Es un día normal de clases. El profesor o la profesora llega al salón, mientras sus estudiantes se preparan para otra conferencia del semestre. Comienza la lección y a los cinco o diez minutos, una explosión de líricas de algún reguetonero enmudecen al educador, mientras un estudiante busca frenéticamente en su bulto el celular para apagarlo. Seguramente, muchos han sido partícipes o hasta protagonistas de la escena antes descrita y, para otros, no ha sido difícil distraerse con estas peculiaridades de la tecnología móvil. Este fue uno de los temas que se discutió en el primer Foro de la Filosofía de la Tecnología que se celebró en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), organizado por los doctores Marcel Castro y Héctor Huyke, de los departamentos de Ingeniería y Humanidades, respectivamente. El evento, auspiciado por el Colegio de Ingeniería, la sección de Filosofía del Departamento de Humanidades y el Instituto Tropical de Energía Ambiente y Sociedad (ITEAS) del RUM, planteó a la audiencia el dilema del avance desmedido de la tecnología y cómo afecta las relaciones sociales, en específico en el entorno universitario.
Precisamente, con el propósito de aportar perspectivas diferentes, cuatro estudiantes de distintas ramas de la ingeniería debatieron sobre las ventajas y desventajas del celular en el aula de clases. Jean Ramos fue uno de los primeros en expresarse a favor de que se permita tener el teléfono móvil encendido en todo momento, pues a su juicio, ésa no es la única distracción en el salón de clases. Mientras, la estudiante Danna Vega opinó que el celular debe mantenerse apagado durante horas de clase por consideración a los compañeros y al profesor. Vega agregó que aunque el celular esté en modo de vibrar, el ruido que causa es suficiente para crear una distracción. “Se pierde información importante de la clase y para eso es que uno está ahí”, expresó. Por su lado, Tristana Vázquez, presentó una postura un poco más moderada al opinar que hay que admitir ciertas excepciones. El ejemplo que utilizó para validar su punto fue una experiencia personal en la que enfrentó el diagnóstico de cáncer terminal de su padre hace dos años. La joven avisó a sus profesores sobre esta situación y pidió tener el celular prendido en caso de una emergencia.
El turno final del panel fue para Yiralis Rivera, quien recomendó no admitir excepciones en los periodos lectivos. “Se le debe un respeto a los profesores en horas de clase ya que éstos no pueden llevar la cuenta de a quiénes se les da excepciones o a quiénes no”. Además, argumentó que los educadores dictan varias secciones y es difícil imponer reglas especiales en algunos grupos y en otros no. Por su parte, el doctor Huyke opinó que la responsabilidad no debe recaer necesariamente en los alumnos, sino en los ingenieros que crean los diseños y quienes deben hacer éstos más accesibles y manejables. Huyke explicó que la filosofía de la tecnología se plantea una serie de preguntas que surgen después de haberse creado un artefacto como el teléfono celular. “Nosotros como cultura, pudimos haber escogido no integrar el celular como parte de nuestras vidas, o lo pudimos haber diseñado de otra manera, de modo que no tuviéramos que andar con ellos para todos lados” , subrayó el catedrático. Precisamente, como parte del diálogo que se propició, el foro tuvo como propósito concienciar a los futuros ingenieros y diseñadores de aparatos electrónicos a pensar en el posible efecto que podrían surtir los nuevos inventos que lanzan al mercado. Huyke recalcó que con el fin de optimizar unos fines, se “opacan” otros. Agregó que la tecnología es presentada como un arma de doble filo, mientras se logran ciertos avances, se atrasan otros.