El miedo les duró el tiempo que le tomó al huracán María desplegar su fuerza y seguir camino hacia las casas de otros niños que habrán estado tan asustados como ellos. La curiosidad, sin embargo, se mantuvo despierta desde la víspera y siempre fue mayor que el susto.
Cuando ya les fue permitido, los cuatro hermanos Candelario Otero salieron al patio a ver los destrozos: “Es como una guerra”, dijo el mayor. “Soy demasiado pequeño para ver un huracán”, comentó por lo bajo el menor. La niña quiso salir para ver cómo había quedado el vecindario al que se habían mudado apenas dos semanas antes.
Rastrillo en mano, la familia conoció a algunos de sus vecinos. Al regreso, el segundo hijo mostró a sus padres un breve vídeo que había grabado el día anterior durante el calmazo, y les propuso a sus hermanos hacer el reportaje que ahora comparten con Diálogo, con la única condición de que no publiquemos sus nombres.
A los autores (entre las edades de seis y doce años), les basta saber que hicieron reír a sus abuelos cuando estos llegaron a refugiarse en la casa porque la suya perdió el techo.
Desde entonces muchas cosas cambiaron y seguirán cambiando. Mientras tanto, ellos sacan todos sus muñecos al atrio de la residencia, tal como lo hacían desde el primer día que llegaron allí, y siguen jugando.