La violencia cotidiana, el sentido de pérdida, la lujuria descontrolada y la enajenación social son elementos que desencadenan la trama de la novela “Los vivos y los muertos”, inspirada en una macabra historia ocurrida en la vida real. Se trata de una serie de muertes trágicas, asesinatos y suicidios ocurrida entre un grupo de adolescentes a mediados de la década de los 90 en el pueblo de Dryden, en Nueva York. Un escenario con especial significado por quedar a sólo 20 minutos de donde reside y una historia que le atrajo en gran parte por su exceso. A partir de esos sucesos, Edmundo Paz Soldán, profesor de Literatura en la Universidad de Cornell y uno de los mayores representantes de la nueva narrativa hispanoamericana, crea un pueblo habitado por personajes cuyos monólogos van develando los hechos y los cuales ponen de manifiesto la psique de toda una sociedad. El autor, quien ha recibido numerosos premios, entre los que destaca el Juan Rulfo (1997), centra por primera vez su relato en Estados Unidos, en donde reside hace 20 años. Mientras se adentraba en la trama de la novela, la cual está marcada por la violencia, ¿cuáles fueron sus reflexiones en torno a esta problemática en Estados Unidos? Por un lado, que la violencia es lamentablemente una parte fundamental de la vida cotidiana en los Estados Unidos. Y, por otro, que buena parte del problema tiene que ver con una falla en las redes de apoyo social que permitirían solucionar a tiempo ciertos problemas en grupos como los adolescentes. Creo que el otro problema tiene que ver con la facilidad para conseguir armas. Ésta es una sociedad que fue fundada en base al derecho a portar armas. Está inscrito en la Constitución. Pero es una Constitución que quizás no responde hoy, en esa parte por lo menos, a la facilidad que tiene hasta un adolescente para conseguir armas, y también al poder destructivo de estas armas con el desarrollo de la ciencia y la tecnología a lo largo de estos siglos. ¿Cómo compara la situación de la violencia en América Latina con la violencia en Estados Unidos? Escribí una novela de adolescentes hace diez años ambientada en Bolivia, “Río Fugitivo”. El tipo de violencia juvenil en Bolivia, comparada a la de Estados Unidos, generalmente no está marcada por el uso de armas de fuego. Es más una violencia que termina resolviéndose en los golpes, en la cuestión física, pero no necesariamente en matar a alguien de un tiro. Quizá están las pandillas, todo eso ha sido un problema en algunos países de Centroamérica y en Brasil pero no se podría generalizar a Latinoamérica. El uso de las armas entre adolescentes para resolver problemas creo que es más propio de la sociedad norteamericana. Otra diferencia fundamental, al menos en las novelas que yo he escrito, es que la violencia que aparece es generalmente de corte político, está relacionada con la eficacia o la ineficacia del estado en la sociedad y con la lucha política a partir de la defensa de cierta ideología política. En cambio, por lo menos en esta novela [“Los vivos y los muertos”], en Estados Unidos el Estado más bien brilla por su ausencia. Es un gran vacío, una gran soledad. Está la policía, está la ley, pero la gente que aparece deambulando en la novela tienen una relación muy distante con el Estado. Los actos y la manera de pensar del “señor Webb” son de un hombre fuera de sus cabales. ¿Cómo este personaje es reflejo de la situación de la violencia o disfunción social en Estados Unidos? En el caso de el señor Webb hay dos cosas. Al ser un psicópata, actúa más allá del contexto social. Un psicópata nace así, no importa el tipo de tratamiento que tenga. Se pueden atenuar, pero ya está en su genética esa predisposición a la violencia. Por otro lado, la novela tiene que ver también, de manera muy indirecta, con el contexto político actual. Aunque no está investigado en la novela, el señor Webb es un ex militar… Hay una sugerencia al estrés de las guerras. Este país ha estado en guerra en los últimos diez años. El número de suicidios ha aumentado entre los militares, ha aumentado el número de hechos violentos de los militares que han vuelto con una serie de problemas no bien tratados. Webb es un psicópata, pero también tiene algo relacionado a ese malestar de un ex soldado que tiene algo que no funciona. En esta novela está muy presente el tema del amor, la atracción física y la lujuria. De hecho, en cierta medida parecen el motor que define los actos de estos personajes. Cuando estaba investigando para la novela, me interesaba buscar modelos de novelas con personajes psicópatas. Encontré una de Joyce Carol Oates, “Zombie”. Tiene que ver con el deseo incontrolado. Parte de la sociedad civilizada tiene que ver con el aprender a