“El teatro es una forma de conectar con la trascendencia,
que la vida sea más que caminar”.
-Gabriela Saker
Dan las siete de la noche y afuera casi llovizna, pero adentro, en el camerino de la Sala Beckett, los jóvenes Gabriela Saker, Luis Ra Rivera y Jeliannys Acevedo se preparan para uno de los últimos ensayos de Venus en piel, obra que estrenará esta noche en el espacio riopedrense.
Una luz amarillenta ilumina el rostro de Acevedo mientras recuerda en voz alta cómo surgió la idea de presentar el texto del dramaturgo norteamericano David Ives. La voluntad llegó desde Saker, a quien desde hace un tiempo le preocupa entender cómo cuerpos jóvenes se enfrentan a piezas de suma complejidad.
“No tenemos generalmente la oportunidad de ver cómo una persona joven interpreta historias que quizás hasta lo superan en edad, pero al final somos humanos… Hay una esencia, una condición humana del momento”, considera la joven actriz y periodista, quien meses atrás descubriera en una de las jornadas de lectura que cultiva la obra que ahora protagoniza.
Quienes asistan al montaje, que se presentará de jueves a sábado a las 8:00 p.m. y el próximo domingo a las 4:00 p.m., quedarán inmersos en un meta-teatro.
La pieza presenta la historia de Thomas Novacheck, dramaturgo interpretado por Rivera, quien pareciera hallar en Vanda Jordan, representada por Saker, la actriz adecuada para protagonizar su obra Venus en piel.
“Es un texto que cambia de registro, que lo que aparenta no es lo que es. Estás trabajando como cuatro capas de realidad a la vez. Son personajes bien retantes”, adelanta Saker, y algo en el camerino desde el cual habla -la intimidad del espacio, la oscuridad que pareciera no estar, pero está, la contraposición entre cuerpos jóvenes y estructuras antiguas -dialoga con la naturaleza del discurso escénico de Ives.
“Es un experimento. Nosotros estamos tirándonos al vacío. Yo creo que nunca me había sentido tan en el vacío como este proceso”, apunta la joven actriz y gestora cultural, quien además de actuar, al igual que Rivera, produce el montaje a través de Histeria Colectiva, compañía fundada por ambos junto a otros amigos teatristas.
No es la primera vez que Saker, Rivera y Acevedo trabajan juntos. En Terror y miserias del tercer milenio, dirigida por Edgar García, por ejemplo, compartieron escena, mientras que Acevedo fungió como regidora y asistente de dirección.
Los tres artistas, productos del Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, son, además de compañeros, amigos. Quizá por eso, cuando hablan, sintonizan.
Para todos, producir esta obra ha sido, en muchas formas, un salto al vacío, un espacio desde el cual buscar respuestas desde la incertidumbre.
“Lo que nos nutre es tirarnos al vacío, ese momento en que dices: no sé que va a pasar luego, pero puse mis dolores, decir: aquí di todo y vamos a ver. Al final es belleza. Cuando salga de aquí el domingo [última función ] voy a decir: nos lanzamos al vacío”, afirma Acevedo.
“Para mí el teatro es descubrir la condición humana desde sus distintos rincones, descubrirla completa. El ser humano no come solamente y duerme, necesita nutrirse, encontrarle más significado a la vida del que está tangible a la mano”, suma Saker y apalabra una tesis: “el teatro es una forma de conectar con la trascendencia”.
“Mi personaje es una actriz que tiene sus dudas, sus ganas, enfrentándose a un texto, descubriendo cómo lo aborda. Esa cercanía también asusta un poco”, confiesa la joven.
Rivera asiente, como para confirmar que también para él el proceso creativo de este montaje ha sido lo mismo que explorar dimensiones que lleva muy adentro. Su compañera en escena lo escucha, y un silencio cómplice ocupa el espacio.
“A nosotros, como generación, nos han condicionado a alejarnos a esa apertura a lo oscuro, a esos monstruos que todos llevamos a dentro, y precisamente David Ives nos invita a eso… Son verdades que se tienen adentro. Asumirlas es bien terrible, da mucho miedo, pero ese es el trabajo del actor”, añade la directora, y afuera quizá ya lluevan gotas, como acá reflexiones.
La misma luz amarillenta de hace una hora aún ilumina semblantes, pero dan las ocho de la noche y toca ensayar. Acevedo recorre el espacio, revisa la escenografía, la iluminación. Se marchan Saker y Rivera, llegan Vanda y Novacheck. De un momento a otro la sala queda oscura. Y en ese instante, entre libretos, trazan rutas a la trascendencia. Poderes del teatro.