En nuestro amado y mimado país están ocurriendo cosas muy vergonzosas y brutales. Estos meses del 2017 pasan sin optimismo. Cada semana ocurren episodios políticos que están dando lugar a nuevos y diferentes asuntos que no hacen lucir mejor a la Junta de Control Fiscal, ni al gobernador, ni al presidente del Senado, ni al alcalde de Guaynabo, ni a la presidenta interina de Universidad de Puerto Rico, ni a la secretaria de Justicia. En fin, que ya se agotan las falsas etiquetas y se gasta el cosmético que oculta la criatura fáustica de la colonia.
Por demás sabemos que los líderes del bipartidismo y la junta fiscal actúan como si estuvieran ocultando información o como cómplices de un gran engaño. Cierto es que, la Ley Promesa no nos da una mejor vida.
El repertorio de fraudes, planes fiscales autodestructivos, impunidades y la docilidad que degenera a los líderes políticos, todo ello, es un fenómeno de la decadencia política local. Todo en la vida es lenguaje y tanto los políticos, como a los asesores que hacen carrera en Puerto Rico, se abrigan con fragmentos lingüísticos introducidos por el decretazo de la Ley Promesa. Los representantes de la junta se amparan en el registro léxico de la ley, que alados por los pelos, tiene el efecto de desvanecer la comunicación en el país. Y los voceros de la junta continúan enviando un mensaje cada vez más confuso y más turbio al pueblo.
“Los vulnerables”
Por ejemplo, los términos en apariencia conciliatorios como “vulnerables, plan, alianzas, esencial” se usan como pastillas tranquilizantes para los principales medios de comunicación. Dan pena los periodistas que dejan de preguntar al oír el lenguaje “poderoso” de la junta. La junta los ha obligado a tolerar un lenguaje autoritario que inhibe la reflexión de los medios de comunicación. En las conversaciones cotidianas el vocabulario de la junta se ha convertido en un referente opuesto a la realidad que desconoce a los que sufren. Pero, se cuidan de no llamar las cosas por su nombre.
El nuevo lenguaje político no ilumina el sentido verdadero de la palabra porque está forjado para que el puertorriqueño infiera que el léxico de la junta es salvador de la crisis. Este léxico ha quedado bien rotulado por la prensa y tiene el sentido de inmunizar a los individuos fraudulentos que son consignatarios de la Ley Promesa. En tanto que, la coyuntura histórica del Puerto Rico de hoy, muestra que la patología lingüística de la junta se ha integrado al lenguaje general de la presente condición colonial.
Aparte de los festejos de fin de semana, nos debemos preguntar por qué en Puerto Rico la democracia no encara injusticias, ni la corrupción, ni la impunidad de la élite política. ¿Para qué encariñarse con un gobierno que no impulsa el progreso real de su gente? Hay un nuevo gobierno sin sensibilidad que es capaz de nombrar una secretaria de Educación que a duras penas puede entender el lenguaje de sus docentes. Los funcionarios han levantado un muro de mediocridad en las instituciones públicas que atropellan a los ciudadanos, al trabajo y el uso del vernáculo.
A los profesionales y trabajadores golpeados por la crisis, el gobierno de turno les dice lárgate a los estados en vez de decirles quédate, colabora que te vas a recuperar. El bipartidismo por nada del mundo se pronuncia a favor del bien común. Tenemos políticos de carrera, cuya intención es pasar de ti, es decir, del pueblo. El fulano que lleva horas sentado en una oficina de servicios del Estado se diría harto de esperar: “si pasan de mí yo también paso de ellos”. Y nos preguntamos si hay una ruta posible para salir de esta situación que arrastra nuestros lazos y que aplasta nuestra humanidad.
Pero hay más. ¿Por qué a la altura de esta década se ha metido una cultura de refugiados donde la libertad, el empleo, la educación y el progreso son muy limitados o están en manos de la caridad de otros? No creo que el politburó de la junta pierda el sueño pensando en los “vulnerables ciudadanos americanos residentes de Puerto Rico”. Vean ustedes, lectores, cómo se manipula esta palabra caprichosamente por los politiqueros de toda calaña y por los consejeros bien pagados del gobierno. Tanto el gobernador como la junta han creado un lenguaje premeditado para favorecer a los inversionistas de adentro y de afuera. Ambos hablan con las mismas imágenes idiomáticas. Identificar “lo vulnerable” es la frase más preferida en conferencias de prensas de los oficialistas de la junta. Además, se ha creado un hiato problemático entre el presente significado y el sentido crítico de los términos.
