Ante tanto afán de ruptura, revolución y reto, cualquiera queda lelo ante el bombardeo de las propuestas del arte contemporáneo. La resistencia a la apertura de los sentidos más allá de las fronteras clásicas y modernas se apodera de muchos espectadores que les dan la espalda a las manifestaciones artísticas del presente que no se entienden inmediatamente o que a primera vista constituyen un revolú tramado por artistas fuera de sí o en proceso de hospitalización en alguna institución psiquiátrica. El cliché impera. Aún así, grandes ferias de arte contemporáneo internacionales como ARCO en Madrid y CIRCA en San Juan atraen personas de todo tipo y se han convertido en espacios de intercambio cultural para millones. De alguna manera insospechada, las masas se sienten convocadas por la abstracción, la utilización de medios no convencionales para crear piezas de arte, los mensajes fuertes o vulgares y, sobre todo, la multiplicidad de productos artísticos que se exhiben para la venta a pesar de que no se trata de mercancías “útiles”. ¿Cuál será el discreto encanto del arte contemporáneo? ¿Su irreverencia superlativa en todos los términos imaginables? ¿Su maridaje con otras formas artísticas y la borradura de las vallas que las separaban radicalmente hasta hace medio siglo? ¿El relajamiento del protocolo, de la pompa y circunstancia, de los estándares de pureza y purismos, del lenguaje afectado con el que se identificaba la estética cuasisagrada de un Oller, un Miguelángel? No tengo una respuesta para ello, pero del arte contemporáneo valoro el reconocimiento de la descomposición, la experimentación con las coordenadas conocidas y la expresión de lo imperfecto. Esta edición temática de Desafío es prueba de que esas preguntas también asechan a los columnistas quienes, como este editorialista y el artista argentino Gabriel del Ponte, también luchan por desatar sus prejuicios de la estaca que es el pie forzado que se les asigna para que se complete este proyecto periodístico unitario. Del Ponte trajo al Centro de Convenciones de Puerto Rico, para CIRCA 09, un estudio de la pieza “John Manners, Marquess of Granby”, un retrato que le hiciera el pintor inglés Joshua Reynolds alrededor del 1763. La interpretación de Del Ponte deconstruye de muchas maneras la pintura clásica que presenta al personaje victorioso junto con su caballo y su esclavo en la batalla de Vellinghausen. Al respecto, el artista comentó en un aparte con Desafío que siempre se ha “interesado por la pintura clásica pero, a su vez, tengo base en el diseño y la construcción, la arquitectura; en lo angular. Al hacer este estudio se me destaca esta tendencia”. Añadió que empezó “a trabajar con la imagen clásica, la desarmé utilizando otros materiales. Es una pieza multimedia que tiene un marco de aluminio, sobre madera, tiene resina, sellador a base de tiza, óleo, acrílico, etc. En la cabeza mezclo esos materiales y los manipulo para que surja esa estética. De hecho, es una pieza táctil”, explicó el también creador del mural “Perla americana” en un furgón exhibido en los CIRCALabs que tuvieron lugar en el centro comercial Plaza Las Américas. Al cuestionarle qué es lo que atrae a tanta gente al arte contemporáneo que ha convertido en su forma de vida, Del Ponte sostuvo que “no se trata de la irreverencia. Lo que vende es la ironía, la comicidad. No creo que existan artistas más o menos capaces en la época clásica y ahora. Lo que ocurre es que hoy tenemos acceso a otros materiales y a otras vivencias”. Además, subrayó que “los valores y la realidad que se reflejan en la obra original tienen que ver con las clases altas, con artistas que tenían mucho tiempo para pintar, pero hoy los artistas se enfocan en la demanda y en la necesidad de expresarse en otras velocidades”, concluyó. Voilá. El artista ha dado en la estaca. Quizás lo que tanto seduce del arte contemporáneo es su manipulación de esas tantas “otras” velocidades en las que soñamos movemos ahora.