Sanar las cicatrices que dejó el huracán María y manifestar la esperanza de una Isla reverdecida fue el mensaje que dieron al público los niños de la escuela elemental Amalia Marín en su fiesta navideña de fin de curso.
Para la comunidad escolar, la actividad –que se celebró el jueves– tuvo un jolgorio distinto. No solo le dieron la bienvenida a la Navidad, sino que también festejaron el logro de mantener su plantel abierto para terminar su semestre. De acuerdo con una lista del Departamento de Educación (DE), la escuela elemental estuvo a punto de cerrar -por segunda ocasión- luego del azote del ciclón, consecuencia de su escasa matrícula a través de los años.
Gracias a los refuerzos de padres, maestros y del Centro de Acción Urbana, Comunitaria y Empresarial (CAUCE) del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPRRP), la Amalia Marín persiste, a pesar de solo contar con 121 estudiantes. La mayoría de ellos son residentes de barrio Venezuela, quienes constantemente cuentan a los maestros y a los voluntarios de CAUCE las pesadillas que vivieron con el huracán. Según la directora de la institución, Karen García Emanuelli, gran parte de sus estudiantes vive con toldos en los techos de sus casas.
“Estoy bien agradecida de los ofrecimientos de las personas de CAUCE, por ser partícipe y ayudarnos en cuanto al proceso de la permanencia de la escuela… Me siento bien contenta porque se han logrado muchas cosas”, expresó la directora.
Tras el huracán, CAUCE se dedicó a inspeccionar, restaurar y brindar sus recursos para la restauración de la Amalia Marín. Esta iniciativa contó con la ayuda de ingenieros y arquitectos.
“Estaba la universidad en la calle. Estaba intentando, con sus recursos, crear puentes con las necesidades de la comunidad”, resaltó la directora de la organización, Mercedes Rivera.
Como parte de su aportación, CAUCE contactó a la catedrática del Departamento de Psicología de la UPRRP, Amaryllis Muñoz Colón, para que junto a sus estudiantes del programa graduado ofrecieran servicios de salud mental.
“No importa que no tengamos luz ni agua. Tenemos la capacidad de ser alegres a través del arte, como en la música y el baile”, comunicó la profesora a la comunidad.
Los voluntarios, que componen un grupo de aproximadamente 16 Gallitos y Jerezanas, han ofrecido talleres, charlas, actividades para los niños y padres de la escuela, y hasta fungen como trabajadores sociales, servicios de los que carece la escuela, según la directora García Emanuelli.
De acuerdo con la directora, los universitarios han sido de mucha utilidad porque trabajaron tanto con estudiantes [de la escuela elemental], como con maestros. “Todos sufrimos a nivel físico, material, y emocional”, expresó.
De la misma forma en que fueron anfitriones de la actividad navideña, los estudiantes de psicología también se unieron a las presentaciones de los niños.
Un acróstico de la palabra “Terruño”, al igual que la representación del cuento infantil Esmeraldina -el cual trata sobre una cotorra que narra cómo queda El Yunque luego de un huracán-, fueron algunas de las actuaciones que conmovieron al público al ver la entrega y el entusiasmo de cada niño. El burrito sabanero y Tierra del Gigante (Puerto Rico se levanta) fueron otros de los números que provocaron movimientos de hombros y aplausos.
Además, junto a los estudiantes de psicología, los niños cantaron la tradicional Bomba Puertorriqueña, mientras que cada uno declamaba sus propias rimas.
“María se llevó nuestros guineos, plátanos y yautías, pero no se llevó a mi gente, que sembrará día a día”, poetizó una de las niñas, recibiendo la ovación del público a través de un enérgico “¡Bomba!”
La fiesta culminó con una canción de rap –en la que el temporal volvió a ser ilustre– compuesta por uno de los estudiantes. “Vamos Puerto Rico que yo voy a ti. Yo sé que esto nunca se quedaría aquí”, improvisó un niño de quinto grado.