Psicólogos y humanistas deliberan la forma en que escribir surge como experiencia de catarsis y desahogo, acción que podría ayudar a procesar momentos específicos de la vida que nos abaten.
Luego de leer varias reflexiones escritas por desconocidos, cavilé en una cosa: sus palabras bordaban una experiencia de desahogo. Detrás de sus letras consonantes y vocales se entreveía una especie de catarsis que pretendía ser inadvertida, aunque en cada palabra había un trueno implícito. Asimismo, me detuve a pensar en que muchos –y tal vez más personas de las que imagino– han de haber escrito alguna vez buscando purgarse los fantasmas.
Unos habrán escrito algo similar a la poesía; otros simplemente han de haber condensado sus palabras en un papel que, luego de arrugarlo con la mano, fue encestado en un zafacón. Pese al destino de sus palabras, el despojo o –al menos la sensación de haberse liberado– habrá sido un denominador común. Ahora bien, más allá de meros pensamientos y apreciaciones personales, ¿escribir sirve, en efecto, como vía al desahogo? Mayra Santos Febres, escritora puertorriqueña, nos dice que “escribir exterioriza el cúmulo de sensaciones que llevamos adentro. Además, ayuda a reflexionar. La magia de escribir es encontrar que uno sabe más de lo que supone y desconoce más de lo que imagina. La escritura es un gran espejo”.
A su vez, la Dra. Ana Tavárez Vélez del Programa de Alternativas en Prevención y Servicios Psicológicos al Estudiante (PAPSSE), expone que “es recomendable [escribir] porque es catártico. Es una forma de desahogo, que ayuda a sacar el dolor”.
Esto logra una congruencia con Santos Febres al decir que “escribir me libera” y que si no escribe revienta. La escritora, quien también es catedrática y dirige el taller de narrativa de la Univesidad de Puerto Rico, confiesa que al terminar de escribir la única sensación que experimenta es alivio. Por otra parte, Tere Dávila, escritora y publicista puertorriqueña, recalca que su libro “El fondillo maravilloso y otros efectos especiales” abarca distintos relatos inconexos en los cuales prestó a sus personajes sus frustraciones y las cosas que la intimidan en lo personal. Un ejemplo es el machismo, el cual presenta en este libro de una forma “burlona”, como mecanismo para enfrentarse e inmunizarse ante esta conducta.
A su vez, la Dra. Ana Tavárez Vélez da el ejemplo del coraje y la intimidación como energía que al escribir se descarga y que ayuda a manejar la situación de una forma más adecuada. Además, señala que escribir sobre las situaciones que aquejan es una técnica utilizada en la psicoterapia para superar distintos procesos como la pérdida de un ser querido sin haberse despedido de él. Asimismo, Tere Dávila confiesa que al escribir acerca del machismo de una manera “burlona” pudo enfrentarlo y descargar los sentimientos de intimidación que sentía hacia esta conducta, lo que coincide con lo señalado por la Dra. Ana Tavárez Vélez.
La Dra. Ivelisse López expone que “cuando la gente escribe entra en catarsis”. A la par, los textos de Tere Dávila tratan un desahogo social –más allá del suyo personal– incluyendo temores y situaciones que ve en otras vidas, sirviendo así de portavoz para el desahogo de otros. Dávila admite: “Al momento de escribir no lo veo como un desahogo, pero al detenerme a leer lo escrito me doy cuenta que para crear historias utilicé cosas que, en lo personal, me abatían, logrando así, desahogarme de una manera tal vez inconsciente”. De acuerdo a la Dra. Ivelisse López, escribir sobre lo que provoca tristeza pone a la persona en perspectiva y así comienza el proceso de entenderlo y poderlo trabajar, que es el camino para superarlo. Mientras que, por su parte, escribir le ha permitido a la escritora Mayra Santos Febres acceder al desahogo de frustraciones e infortunios personales.
Escribir es para Santos Febres una escuela de lo sentimental, una vía que le permite compartir una pena, una alegría y una forma de ver el mundo. Cabe señalar que la doctora ofrece talleres de sanidad interior enfocados en la consejería para ayudar a otros.
Algunos de los talleres son: “Escribir para sanar el alma” y “Taller psicoespiritual”, este último con el propósito de resolver situaciones que han dejado estigmas. Dichos talles son ofrecidos en la Iglesia Ciudad Universitaria.
Por otro lado, la Dra. Ana Tavárez Vélez sostiene que la técnica de escribir lo que se siente puede ayudar a superar, pero es importante que una persona deprimida busque ayuda profesional. De esta forma se le hará un plan de intervención y se le ofrecerán otras alternativas para lograr superar ese proceso. A su vez, la Dra. Ivelisse López agrega que es sanador escribir un diario o las memorias, al igual que escribir un poema o una carta a la persona que ha provocado el daño exponiéndole la situación. Hay momentos específicos en la vida en que escribir podría ayudar a procesar.
Sin embargo, de haber una situación grave de depresión sería precisa y substancial la intervención de un profesional de la Salud.
Las perspectivas de las psicólogas Ana Tavárez e Ivelisse López coinciden en que escribir funciona como una experiencia catártica. Mientras tanto, las perspectivas y experiencias de las escritoras Mayra Santos y Tere Dávila se topan en que la escritura ha servido –mayormente de manera inconsciente– como desahogo. Este panorama sugiere la posibilidad de recurrir a la escritura cuando se pierda un poco el foco –en distintos momentos de la vida– a causa de las aflicciones. De esta forma se puede tener en la mano –literalmente– una iniciativa para exorcisar los demonios que de noche brincan en la cama y que estorban el sueño sádicamente.