
A sus 15 años, Ashley Laureano Rosado le anunció a sus padres que practicaría el atletismo como deporte principal. De ese modo, el voleibol, el baloncesto y el béisbol pasarían a un segundo plano. Se había enamorado del deporte que desempeñaron exitosamente sus padres en sus años universitarios.
“Al principio no me gustó la idea. Yo sabía lo que se sufre en este deporte. Esa es mi hija y yo decía ‘ay bendito, va a pasar por tantas’. Pero si era lo que quería había que apoyarla”, confesó su madre, Dagmar Rosado, en entrevista con Diálogo.
Seis años después, Laureano es fondista del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). En las pasadas Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI) subió por tercera vez al podio de medallistas con el uniforme verde del Colegio, repitiendo la hazaña que lograron sus padres en otras unidades del sistema de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Su madre fue velocista del Recinto de Río Piedras, institución de la que se graduó en el 1992, y obtuvo medalla en todos los eventos de la LAI que participó en los años 89, 90, 91 y 92. Mientras, su padre, Sammy Laureano, representó a la UPR en Bayamón y obtuvo medalla de plata en las competencias de tres mil metros con obstáculos en los años 85, 86, 87 y 88.

Dagmar Rosado, madre de Ashley Laureano. (Suministrada)
Lo especial es que, contrario a lo que se pudiera pensar, los padres de la colegial no influyeron ni presionaron a la atleta a practicar ese deporte. Laureano, quien está en su cuarto año de universidad, explicó que la respuesta de sus padres fue “pues no hay problema, vamos a entrenar el atletismo”.
Más allá de coincidir en el deporte que aman, madre e hija coinciden en el amor y el respeto que se tienen. La joven atleta se refirió a su mamá como su psicóloga deportiva, y destacó que, a pesar de la distancia, han logrado fortalecer su relación.
“La distancia sí ha sido difícil, pero yo la llamo a ella todos los días. Mi mamá es mi mejor amiga y los lazos que se han creado son más fuertes porque he llegado a una madurez. Cuando yo era más chiquita le contaba cosas de nena, pero ya hablamos cosas de madre e hija. Ella me cuenta sus problemas y yo le cuento los míos, nos ayudamos una a la otra. La distancia no ha sido razón para que nuestro lazo de madre e hija se rompa. Al contrario, se ha fortalecido”, dijo Laureano.
Sin embargo, para su madre, que vive en Toa Baja, la distancia al inicio fue difícil. “Ella se adaptó muy rápido, pero yo no”, aseguró la maestra de comercio.
Rosado describió a su hija como “una niña muy especial y muy madura. Siempre se preocupa mucho por los demás. Una niña bien cristiana. Siempre está en los caminos de papa Dios”. Añadió que la mayor de sus hijos le ha enseñado lo que es la perseverancia. “Ella es muy dedicada y cuando quiere algo persevera hasta que lo logra. Eso ha sido algo bien bonito que me ha impactado mucho”.
De igual modo, la estudiante de 21 años describió a su mamá como una persona digna de admirar. “Es más que una madre. Realmente estoy súper agradecida que Dios me la haya puesto en el camino. Yo sé que es la última persona en el planeta que me fallaría. Ella realmente me ha apoyado en todo, hasta en lo que no le gusta. Lo que no le gusta me aconseja, pero siempre termina diciendo ‘si esa es tu posición pues yo te apoyo’”.
Madre e hija conversaron con Diálogo individualmente. Ninguna escuchó lo que la otra dijo, pero curiosamente en muchas respuestas coincidieron. Una de ellas fue cuando se les preguntó qué situación pasaron juntas que les impactó mucho. Ambas recordaron una lesión que Laureano sufrió en su primer año en la LAI.
“El momento que más me preocupó fue su primer año LAI cuando se lastimó porque estaba loca por correr en las Justas. Cuando se lastimó perdió la esperanza de competir, que era lo que tanto anhelaba. Ese sufrimiento lo sentí yo también. Nosotros como padres le dimos mucho support, le dijimos ‘si no puedes correr no corras y ya. Primero está tu salud y luego el deporte’. Pero como ella es brava dijo ‘no, yo voy a correr’”, compartió Rosado.
La joven atleta lo narró un poco distinto.
“Una anécdota que me ha impactado mucho fue cuando en mi año de prepa yo me lastimé la banda elástica del pie derecho. Eso fue el sábado antes del sábado de [las] Justas. Bueno, yo le dije a ella el reproche que le tenía a Dios por eso. Algo que no me olvido es que ella fue la que me abrió los ojos. Me dijo, ‘cómo es posible que tú le estés reprochando a Dios por unas Justas cuando él te está dando tanto’. Eso me impactó porque jamás imaginé que mi mamá me saliera con eso. Ahí fue que yo vi que realmente mi mamá ‘era la que era’”.
La dinámica de la familia Laureano Rosado gira en torno al deporte. La madre compartió que su hijo menor juega beisbol colegial en Estados Unidos y su esposo actualmente es entrenador de atletismo en la Universidad Central de Bayamón.
“Tengo entendido que somos la única familia en la historia de la LAI que tanto madre, padre e hija han cogido medalla. Curiosamente mi mamá ganó la carrera más rápida y yo gané la carrera más larga, mientras que mi papá y yo cogimos medallas en el evento de tres mil metros con obstáculos”, sostuvo la colegial.
Pero para la exvelocista, la experiencia de su hija en el atletismo le ha impactado más que la suya propia. “Estoy correteando por todos lados, pasando las mismas experiencias. Es más fuerte sentir las de mi hija. Es más fuerte verla correr a ella. Cuando yo corría no sentía tanto dolor en el pecho. Verla correr me pone bien nerviosa”.
“¿Qué le dirías a tu mamá en este Día de Madres?”, le preguntamos a la atleta.
“Mira puedo nacer mil veces y mil veces la voy a querer a ella. Le agradezco muchísimo a Dios de haberla puesto como mi mamá y que ella estuviera dispuesta a ser mi mejor amiga desde que soy pequeña. Me di cuenta que fue la única amiga que Dios me dio real y fiel. Me alegra que esté conmigo en los momentos buenos y malos, y que sea ese eslabón clave para mi desarrollo”, respondió.