El género de la comedia romántica existe como se planteó desde sus comienzos en el cine clásico de Hollywood porque la gente se enamora y muchas veces, al alcanzar el amor o intentarlo, suele ser tan hermoso, patético y doloroso, que da hasta risa. En las comedias románticas clásicas de los años 40 y 50, la comedia era muchas veces una de “enredo”, en la que obstáculos dentro y fuera de su control le impedían a dos personas juntarse o dos personas totalmente opuestas terminaban juntándose por una serie de hilarantes circunstancias. Los reyes de este tipo de comedia eran directores como Ernst Lubitsch, Leo McCarey o George Cukor, y estrellas como Cary Grant, Irene Dunne, Rita Haywort, Marilyn Monroe, Audrey Hepburn, Ingrid Bergman, Spencer Tracy y Katharine Hepburn, entre muchos otros. La comedia romántica mantuvo más o menos su molde, hasta que en los 60 deviniera en un tipo de comedia más picaresca a tono con la revolución sexual de la época y, de ahí, siguió su curso hasta que en 1977 Woody Allen le presentara al mundo Annie Hall, que cambiaría para siempre la faz de la comedia romántica con su tono más reflexivo, sus diálogos llenos de ingenioso intelecto y una franca y real mirada a las relaciones humanas que tan memorablemente nos presentaron Allen y Diane Keaton en los personajes de Alvy Singer y Annie Hall.
Sin embargo, desde ese entonces, es raro ver una comedia romántica en que el intelecto y la honestidad pesen más que el burdo intento por hacer reír, sostenido por una serie de inverosímiles situaciones. Hemos tenido que soportar un año lleno de películas como The Ugly Truth, The Proposal o He´s Not Just that Into You para llegar a una joyita como (500) Days of Summer, de Marc Webb, una comedia romántica tan encantadora como sincera en la cual precisamente se encuentran muchos de los mejores momentos de comedia romántica desde el mejor Woody Allen. Annie Hall es claramente el modelo a seguir de Marc Webb y sus guionistas, Scout Neustadter y Michael H. Webber, en cuanto a la franqueza de los personajes y las situaciones que presentan además del balance muy bien conseguido que se logra entre lo encantador y lo patético, la ilusión y el pesimismo, lo humano y lo imaginado. Estamos ante una comedia que con lo liviana y fresca que pueda resultar después de haberla visto nos deja pensando a veces demasiadas cosas a la vez. No puedo evitar dejar de pensar que quizás es de esas películas que provocan tantos romances como rompimientos amorosos. Al igual que la generación de finales de los 70 se vieron reflejados en Annie Hall, (500) Days of Summer habla con creces a esa generación que fuimos adolescentes en los 90 y jóvenes adultos a comienzos del siglo 21, que íbamos a caballo entre el pesimismo y la ilusión, la intelectualidad y la rebeldía, el idealismo y la sordidez. Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt) nos es presentado como un joven que creció entre el oscuro cinismo del rock británico -Joy Division, The Smiths, The Clash- y que vio demasiadas veces The Graduate -esa eternamente joven joya de Mike Nichols, oda a la generación joven de los 60 que rompió con el inconformismo sin saber exactamente por qué lo hacía- dándole una interpretación errónea. Tom trabaja como escritor de tarjetas postales ya que no ha podido conseguir un trabajo decente en la profesión que estudió, arquitectura -si se identifica tanto como el que escribe con este personaje, tal vez deba de dejar de seguir leyendo. Lo mejor que le ocurre a Tom en su trabajo es que un día normal tiene la certeza de haber conocido el amor de su vida: Summer Finn (Zooey Deschanel), la joven asistente de su jefe, una belleza etérea que siempre se hace notar dondequiera que esté, fanática de Ringo Starr, Belle and Sebastian y claro está, de The Smiths. Las pocas conversaciones que tiene con Summer le hacen llegar a la clara decisión que ella es lo único que el realmente ha querido en la vida; sin embargo, Summer parece no poder ni querer comprometerse con nada serio con él. Su punto es que no sabe lo que quiere, pero sabe que a Tom lo quiere quizás temporalmente, no para toda la vida. Tom, por otro lado, está empeñado en “definir” la relación que quizás para Summer ni siquiera existe. Un dilema demasiado parecido a la realidad de tantos a los veintitantos años que parece imposible que lo estemos viendo develarse ante nuestros ojos con tanta honestidad en la pantalla de cine. La historia de Tom y Summer es nuestra historia propia con algún amor, la historia de algún amigo o conocido. Esto podría dar pie a pensar que el filme se inclina por la justificación del lado masculino del asunto, pero la realidad es que ambos personajes están tan bien escritos e interpretados que no queda duda de poder tener empatía con ambos, y que en algún momento dado del filme uno se sienta tan Summer y en otros uno se sienta tan Tom. Zooey Deschanel es la actriz perfecta para Summer. Desde que despuntó en Almost Famous la hemos visto en diferentes versiones de la chica independiente, alternativa y libre. Summer parece ser la culminación de esos papeles, una “Annie Hall” de nuestros tiempos. Deschanel tiene tanto encanto como Diane Keaton, pero por momentos parece tener un aura tan etérea que parece haber sido sacada de un cuadro o una escultura. Tiene esa combinación de ser lo suficientemente real y a la misma vez parecer que no hay mucho de terrenal en ella. Joseph Gordon-Levitt es también una figura ya muy vista en esta década en varios filmes independientes. Tanto en físico como en actitud es un perfecto “poster boy” para el desencanto de tantos jóvenes adultos de comienzos de siglo. Gordon-Levitt hace un trabajo extraordinario en mantener en su caracterización un nivel tan real que nada en su personaje parece exagerado. Al igual que el mejor Jack Lemmon, Gordon-Levitt se balancea entre lo patético y lo humano como pez en el agua. Cuando lo vemos deprimido por Summer yendo al cine a ver un maratón de películas de Ingmar Bergman -admítanlo, alguna vez sintiéndose deprimidos han hecho lo mismo- no estamos viendo un acto de desesperación que provoca risa fácil, estamos viendo un acto que provoca risa por lo cómplice que nos hace sentir a nosotros espectadores de su misma desesperación que por otro lado tengo la certeza de que casi todos hemos compartido. Por no hablar de las escenas en que busca el apoyo de su gran paño de lágrimas, su hermana menor Rachel (Chloe Moretz), que recién entrando en la pubertad parece tener más experiencia que su hermano en vericuetos amorosos. El filme se mueve de alante hacia atrás en la relación de Tom y Summer, otra acertada decisión de los cineastas al entender que en las relaciones que quedan en la memoria no siempre la cronología es lo más que se recuerda. Es ese entremezclar de buenos, malos y horribles momentos que se empeñan a volver a nosotros. Por eso es que esa línea narrativa no confunde, sino ensalza el relato y los eventos a contar. El día 323 pudo haber sido mejor que el día 2, y por eso quizás en tu memoria lo recuerdes antes, o con mayor claridad. Si algo establece a (500) Days of Summer como quizás la mejor comedia romántica de años recientes, es ese empeño en no ser tan ilusoria como el mismo cine y ser lo suficientemente real para saber que para muchos nada cambiará, que seguiremos metiéndonos en las mismas relaciones, cometiendo los mismos errores, sufriendo los mismos desencantos y saboreando las mínimas victorias que nos aparezcan en el camino, después de todo ese ciclo es tan necesario como el de respirar, y no olvidemos, después del verano, viene el otoño. El autor es cineasta y escritor