El cerebro controla cosas como nuestra temperatura, el ritmo al que late nuestro corazón, lo que pensamos o entendemos, las emociones, y hasta los olores y colores que percibimos a diario. Toda esta información llega a nosotros y se procesa en forma de impulsos eléctricos que recorren todo nuestro cuerpo por las células principales de nuestro sistema nervioso: las neuronas.
Para estar saludables, todas estas células deben estar funcionando y comunicándose correctamente. Cuando no es así, surgen enfermedades como la epilepsia que genera convulsiones.
Un ataque epiléptico es un síntoma transitorio, asociado con lo que algunos científicos han descrito como “tormentas eléctricas” en nuestro cerebro. Pueden ocurrir repentinamente mientras uno está llevando a cabo sus tareas usuales. Esta condición tiene varias etapas.
A la primera de ellas se le conoce como pródromo. Puede ocurrir horas o hasta días antes de la convulsión. Esta fase no se considera parte de la convulsión, ni ocurre en todos los casos. El pródromo puede servir como advertencia de que se acerca una convulsión y le provee a la persona tiempo para prepararse o tomarse un medicamento que le ayude a evitar el evento.
Luego viene el aura, el primer síntoma de una convulsión. Muchas veces es un sentimiento indescriptible, según algunos pacientes. Otros describen sensaciones de olores o sabores, percepción de sonidos raros, visión borrosa, mareo, dolor de cabeza, náusea y pérdida de sensación en alguna parte del cuerpo.
La tercera fase de la convulsión, o ictal, es el período de tiempo durante el cual ocurren los síntomas físicos y se puede medir actividad eléctrica descontrolada en el cerebro. Este descontrol puede causar sensación de confusión, distracción, alucinaciones, pérdida de conciencia o habilidad motora, sudor excesivo y temblores.
Una vez finalizan los síntomas ocurre el período postictal, que es el lapso de tiempo en el que el cerebro se recupera. Puede manifestarse de varias maneras, incluyendo confusión o dolor de cabeza.
Muchos pacientes se sienten extremadamente agotadas luego de una convulsión. Esto se debe en parte a las contracciones musculares involuntarias durante la convulsión. También es común que la persona no recuerde lo que sucedió mientras estuvo convulsionando, aunque no siempre es el caso.
La mayoría de las convulsiones ocurren sin causar daño cerebral. Sin embargo, padecer múltiples convulsiones no controladas pueden ser perjudiciales al sistema nervioso.
Muchas personas con esta condición pueden desarrollar problemas emocionales y de conducta, en ocasiones como resultado del estigma social asociado a una persona que padece de epilepsia. La epilepsia también puede llegar a ser muy limitante, afectando las tareas cotidianas de los pacientes.
Una vez que se diagnostica esta condición, es importante empezar el tratamiento con prontitud. A pesar de que no hay una cura todavía, la medicina moderna y ciertas técnicas quirúrgicas sí pueden proporcionar un control adecuado de las convulsiones en algunos pacientes.
Si usted ha experimentado algo parecido a lo que se ha descrito en este artículo, o conoce a alguien que ha pasado por esta experiencia, es importante que visite a su médico para que se oriente acerca de lo que puede hacer para aliviar sus síntomas.
Para aquellas personas que ya tienen un diagnóstico de epilepsia, o cualquiera que quiera aprender más, existen grupos de ayuda como la Sociedad Puertorriqueña de Epilepsia. Ellos proveen material educativo y apoyo emocional a las personas que viven con esta condición.
El autor es estudiante de Medicina en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico y miembro de Ciencia Puerto Rico (www.cienciapr.org).