El respaldo de los puertorriqueños a la convocación nacional reviste de una extraordinaria importancia para el futuro del país. Estamos en un momento histórico de muchas encrucijadas y nos toca tomar decisiones que cambien el curso de nuestra colonia.
En el presente, nuestro malestar es tan profundo que ya la colonia no aguanta más cirugías. El filosofo español Ortega y Gasset escribió en uno de sus ensayos que en la historia de una nación no es solamente temor y decadencia, sino también es fuerza formativa y ascendente. Nuestra gente es dinámica y entrevé tanto la desintegración social y la quiebra de las cosas esenciales.
También entrevé la falta de hacer algo juntos donde todos podamos colaborar hacia nuevos derroteros. La crisis que tenemos es ya una ciénega inmunda y lo dicen $72 mil millones en deuda pública, la pérdida de miles de empleos y la partida de miles de puertorriqueños a Estados Unidos. Esa es la pesada carga que tiene el país pero de pronto se va elevando una nueva generación que nos invita a un convite muy original.
El inmovilismo colonial ya no tiene gracia. Las denuncias de las protestas universitarias no están encaminadas a vencer o a desinformar, sino a incorporar por medio de un innovador y respetuoso pensamiento crítico a todos los afectados por la crisis. Tampoco los buenos universitarios tratan de imponer soluciones para atropellar. Al contrario, es un movimiento que plantea la verdadera posibilidad histórica de crear una convivencia superior a la que estamos padeciendo en estos momentos.
La humillante realidad no se arregla sola ni se deja para mañana la cura. De modo que, las cosas en la isla no están para sentarse a mirarnos el ombligo. Fue imperativo que la comunidad universitaria de alta calidad, patriótica, pensadora y valiente, se levantara y dijera que el país está a la deriva, que nuestros gobernantes de turno nos llevan a un abismo colectivo. Las sólidas convicciones de una juventud universitaria puertorriqueña es la que saca la cara por el país asumiendo con lucidez altos peligros y a sabiendas del inmediato desprecio incoado por el inmovilismo del gobierno y la junta anti-democrática.
La generación del milenio
La juventud boricua del milenio opera desde un marco o punto de vista muy distinto. No surge esta maravillosa generación para llenar un vacío político determinado, sino que emerge con su propia tinta. Su identidad es muy singular y plural. Su formación no la hayamos en las rivalidades estériles y decadentes entre izquierdas y derechas del siglo pasado. Nos llega nutrida de nuevas ideas y de mucho sentido común pero no es una juventud moldeada por las ideologías egoístas. Es una juventud valiente con un carácter generoso y democrático. Esta juventud es vigorosa busca un intercambio de significados, de participaciones y de contenidos culturales y maneras de mirar el mundo sin anteojos en los ojos.
Es evidente que esta juventud desea un país con más justicia social, derechos e igualdad para los estamentos sociales no privilegiados y muy afectados por la miseria colonial. Es una juventud dinámica y consciente de su protagonismo histórico que nos ha sorprendido a todos en la isla y en la diáspora. Nuestros jóvenes son incansables trabajadores del pensamiento y las acciones. Critican lo inaceptable, aceptan lo que sea justo. Aman al país con querencias de nuevo cuño relacionadas al respeto a las comunidades, al derecho, a la diversidad de género, al respeto y la conservación de la naturaleza y el ambiente. Son ecologistas y protegen a los animales. Hacen trabajos voluntarios en comunidades excluidas y desfavorecidas por los que están arriba. Reafirman la educación y la salud pública como un principio básico de nuestra sobrevivencia y progreso económico y social. Ellos continúan enviado una luz esperanzadora cada vez más fuerte cuando hacen un llamado a la soberanía alimentaria, cuando denuncian el consumismo y las mercancías que venden las multinacionales en Puerto Rico. El gobierno han abandonado la agricultura mientras que la juventud emprendedora isleña, poco a poco y sin mucho ruido, la está rescatando del ocio y los detractores desarrollistas urbanos.
