!