
“La obligación del escritor no es comprometerse políticamente, la función social de la literatura inevitablemente no viene de un propósito programático y propagandístico, una novela tiene que ser fiel a sí misma, y, si lo es, defiende los grandes dos valores de la literatura: Lenguaje e imaginación”. – Carlos Fuentes En un mojado y nublado medio día, un grupo de personas comprometidas con la cultura manifestaron su descontento. “Otra vez”, dirán los que desde la sequedad y pasividad de sus radios escuchan las noticias del mundo, de ese que nos están vendiendo, de ese que nos arrebatan con leyes enumeradas y pretensiones zopencas. El malestar lo transcribí en mi libreta, en el contexto de otra de las tantas movilizaciones que se suscitarán si la Administración actual prosigue con actitudes que atentan contra los principios básicos del desarrollo intelectual y social. Es que con la anunciada remoción de cinco textos literarios del currículo de grado once de las escuelas públicas del País, por contener vocabulario y lenguaje “inaceptable y extremadamente burdo y soez”, la indignación se paró a leer frente al nuevo edificio del Departamento de Educación (DE). Vestido con la camisa negra-cual luto- que escribe: “Los periodistas no nos quedamos callados”, el presidente de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASPPRO), Rafael Lenin López, agarró una cartulina con mensaje de desaprobación a la política censora del DE. A su lado, estaba el micrófono que alzó las voces de los lectores, quienes verbalizaron las líneas de José Luis González, Carlos Fuentes, Edgardo Rodríguez Juliá, entre otros escritores. “¿Qué alternativas tenemos que no sea salir a la calle?”, cuestionó la actriz Cristina Soler a Diálogo Digital durante el acto de protesta. Sus expresiones, las que evidencian desconcierto, se dan ante un panorama de “desesperación”, como ella misma sostiene. “Ojalá estas acciones (las empleadas por el DE) fueran risibles”, indicó la comediante. Para la escritora y profesora de la Universidad de Puerto Rico, Magali García Ramis “es hermoso que estemos juntos repudiando” el acto de privar a las mentes jóvenes del enriquecimiento literario, y mucho más que la denuncia venga de parte de los gremios periodísticos y otros sectores de la cultura. Asimismo, señaló que esta censura “es una falta de respeto a los maestros, porque son ellos los que saben qué es adecuado y en qué nivel”. “Es un fundamentalismo terrible”, apostilló la autora de Felices días tío Sergio. Y las gotas de lluvia comenzaron a molestar. Las sombrillas se abrieron. Pero siguió la lectura por casi una hora y media. La política, la siempre presente, también protestó. La vicepresidenta del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), María de Lourdes Santiago, dijo a Diálogo Digital que la “censura es de las formas más burdas” de coartar el pensamiento crítico. “Es una manera de manipular la información; este Gobierno es especialmente torpe. Una mala palabra es privatización, una mala palabra es censura”, arremetió la líder independentista. Bajo un paraguas, el padre Yamil Samolot, director de la Escuela Teológica de los frailes dominicos de Bayamón, sostuvo que el problema con la orden del Secretario del DE, Carlos Chardón, no es el cierto carácter conservador que algunos críticos le han otorgado a la administración de Luis Fortuño, “el problema es el fundamentalismo” que impera en las determinaciones de este Gobierno. Para el religioso la Biblia también contiene un sinnúmero de alegorías sexuales, especialmente en el libro del Cantar de los cantares, y “la Biblia se sigue leyendo, no la han censurado. La educación debe ser para proponer desde la realidad, si hay desenfreno hay que hablarlo”, apuntó. Y ya pendiente del agua, que poco a poco se agudizaba, el sacerdote concluyó: “¿Qué tipos de maestros vamos a producir? Se tiene que educar para que los maestros lleven a los estudiantes a conclusiones éticas”. Así las cosas, los gotas salpicaron y humedecieron las pancartas. Todo el mundo partió con la certeza de que volveremos a vernos, y pronto.