A los pioneros y embajadores,
mis compañeros, poetas, cantores,
a los guerreros mis bendiciones,
para los barrios les traigo estas flores.
Y a los gobiernos, los opresores,
los embusteros y abusadores
aquí te apunto con mis cañones,
sin mucho truco, trabuco señores.
Trabuco, SieteNueve
El cimarrón dominicano Sebastián Lemba, en una de sus tantas hazañas contra los españoles a mediados del siglo XVI, agarró un trabuco para alcanzar su libertad.
Cinco centurias después, el hip-hopero boricua SieteNueve también se armó con un trabuco. La escopeta, sin embargo, emana de sus labios. Con cada proyectil, visibiliza la historia de los marginados y le hace una merecida oda a su herencia y su cultura.
Porque, a fin de cuentas, ¿quién no le teme a un fusil de boca acampanada y alto calibre?
Mucho ha pasado desde Trabuco (2007), segunda producción discográfica de SieteNueve, para quien ese proyecto “tanto espiritual como rabioso” definió su propuesta musical. Precisamente, para reflexionar sobre uno de los discos más importantes del hip-hop puertorriqueño, conversamos con el artista sobre anécdotas del proceso creativo que lo originó y cómo lo percibe una década después.
Pero quizás lo primero que habría que tener en mente es que SieteNueve, más que intérprete de hip-hop, es un salsero frustrao’. Lo segundo, que ninguno de sus padres son músicos, pero que en su casa siempre se respiró música.
Y lo tercero, que un ‘walkman’ que su abuela le regaló y un ‘cassette’ de Vico C y Public Enemy, cortesía de su primo, fueron todo lo que necesitó para que los bríos de rapero se apoderaran de él a sus 11 años.
“Esto escúchalo aquí porque si lo pones [allá] abuela te va a meter porque habla malo”, le dijo su primo. A partir de ahí, recordó SieteNueve, lo único que hacía era rapear, rapear y rapear.
Esa fiebre evolucionó en lo que es hoy su trayectoria en la escena local, que incluye su primer disco, El Pro-Greso (2003). Cuatro años más tarde vendría Trabuco.
Este último álbum incorporó el sonido del jazz “sin que perdiera la esencia del hip-hop”, consideró SieteNueve.
Por un lado, en Trabuco participaron cuatro jinetes del jazz puertorriqueño: el saxofonista David Sánchez; Jerry Medina en los vocales; el trompetista Charlie Sepúlveda y el percusionista Héctor ‘Coco’ Barez. Por el otro, en la labor de hechizar con los ‘beats’, se valió de productores como Nuff Ced, Maxine Hi-Fi, Jko Dox y Yallzee.
Para SieteNueve, esa mezcla del jazz con los ‘beats’–o pistas– fluyó bien natural en Trabuco, lo que sumado a los temas de corte anecdótico y sociocultural, hacen del disco un cañón indetenible, una inmensa aportación al hip-hop y a la música puertorriqueña en general. Esa combinación –la necesidad de músicos en vivos junto a sintetizadores y computadoras– también ha calado en su ‘modus operandi’.
“Yo ahora mismo no hago ‘shows’ si no es con la banda. Incluso se me hace difícil pensar cuándo voy a hacer un tema [solo] con un ‘beat‘, confesó.
Otra constante en la trascendencia de Trabuco subyace en la celebración que hace SieteNueve de sus raíces dominico-puertorriqueñas. Sencillos como ‘Cimarrón’, ‘A.L.M.a’, ‘Mar I Prosa (A Minerva)’ y ‘Betún amable’ ejemplifican el respeto por el lugar de origen.
En ‘Mar I Prosa (A Minerva)’, de hecho, el cantante homenajea a Minerva Mirabal, una importante figura en la historia de la República Dominicana durante la dictadura (1930-1961) de Rafael Trujillo, partiendo de un popular relato.
“Mi abuela siempre hablaba de ese suceso de cuando mataron a las hermanas Mirabal [en 1960]”, narró. Pero antes de que eso pasara, “abuela decía que Trujillo sacó a bailar a Minerva y que se pasó de la raya y Minerva le dio una bofetá a Trujillo. Eso era cuando nadie tocaba a Trujillo y a mí eso siempre se me quedó en la cabeza”, precisó SieteNueve.
A ti que abofeteaste los cachetes del imperio.
A ti toda mi musa, mi corazón abierto.
Mar I Prosa (A Minerva), SieteNueve
Otra figura de peso también está presente, y con su tributo, en Trabuco.
“Siempre vi a Tite Curet Alonso como un superhéroe”, soltó SieteNueve sobre uno de los más grandes compositores de salsa en el mundo. El rapero no olvida las conversaciones que tuvo con Tite Curet –siempre con un trago de bilí en mano– y, especialmente, lo mucho que le impactó su muerte. De camino a su entierro fue que concibió ‘Betún amable’, homenaje póstumo que aparece en Trabuco.
Su aferro por la salsa también lo ha llevado a expresar sus respetos al género mediante las carátulas de sus discos. En El Pro-Greso, SieteNueve recreó la carátula de El Progreso (1978) de Roberto Roena. En Trabuco, mientras, rememoró Lucumí, Macumba, Voodoo (1978) de Eddie Palmieri, a la vez que dejó claro su fe en la santería.
“Creo que esa es mi aportación a la salsa. Como soy un salsero malo por lo menos la carátula lo lleva”, comentó entre risas.
En canciones como ‘Comunidad especial’, ‘De vuelt@’ y ‘Guasábara’, SieteNueve apuntó su trabuco musical a asuntos de carácter social. Diez años después, entiende que sus letras en estos temas continúan vigentes, y lo estarán “todo el tiempo porque la desigualdad social no va a cambiar de la noche a la mañana”.
“El rap es la voz de la desigualdad”, lanzó como argumento para ventilar su hastío con los problemas sociales mediante el género que representa. Son esas inequidades las que motivaron a que SieteNueve se enclaustrara en el Residencial Nemesio Canales para grabar Trabuco.
Aunque reconoció que lleva tiempo sin hacer un disco completamente de material nuevo –su tercera producción, Antología (2012), incluyó temas de discos anteriores–, aseguró que todavía le incomodan muchas cosas y por eso va a “tener que seguir soltando”. Si las cosas fueran fáciles “no hablara de lo que hablo”, sumó.
Trabuco, pues, símbolo de poderío y miedo. SieteNueve, evocando la memoria de Lemba, apuntó su trabuco y disparó de manera contundente para visibilizar a los marginados y su cultura. Y diez años después, siguen siendo ensordecedores.