Insisto que este léxico reiterativo tiene un efecto apaciguador en la gravedad de los recortes presupuestarios. También, gana entre los periodistas, una resonancia de equidad y buena voluntad cuando escuchan otro episodio entre la junta y el gobernador revolcándose con términos adrede. La Ley Promesa es un texto que se repite a pie juntillas y sus mensajeros le dicen al pueblo que no tema porque no serán afectados “los servicios esenciales ni los más vulnerables”. Si a equis persona le entra esta palabra alma adentro diría: “Ni el gobernador, ni los asesores, ni la junta son los malos porque se interesan por los vulnerables”. Lo que no logra entender el fulano es que le da carta blanca al gobernador para pasarse por alto a los vulnerables de la crisis. A esto también se conoce como el poder de la palabra. Los vulnerables son invisibles y de paso se le da una patada a su significado más diverso.
Tanto el gobernador como la friolera de consejeros han sido entrenados en universidades americanas para jugar y explotar fragmentos del texto de la Ley Promesa. Ellos, por igual, han aprendido a clasificar y dar razones de quienes son los rezagados del sueño americano. Cuando hacen conferencias de prensa se les sale la costura de la inteligencia formada en los “American College”. Allí pasaron los exámenes que los autorizan a codificar y juzgar a los vulnerables como minorías todas: las mujeres, los que viven en proyectos de viviendas, los niños, los pordioseros, los ancianos, los que viven en reservaciones indígenas, las minorías afroamericanas e hispanas, puertorriqueños y los emigrantes. En cambio, en Puerto Rico son los vulnerables los innombrables y se pasan por alto en la codificación del Estado Federal.
En la isla aterrizan como individuos superiores y dotados para crear un plan fiscal sin afectar a los vulnerables. ¿Acaso estos “College degree” tienen la obligación de proteger a los vulnerables del Estado federado que ilusionan? Y cuando se les acaben los jugosos contratos millonarios, ¿dejarán sus funciones sin elementos sociales vulnerables? Creo que ellos tienen la ilusión de que un plan fiscal es bueno en cuanto no afecta a los débiles o minorías porque así nos catalogan. La realidad es que la Ley Promesa pone en una condición vulnerable a todas las instituciones y a la población.
Aclaremos esto. Una persona o un pueblo decaído es vulnerable mientras esté sometido por un poder superior que no le permite vivir con independencia y felicidad. Por otro lado, un ciudadano independiente y vigoroso con vida decente puede cambiar a una condición vulnerable cuando ha sido víctima del engaño y de la corrupción del sistema de gobierno. En Puerto Rico, tanto son víctimas los vulnerables que se quedan como los que se han ido. Además, quien se queda en la colonia vive el peligro de tener una situación de inferioridad. La población es amenazada y es vulnerable a los designios nocivos de recortes presupuestarios.
La Ley Promesa hace más vulnerable a los puertorriqueños que vivimos los defectos de la condición colonial. Y mirando hacia el futuro no hay indicios de que los indefensos ciudadanos dejen de ser clasificados como los más vulnerables, en vez de decir que hay que resarcir a los más afectados por la quiebra del gobierno colonial. Ahora bien: démosle la vuelta al término “vulnerable” y hablemos del lado que no es tomado en cuenta por los políticos.
Lo que no dicen los voceros del gobierno es que vulnerables son también los atacados por los malos políticos, por el abuso de poderes, por la estafa de los inversionistas y por la codicia, tanto de anexionistas como de colonialistas. Vulnerable es el castigado con la emigración. Vulnerables son las empleadas del municipio de Guaynabo, donde el presente alcalde transgredió la confianza y abusó “a todo trapo” de su poder. El nuevo vocabulario político es idóneo para cortar cabezas, persecuciones, carpetas, represalias, despidos con la finalidad de implementar el plan fiscal.
Ahora bien, en este momento, los trabajadores están más vulnerables que antes con la Reforma Laboral impuesta por el Partido Nuevo Progresista (PNP). De igual manera, vulnerable está la Universidad de Puerto Rico, obligada a reducir $450 millones de su presupuesto. Y hay más, vulnerables están nuestros recursos naturales, vulnerables están todos los derechos fundamentales en Puerto Rico. Ojo, y si al gobernador le seduce esa palabra para el plan para Puerto Rico, debería proteger la soberanía política porque sin ella la dignidad puertorriqueña estaría vulnerable. El bipartidismo acostumbrado a ganar no se siente vulnerable.
No se pierda mañana la segunda parte de este artículo.