La juventud del milenio es de dimensión “globalista” se aparta de la cloaca y la mediocridad del bipartidismo. Se comunica hábilmente a través de las tecnologías y las usan como un instrumento que eleva la democracia y la transparencia. Por ese medio, está muy conectada e informada de otras crisis similares a la de Puerto Rico, como en Grecia. Son protagonistas mundiales y documentan esa relación internacional con nuestra condición colonial. Es una generación diversa no deja de tener preferencias políticas tradicionales pero, en general, coinciden ellos con prioridades sociales para establecer inter-relaciones colectivas y comunitarias más favorables al bien común.
Este fenómeno generacional es evidente y se está consagrando rápidamente gracias a las nuevas tecnologías y la utilidad de ellas propaga rápidamente sus acciones, sus organizaciones y sus elevados pensamientos. La tradición política bipartidista ya no convencen a nadie porque no tienen coherencia y están desfasados con los nuevos abordajes del siglo XXI. Contrario a las generaciones ancladas del bipartidismo, la generación universitaria del milenio no usa la crisis de Puerto Rico para sacar beneficios partidistas. Esta generación es coherente, es notable y busca progreso y estabilidad sin valerse de estrategias partidistas decadentes. Su agenda es sencilla, tiene pasión y la verdad.
La expansión generacional del milenio es sólida y crece con un ascenso inevitable. Escribe una bitácora de transparencia y su convocatoria nacional provoca porque tiene una relación directa y fundamental con el rechazo deplorable de nuestra condición colonial. A largo plazo, la capacidad de nuestra generación del milenio de triunfar mucho dependerá de la conquista definitiva de nuestra soberanía política. Creo que ganar la soberanía de Puerto Rico es congruente con el pensamiento de la juventud del milenio.
El colonialismo es incongruente con el perfil de esta generación. Para los políticos de la colonia y miembros de la Junta de Control Fiscal, la nueva generación del milenio es un dolor de cabeza e intentarán inmunizarla o aplastarla.
El cierre de la Universidad es un ejemplo de que pueden cambiar el curso de una historia inmerecida. A esta generación en particular no le cabe duda que Puerto Rico fue invadido, luego ocupado y se han pasado más de cien años de confinamiento político montado por el Congreso de Estados Unidos. La generación del milenio boricua no sueña con utopías sino que está constituida por convicciones y principios reales como la educación, el pensamiento critico, la soberanía, la compasión y la justicia social. Y aquí precisamente está la chispa auténtica que va encendiendo a todo Puerto Rico. Vivir de prestado y sin derechos no da orgullo ni dignidad a nadie en el mundo.
Las peticiones de los estudiantes de la UPR armonizan y encaja muy bien con la generación del milenio. Es una generación que no busca choques ni confrontaciones, sino abrir una brecha para instalar un nuevo diálogo que modifique y redefina nuestra realidad colonial inaceptable para ellos. Yo pido que confíen en ellos porque esta lista para dirigir y contribuir. Ella ha mostrado su amor por nosotros. El país estará en buenas manos con ellos, pues son el nuevo horizonte a seguir con entusiasmo refrescante.
Hace ya mucho tiempo que la juventud puertorriqueña nos está diciendo que la continuidad de la colonia no tiene lugar en sus aspiraciones de un país más unido y feliz. El espíritu de un joven del milenio contagia y cubre de igual manera a otro puertorriqueño. Repito esta generación trasciende de lo tradicional, al miedo y de la indiferencia atrofiante. Por el contrario tiene la facultad de identificarse con el otro en sus necesidades e injusticias. Los puertorriqueños del milenio están llevando al país una voz originaria. Tienen un mensaje válido, de mucha trascendencia, vivo, concreto y efectivo para la presente realidad y para animar con cambios reales a nuestra gente decaída.
La juventud del milenio reclama su espació en un Puerto Rico diferente, que se asemeje a sus principios porque han dejado saber que sus propuestas son las que sirven mejor al país. Todos debemos de estar del lado de este maravilloso acontecimiento generacional. De mi parte expreso en este escrito mi agradecimiento a los jóvenes universitarios que son, hoy por hoy, una legión contemporánea de inspiradores de nuestra libertad. Son jóvenes boricuas que traen una energía histórica a nuestro favor. Vamos a saborearla pues sería muy triste que no la tuviéramos nunca.