
En Facebook se corrió el chiste que decía que Kanye West había interrumpido el funeral de Patrick Swayze, para decir que el de Michael Jackson había sido mejor. En los comentarios del chiste se leía a una chica decir que West era un indocto atorrante, cosa que fue respondida por un muchacho diciendo que ese era el ejemplo del típico gringo ordinario y corriente. Son muchas las ocasiones que escuchamos a la gente decir cosas así, es más, nosotros mismos lo hacemos cientos de veces al día. ¿Cuántas veces no se dice que los gringos son esto o aquello, que los dominicanos son brutos, que los chinos son unos asquerosos, que las rubias son unas estúpidas o que los taxistas no saben manejar? Entre las muchas frases célebres geniales que dijo Albert Einstein, hay una que reza: “Es mas fácil desintegrar un átomo que una idea preconcebida”. Si alguien podía estar seguro de esto era este personaje pues tenía suficiente material para ser víctima de diversos estereotipos. Era judío, físico de profesión, un científico con el intelecto suficiente para ser considerado un genio y profesor universitario, entre otras cosas. La palabra estereotipo se refiere a la tendencia de reducir a los individuos y culturas a un cliché unidimensional: todos los X son así; él siempre hacen Y, siendo X una nacionalidad, una raza, un género, una afiliación política. Y donde Y es una conducta asociada a X. Einstein tenía razón. Escapar de nuestros prejuicios es una tarea ardua y difícil pues en su origen, los estereotipos nos ayudan a adaptarnos. Son un ahorro de esfuerzo cognoscitivo en la forma en la que vamos conociendo el mundo que nos rodea. El ser humano, por naturaleza, tiene la necesidad de colocarle una etiqueta a todo lo que se encuentra en su entorno, y muchas veces es mediante la generalización y el lugar común. Así pues los estereotipos cumplen una función inicial epistemológica pero también pueden impedirnos conocer y comprender a los demás si no somos conscientes de que muchos de ellos los hemos convertido en verdaderos prejuicios.
Pongamos el ejemplo del estereotipo del dominicano. ¿De dónde viene la noción de que son brutos? Este fenómeno se da entre casi todos los países fronterizos que tienen economías desiguales. Se da también entre los EEUU y los puertorriqueños que llegaron a Nueva York, se dio en la década de los ochentas en Venezuela para con los inmigrantes colombianos. La gente que llega al país con la economía más fructífera siempre pertenece a la clase baja y por lo tanto, la mayoría es inculta y tiene muy pocos estudios. Es por esto que los residentes ven a los recién llegados como incultos, brutos o inferiores. Pero esto no quiere decir que los ciudadanos de los países de donde provienen también carezcan de conocimientos y el academicismo equivalente al de los del vecino país. El ejemplo más claro que me viene a la mente, el dominicano Pedro Henríquez Ureña, considerado uno de los humanistas más importantes de América Latina en el siglo XX. Otro ejemplo muy de moda en estos días es el estereotipo del “policía bruto”. Si ciertamente la imagen de los representantes de la ley en nuestro País se encuentra un poco mancillada con los últimos actos acaecidos en la Isla, hay que ser justos con los cientos de hombres y mujeres entre las filas de uniformados que son gente buena, correcta, ecuánime y moralmente intachable. Gente muy brillante y culta se visten de azul a diario y cumplen con la función de protegernos y servirnos. Incluso existe la gente que se vale del cliché y el estereotipo para lograr sus fines. El deambulante que pide en las calles que en el fondo podría trabajar pero sabe que el estereotipo del tecato le conseguirá algunos chavitos. Incluso el prejuicio de la rubia tonta es explotado por millares de mujeres día a día. Desde Paris Hilton y Jessica Simpson que utilizan su imagen de tarada para mercadearse, hasta la chica que se hace la tonta para que su novio la consienta y cumpla con sus designios. Los estereotipos corren entre nosotros en nuestro día a día y son un aspecto muy difícil de evitar de nuestra naturaleza humana. Pero para tener un concepto más amplio del mundo y entender a aquellos que nos rodean, es imperativo que aprendamos a romper átomos y acabar con los prejuicios. Sólo así comprenderemos al que nos acompaña y seremos igualmente aceptados por ellos.