
Luego de explorar el contagioso ritmo de la bomba el olor a comida italiana atrae a todo el que pasa por el local Il Carreto, un espacio para disfrutar de comida orgánica. Ciertamente, en momentos en que ha habido un aumento en el mercado de comida natural el lugar parece ser la alternativa ideal. La empresa es liderada por Elisa Sánchez Torres, una fiel defensora del ambiente.
Desde muy pequeña Sánchez Torres estuvo atraída por la confección de alimentos pero nunca imaginó que terminaría dirigiendo un negocio gastronómico. “Desde muy pequeña mi mamá me matriculó en clases de cocina porque me gustaba cocinar”, recordó con emoción.
La mujer de 43 años dijo que siempre tuvo la visión de tener un negocio pero nunca pensó en tener un restaurante. Su enfoque estaba dirigido hacia la instalación de un parador ecoturístico, ya que posee estudios en ecoturismo, además de historia. Sin embargo, durante sus años de estudios graduados trabajó en varios restaurantes, resultando ser todos, casualmente, restaurantes italianos.
Sánchez Torres llegó a ser empresaria casi por accidente. “Recuerdo que vine al Festival Casals un domingo aquí en la Universidad de Puerto Rico y me quería comer una pizza pero no encontré un lugar ideal que estuviera cerca para hacerlo. Estando en el semáforo cercano a la Facultad de Humanidades pensé en que montaría una pizzería con las características que yo entendía eran las mejores”, comentó.
Durante varios días se dio a la tarea de buscar un local y al pasar por la Ponce de León encontró el lugar ideal. Pero, a pesar de tener el lugar, Sánchez Torres no contaba ni tan siquiera con un plan de negocios para el restaurante. Fue entonces cuando tomó un curso básico de cómo iniciar un negocio, que la llevó a realizar su plan. Varios meses después, casi sin ahorros y con una oferta para alquilar el lugar, Sánchez se lanzó a la aventura. Para agosto del año 2009 ya tenía el plan de negocios listo y fue a varios bancos a solicitar préstamos.
Lamentablemente, todos le fueron denegados por el precario estado de la economía en la Isla. “La quiebra más alta de préstamos comerciales era de restaurantes”, añadió.
Al tener un contrato establecido y no el dinero para iniciar su negocio Sánchez se dedicó por un mes y medio a raspar el techo del edificio en lo que encontraba una solución a su situación. Para darle vida a su sueño necesitaba 70 mil dólares. “Casualmente me encontré a un amigo, que tiene recursos económicos, al salir de un concierto de música clásica. Éste me preguntó por mi negocio y cuando le comenté lo que pasaba me dijo que evaluaría mi plan y si podía me ayudaba”, relató. Y así fue, el hombre le dio a Sánchez $20 mil dólares para que pudiera comenzar.
El primero de febrero del año 2010 finalmente abrió Il Carreto, un restaurante italiano donde la comida que se ofrece es de origen orgánico. “Yo quería que el ofrecimiento fuera natural, cónsono con mis ideas sobre el ambiente”, dijo.
Sin embargo, al poco tiempo, Sánchez Torres recibió un golpe que no esperaba: la huelga de la Universidad. “Si el primer año de un negocio es malo, imagínate los primeros siete meses de tu negocio en donde cuatro de ellos estuvo cerrada la Universidad. Fue terrible, pero aun así las buenas críticas del lugar me mantenían fuerte”, confesó.
“Muchos juraban que yo iba a durar sólo tres meses en el negocio. Después me quemé porque se me explotó el horno. Estuve dos meses quemada y eso sucedió al tercer mes de abrir la pizzería”, añadió. A pesar de haber tenido tantos escollos Sánchez siguió adelante y así llegó el segundo año del restaurante.
Actualmente, la empresaria incorporó un programa de reciclaje al negocio, entre otros esfuerzos. “Pude combinar mi pasión por el ambiente con la comida”, señaló.
Una de las más recientes innovaciones de Il Carreto es la presentación de artistas del patio, pues Sánchez tiene un compromiso con la música. “La idea del negocio surgió luego de mi salida de un concierto de La Orquesta Sinfónica en el Festival Casals. Yo siempre dije que si yo no hubiera ido a ese concierto jamás hubiese puesto una pizzería”, argumentó.
Pero Casals no tan sólo la acompañó ese día. Mientras buscaba accesorios para su negocio en el “Ejército de Salvación” encontró un disco del afamado artista grabado en París en el año 1924. Desde ese día y durante todo el proceso de renovación del local le acompañó el músico.
“Lo bonito es que cuando yo cumplí el primer año invité a una artista a tocar en el local y vino acompañada de un amigo chelista. Al yo hacerle el cuento al amigo de que monté el negocio a raíz de Casals (quien tocaba el chelo) me dijo que era familiar del músico. Fue ahí donde le comenté que tenía un disco que me acompañaba todos los días y me dijo: ‘ah sí, siéntate ahí’. En ese momento me comenzó a tocar todas las piezas del disco y al terminar me dijo: ‘ese era, ¿verdad?’. Mis lágrimas lo decían todo”, finalizó.
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