
En la sala de su casa en Hato Rey, Victoria Espinosa pasa revista sobre lo que han sido seis décadas dedicadas al teatro nacional. Lúcida como siempre, la eterna profesora, la Vicky que durante los últimos 30 años se ha dedicado a salvaguardar la historia del Departamento de Drama del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) y del teatro puertorriqueño en general, habla sobre lo que cree que está bien y mal en el histrionismo boricua. “Recuerdo cuando yo estuve en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), de 1984 a 1988. Para ese entonces, Paco [Francisco] Arriví quería que el teatro fuera una industria, porque eso es lo que se supone que sea, que el teatro fuese como otra profesión, otra carrera, justo como sucede en todos los países del mundo. Hace falta que a los ‘teatristas’ se les reconozca como obreros de la cultura, que puedan vivir de eso”, expresa, su tono de voz más enfático con cada palabra. Espinosa, nacida en Santurce el 26 de marzo de 1922, fue una parte integral del Teatro Rodante de la UPR y del Departamento de Drama de dicha institución. Tras graduarse de escuela superior en la Central High en 1940, se entregó al teatro en la UPR, dirigiendo obras de 1949 a 1964. Fue una de las fundadoras de la Comediata Universitaria donde dirigió piezas de Shakespeare, Molière, y Federico García Lorca, y estableció un idilio con este último que aún perdura. Espinosa es de las que plantea soluciones. Por ejemplo, a la misma vez que denuncia lo caro que están los teatros y la mala administración que las agencias gubernamentales les han dado, también respalda espacios pequeños, que considera idóneos para realizar teatro experimental. Alabó las gestiones en espacios como Yerbabruja, Diplo, Taller Cé y Coribantes y ve con buenos ojos las propuestas de colectivos especializados en hacer teatro “de guerrilla”, como Agua, Sol y Sereno, Papel Machete y Jóvenes del 98. Asimismo, comparó a estos colectivos con otros que en el pasado han hecho lo mismo, como el grupo que estableció en la década de los setenta Lydia Milagros González (hija de José Emilio González), denominado ‘Libretos del tajo del alacrán’, de donde salió otro junte, denominado ‘Anamú, la yerba que el chivo no mastica’, al cual Espinosa perteneció. La trayectoria de Espinosa, quien tiene más de 120 obras en su haber como directora, ha sido reconocida alrededor del mundo: desde el premio Rafael Cordero, que le otorgara la Asociación de Maestros en 2004, hasta recibir el Pozo de Plata en España por su dedicación a Lorca y un galardón en Miami por su trabajo en todo el teatro latinoamericano. Actualmente, Espinosa trabaja en un libro que, si bien no es autobiográfico, relata en parte su vida en el teatro, la existencia del Departamento de Drama, y hace un análisis exhaustivo sobre la importancia y la cronología de Lorca en el teatro puertorriqueño. Lo que comenzó como un idilio “surrealista” se convirtió en una verdadera obra de vida que toca distintas facetas del teatro y el quehacer puertorriqueño, “pues el teatro tiene que ver con todo”. Y será específicamente en ese libro donde la eterna profesora de drama hablará sobre lo bueno, lo malo, lo lindo y lo feo del teatro. A nosotros, sin embargo, nos dio una primicia, pues nos dijo que tenía algunas cosas que le urgía compartir. “Es que hay cosas que quiero decir, pero tengo que usar mucho tacto. Yo pensaba que el título de Profesora Emérita de la UPR era algo y no es nada. Por ejemplo, yo pude haber ayudado mucho en la restauración del Teatro de la Universidad y del Matienzo. Hubo muchas cosas en las que pude ayudar, pues mi preparación no es solamente para dirigir, si no también técnica. Lo puse todo por escrito en Rectoría y allá se quedó. El Teatro lo restauraron y aún adolece de muchas cosas. Y en el Matienzo… allí pusieron el aire acondicionado en embocadura, cuando en un teatro eso nunca se hace, porque el público pasa trabajo escuchando a los actores. Contratan ingenieros y arquitectos que no saben nada de teatro”, apostilló. “Yo también he propuesto algo, que yo le llamo ‘El triángulo de fuerza’, que puede ayudar a arreglar muchas cosas en los distintos niveles educativos y académicos del País. Yo pienso que si se une al ICP con la Universidad y el Departamento de Educación y se le da un término de 10 años por lo menos a un sólo ente para que lo dirija y no haya un ‘cambia-cambia’ cada cuatro años por cuestiones políticas se puede hacer mucho más”, añadió. Después de todo, Espinosa nunca ha sido conocida por malgastar el tiempo. A sus 86 años, su obra y su ética de trabajo siguen más fuertes que nunca. Es más, este mismo mes retorna a las tablas, ¡cómo actriz!, para participar en un montaje moderno de Las preciosas ridículas de Molière. Su personaje, dijo, “es uno cortito, pero interesantísimo”. Lo más intrépido del caso es que tendrá la oportunidad que colegas suyos como Matienzo y Arriví no tuvieron, pues la obra se realizará en el teatro que lleva su nombre. “Tienen que ir a verla… no hago algo así desde que estaba en Anamú. Es que aún me quedan muchas cosas por hacer y quiero aprovechar el tiempo”, acotó. Ahí no acaba la cosa. En diciembre también podrá ser vista en la pantalla grande, pues para ese mes están pautados los debuts de dos largometrajes en los que participa: Kabo y Platón, escrito por Mayra Santos Febres, y The Argentine, la historia del Che Guevara que protagonizan Benicio del Toro. “En ‘The argentine’ tengo una escena como de 15 minutos con Benicio y espero que no la corten. Hago de una señora que está enferma, doña Chana, y el Che la visita… es cuando único sale el doctor que hay en él. ¡Para mí fue una gran experiencia! En ambas me divertí muchísimo… ¡las muchachas me van a envidiar cuando me vean con Benicio!”, manifestó. Deberían envidiarla, pero por otras razones. Hay mucha gente que no tiene la mitad de su fuerza, ni de su ímpetu… aun cuando no llegan ni a una tercera parte de su edad. Hay Vicky para largo rato.