El País va por un “wrong way”. El Gobierno cada vez “turns” más “to the right” que “to the left”, y con sus recientes acciones, sin duda le han dado un “stop” a la cultura puertorriqueña. Las palabras entrecomilladas en este texto serán varias. Ojalá las del párrafo anterior no hayan sido problema a la hora de entenderlo. Si sí, pare “this reading”. Bueno, aunque si lo son, mejor que no sean guaynabeños los confundidos, porque entonces difícilmente podrán conducir correctamente en su ciudad. Todo comenzó con un “city” como acompañamiento. Luego, cual si se tratase del título de algún programa televisivo policiaco, los azules se tradujeron a “blue” y las siglas PD se apoderaron de las patrullas para referirse al “Guaynabo City Police Department”. Ahora ya no hay solos, sino “onlys”, que no son lo mismo que “alone”. Ya no cedemos el paso, sino que lo “yieldiamos”. Al alcalde de Guaynabo City, Héctor, o quién sabe si pronto, Jector O’Neill, no hay quién lo frene en su iniciativa de verter los letreros de sus calles al “english”: City Hall, Downtown… Para algunos, la idea, aunque descabellada, deviene en beneficios. Al fin hay justificación para comerse los “stops”, los “yields” y guiar en el “wrong way”. Sólo hay que decir que eres parte del 80 por ciento de puertorriqueños que no domina el idioma, y el “police man” te tiene que dar un “chance”. Tendrán que cuidarse los guaynabeños si a la sobreexpuesta Evelyn Vázquez le da por transitar el municipio sin su diccionario Webster. Lo cierto es que el asunto del difícil colándose subrepticiamente entre las jaldas y las palmas de nuestra topografía no es nada nuevo. Basta con recordar el famoso Agapito´s Bar de aquel discurso de Luis Muñoz Marín, nuestros días de escuela elemental, cuando todo era “misi misi”, o decir que no vamos a “janguear” porque estamos “badtripiaos”. La lengua anglosajona cada vez está con mayor frecuencia en boca de todos. Entonces no se trata de puritanismo lingüístico, al fin y al cabo, las transformaciones del idioma son tan irremediables como necesarias. Pero una cosa es el curso natural que un lenguaje se va trazando, y otra muy distinta, y de paso, absurda, es forzar dichos cambios a través de la traducción de estructuras que ya tienen un nombre en español perfectamente funcional. Igual de condenable es que en España, la patria de Cervantes, no se hace un pare, sino un “stop” en la calle; tampoco los alumnos cogen un examen, sino un “test”. Al paso que vamos “in this Island”, poco le falta al “mayor”, no sabemos si guaynabito, para traducir su pueblo y borrar de una vez y por todas su origen precolombino. La verdad es que para los sajones debe ser medio complicado mencionar tan indígeno vocablo. Guaynabo significa, según su página web oficial: lugar de agua dulce. Que no nos extrañe entonces que de aquí a unos años, los letreros que demarcan los confines del municipio lean “Sweet water place City Limits”. Esperamos que este artículo haya podido ser entendido perfectamente por todos los ciudadanos de Guaynabo City. No sólo por aquellos que se gradúan de “private schools”.