controlar los impulsos, los deseos, el saber donde termina tu libertad y donde comienza la de los demás. Gente como Webb no tiene limitado sus impulsos sexuales y eso lo va a llevar a la tragedia final. Pero en la novela pensaba que la cuestión del deseo sexual es una parte del problema. Pensé que había otro tipo de atracción que no necesariamente pasaba por el deseo sexual, que es simplemente la pasión romántica, que puede llevar al extremo de la muerte y el suicido. Quería presentar diferentes formas de atracción y ver que no solamente funciona como desencadenante de la tragedia el deseo sexual, sino una idea que se nos parece ya como muy anticuada, que es la cuestión de la pasión romántica. Otro tema que quería tratar es el de la pérdida. Este grupo de adolescentes se está enfrentando a la pérdida por primera vez. Y se trata de cómo puede uno vivir cuando alguien de pronto ya no está. Se convierte más o menos en un fantasma, de ahí viene el título “Los vivos y los muertos”. Hay seres que están muertos y para otros están muy presentes y viceversa. También está representada otro tipo de pérdida, que no es la física, como en el caso del periodista. Su ex mujer sigue viva pero su ausencia es muy fuerte. Esta ausencia del divorcio, la separación, es también un proceso de duelo y melancolía y tiene su paralelo con la de los otros personajes que han sufrido la pérdida física. En la novela le da voz a múltiples personajes con edades y mentalidades muy diferentes entre sí. ¿Cómo fue la preparación para darle vida a estos personajes? Vi muchas películas de adolescentes, leí muchas novelas, conocía también varias historias de adolescentes. Trabajo aquí con estudiantes de la universidad que están acabados de llegar de high school, que tienen 17, 18 años y de alguna forma no me cuesta mucho imaginarlos cuando tenían 16 ó 15 años. Pero sobre todo para mí la preparación tiene que ver con buscar cómo lo han hecho otros escritores, otros directores de cine, que me puedan inspirar. Encontré, por ejemplo, la novela de Faulkner “Mientras agonizo”. Todo está en primera persona, pero son como monólogos con muchos personajes. Y pensé que sería interesante que cada personaje, cada adolescente, contara su versión de la historia. ¿Por qué desistió de hacer con este material un libro no ficción, luego de haberlo considerado? Uno no puede con su carácter. Yo soy escritor de ficción. Cuando le conté de esta historia a un amigo, me sugirió que lo trabajara como un libro de no ficción. Pensé en Truman Capote, leí su libro “A sangre fría”, me gustó mucho. Y el pueblito estaba a 20 minutos. No me hubiera costado nada ir y venir a hablar con la gente. Muchos de los que estaban en aquel momento siguen ahí, como la policía. Estuve tentado pero reconozco que me costaba mucho incomodar a la gente, preguntarle a una mamá de su hija muerta. Y en ese proceso, empecé a escuchar voces en mi cabeza. Eran las voces de los adolescentes contando su parte de la historia. Y para mí eso es lo que distingue la novela de otros géneros, la posibilidad de construir un personaje a partir de una voz. Esas voces eran tan vívidas que dije, Ahí tengo el formato. ¿Considera que esta novela inaugura una nueva etapa en su obra literaria? Viendo lo que estoy escribiendo ahora, creo que sí. La novela que estoy escribiendo también tiene que ver con Estados Unidos y con la violencia. Lo que cambia es que es más ambiciosa en cuanto a que no es un pueblito, sino varios estados, y está ambientada en la frontera entre México y Estados Unidos y tiene más que ver con la inmigración latinoamericana. Pero sí tiene una conexión bien clara con “Los vivos y los muertos” en cuanto a la violencia como presencia cotidiana en el paisaje norteamericano. Me gustaría que estas dos novelas se leyeran juntas porque creo que dialogan muy bien entre sí. En “Los vivos y los muertos”, ¿cómo se ve reflejada la narrativa de la generación McOndo de la que es parte? Hay varias cosas que podrían identificarla. Está el interés por Estados Unidos y por su cultura popular. Quizá la diferencia es que en McOndo en general esa presencia estaba relacionada con el impacto de la cultura popular de los Estados Unidos en Latinoamérica. Aquí los personajes son norteamericanos. En McOndo había una aspecto más político, muchas veces políticamente incorrecto. También está la presencia de las nuevas tecnologías como parte del paisaje fundamental, como MySpace y los chats. Pero en aquellos momentos cuando aparecían estas cosas era más novedad. Ahora creo que están mucho más integradas al paisaje de la novela, de modo que quizá no llamen tanto la atención como ocurrió en un principio hace diez años.
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