Al igual que a muchos en la comunidad universitaria, me confundió la Carta Circular de la doctora Carmen H. Rivera Vega, rectora interina, del 10 de mayo del 2017. Su anterior comunicación fue igualmente confusa. En esos documentos, los silencios informan más que su contenido. En cierta forma, las cartas ilustran la triste realidad de la opacidad del liderato del recinto y de hecho, de la Universidad.
Sin duda, el conflicto actual es la papa caliente. Nadie parece querer atenderlo. Tampoco, hay mucho esfuerzo por analizar las disyuntivas legales ante el mandamus judicial y clarificarlas a la comunidad universitaria. Los representantes legales de la Universidad dirigen la institución, se reconoce la torpeza. Es evidente que con sus acciones y determinaciones quieren evadir las responsabilidades políticas y sociales de la orden del tribunal.
Nadie quiere desacatar esa orden, ni recibir multas, o en el peor de los escenarios, ir a la cárcel. Tampoco parecen querer voluntariamente obedecer al tribunal. Por eso, la representación legal de la UPR no cuestiona el mismo, ni piden reconsideración ante un abrumador “mandamus” que implica no solo a la administración sino a toda la comunidad universitaria. Y que de hacerse real, aunque imposible, encontraría a todo simpatizante de la huelga dentro de la comunidad universitaria, en desacato contra el tribunal.
Para los abogados de la UPR, la judicatura parece ser la ficha del destranque. No sé de dónde sacan la idea. La historia nos devela que los tribunales han sido igualmente torpes en estos menesteres. Un panel de jueces aceptó la invitación que le hicieron cuatro estudiantes de intervenir prematuramente ante una alegación de violación de derecho no ocurrida y subsanable por parte de la Universidad. Ello sin considerar las implicaciones a su credibilidad que tiene para un poder constitucional, una determinación retrógrada para deshacer un movimiento social de protesta en Río Piedras y de hecho simpático en el resto del sistema. Es un accionar contradictorio porque el contrato entre los estudiantes matriculados quejosos y la Universidad no está deshecho sino en suspenso.
Las circunstancias nos retrotraen a principios del siglo pasado, cuando las cortes se dejaban utilizar y algunos intereses las utilizaban para esos propósitos. Los cuatro son convenientemente útiles. A los cuatro se les endilga un derecho irreal, dis que constitucional, para vulnerar un derecho constitucional real a la libre expresión, aunque sea accidentado su ejercicio por parte de los estudiantes. Este último ciertamente sobrepasa los confines universitarios y se vuelca en el país como un todo difícil de digerir.
Todos lo “poderes” aparentan querer que intervenga la Policía. El tribunal quiere, sin decirlo directamente, que la UPR llame a la Policía. La UPR quiere que el tribunal le ordene llamarla claramente. Nadie quiere esa responsabilidad. Por eso, la sobre-extensión de la orden de la corte y la imprecisión de las cartas circulares en el recinto. Los estudiantes se temen lo peor. Por eso, han emplazado a la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU) y la Hermandad de Empelados Exentos No Docentes (Heend) a que se unan a la huelga de manera definitiva. Estos últimos igualmente imprecisos, apoyan de boca ante los medios, pero sus acciones son más tímidas.
En fin, que la comunidad no sabe qué hacer, que son demasiados los temores y la incomunicación. Cada uno trata de sobrevivir por separado, aunque todos sospechamos que la mejor solución es la acción concertada de la comunidad. Los esfuerzos hacia ese fin han sido infructuosos. El tiempo se acaba.
En río revuelto será la ganancia de la Junta de Control Fiscal que espera y desea lo peor para que nadie esté en condiciones de contestar socialmente y de forma efectiva lo que tiene preparado para la UPR. Mal coyuntura es y lo que promete es violencia en el seno de la misma institución cuyo mayor pecado es querer promover y defender la convivencia civilizada y el entendimiento tolerante en medio de un pueblo, cada vez más romano, por salvaje, y que le mira con recelo por lo que considera infundadas pretensiones humanistas.
El capital quiere sangre, quieren culpables y le hacen coro los medios de comunicación comerciales, los intereses creados y la ignorancia de grandes sectores de nuestro pueblo. ¡Pobre UPR! A los estudiantes se les propone como el chivo expiatorio de un pueblo que tiene temor de luchar y defender sus valores. Me parece una verdadera tragedia.