Por cosas de la vida ayer decidí visitar un restaurante en mi pueblo que nunca frecuento. Acababa de salir de un conversatorio sobre activismo no violento, llevado a cabo frente a los portones de mi alma mater, la Universidad de Puerto Rico en Humacao, a la cual tengo tanto que agradecer. Para mi sorpresa, allí, en ese mismo restaurante, me encontré con usted. Mientras trataba de asimilar el hecho de que lo tenía a solo pies de mi mesa, no podía dejar de pensar en todas las cosas que quise preguntarle en el momento, cuando las emociones se apoderaban de mi razón. Por eso las plasmo aquí.
Por varios minutos me dediqué a imaginar todos los escenarios a los que podría enfrentarme, pues acababa de escuchar distintas maneras de activismo no violento y de cómo estas formas de activismo eran previamente pensadas y evaluadas para lograr obtener un objetivo. Después de todo, mi intención no era armar un espectáculo, sino invitarlo a reflexionar.
Mientras intentaba controlar mis emociones, contemplé cómo hablaba de sus viajes a Washington D.C. y Nueva York, ordenaba su botella de “vinito tinto”, degustaba sus tapas y saludaba como rey. Con cada sorbo de su copa, no podía dejar de pensar en mis compañeros y compañeras en los recintos universitarios, que llevan aproximadamente 33 días durmiendo frente a los portones de sus respectivos campus bajo agua, sol y sereno porque verdaderamente creen en que la Universidad es la inversión más importante que tenemos, viviendo de aportaciones ciudadanas porque si abandonan los portones se nos cae el País encima. Pensaba en aquellas madres y padres de familia que se parten el lomo a diario para llevar alimentos a sus familias, y que en muchas ocasiones eligen entre pagar cuentas, las escuelas de sus hijas e hijos o pagar sus alimentos. También pensé en aquellas personas de la edad dorada, que dejaron su vida y le brindaron sus mejores años a esta patria y ahora, están al borde de perder todo por lo que trabajaron un día. Y me pregunté… ¿cómo lo hace?
¿Cómo puede tener tiempo para degustar vino tinto sabiendo que la vida de 3.5 millones de habitantes depende de las decisiones que usted y sus amigos de la élite tomen? ¿Cómo es posible que pueda salir a la calle y mirar a un trabajador o a una trabajadora a la cara y no sentir ni un poco de remordimiento por las condiciones que enfrentarán ante el desmantelamiento de nuestro País? ¿Cómo no le causa malestar saber que las medidas de austeridad serán las causantes de separaciones familiares, porque muchos no pueden sobrevivir en Puerto Rico y tienen que abandonar la Isla? ¿No le causa rabia, ira, dolor? ¿No siente empatía con sus guardaespaldas, cuando humildemente entran al restaurante a pedir que calienten su almuerzo mientras esperan a que usted deguste un manjar y confraternice por horas, y ellos ahí, esperando? ¿De verdad no le mueve ni una fibra? No sé cómo lo hace, pero esos 45 minutos que compartí un espacio con usted, quebraron cada una de las fibras de mi ser.
Ante este escenario, no pude quedarme de brazos cruzados, viéndolo sonreír mientras todo mi ser se desmoronaba, así que tomé acción y ya el resto, es historia. Señor Carrión III, lo invito a que en lugar de despilfarrar el dinero de sus compatriotas en almuerzos fraternales y botellas de vino, reflexione sobre los 3.5 millones de puertorriqueños que quebrantará.
Cordialmente, una búha luchadora y pelúa de la Iupi.