#TBT / Carola García es de esas personas que hacen creer que la magia existe. Esa magia que vive en los secretos diminutos, en una sonrisa ancha, en un pétalo olvidado, en una palabra honesta, en el crepitar de una rama, en un lienzo razgado, en un movimiento súbito y feroz. Carola, como cariñosamente la conocemos, ha sido nuestra profesora, nuestra amiga. Esa mujer explosiva que transforma el salón de clase en un circo juguetón, en una estampa dolorosa de una dictadura, en una orquesta sinfónica de voces que intentan ser entrenadas, en una noche de boleros, en una tertulia urgente para poetas- en un sueño, siempre en un sueño. En este retrato en blanco y negro, tomado en septiembre del 1988, está Carola cuando era ella quien transitaba por los pasillos del Departamento de Drama, como nosotros, buscando, buscando. Ahí está la artista sentada frente a las luces brillantes de un camerino, preparándose para mudar la piel hacia un personaje. La misma mirada atenta, la misma melena rubia. Carola, la estudiante. Carola, la profesora. Hoy Carola irrumpe en el salón vestida de colores. Llora, ríe, canta, juega. Y nosotros, sus estudiantes, lloramos, reímos, cantamos, jugamos. Nos despojamos del miedo. Nos lanzamos al vacío, sin huir del ridículo, con fuerza, desnudos. Carola nos invita a conservar la capacidad de asombro, a jugar en serio con la vida y el arte, que son lo mismo. Somos muchos los que gritamos… ¡gracias!
Foto por Ricardo Alcaraz Díaz, texto por Gabriela Saker.