A un mes del paso del huracán María por Puerto Rico la experiencia de recuperación ha sido lenta y agotadora. Un recorrido realizado por Diálogo a través de las calles 12 y 22 del barrio San Isidro en Canóvanas retrató algunos sectores que han recibido ayudas y otros que aguardan esperanzados.
Carmen R. Sánchez lleva 30 años viviendo en la calle 22 de San Isidro en una casa de madera color rosa. Hasta el momento, el color de su residencia no representa su experiencia con el ciclón. “Pasé el huracán en la casa de mi hermana, aquí al lado”, relató mientras agarraba una papa que pelaba minutos antes.
“La pasamos horrible allá, esas ventanas [de cristal] querían explotar”, recordó Carmen cuando narró lo difícil que ha sido sobrellevar la situación después del huracán.
“Yo compro mis alimentos todas las semanas con lo que recibo del PAN [Programa de Asistencia Nutricional] y así voy sobrellevando la cosa”, explicó la señora, quien también colabora con su hermana para compartir y cocinar los alimentos. “Es así que alimentamos las bocas que aquí tienen que comer”, sostuvo.
La casa de Carmen queda aledaña a la avenida PR-188 de Canóvanas. Cerca de su residencia hay farmacias, gasolinera y hasta una panadería. Increíblemente, la cercanía de estos locales no se traduce en acceso de alimentos y productos de primera necesidad.
“Pasan los días y es menos lo que podemos conseguir de alimentos, medicinas y hielo”, indicó en entrevista con Diálogo. Además de las ayudas gubernamentales, Carmen ha logrado beneficiarse de la repartición de alimentos que realizó el municipio después del embate del huracán.
“Aquí hace unos días el municipio nos trajo agua y alimentos en paquetes”, mencionó.
La calle 22 de San Isidro es frecuentada por personas mayores que caminan por las aceras y jóvenes corriendo en bicicleta. A pocos pasos de la casa de doña Carmen sube una angosta calle sin salida. Al final de esa calle está el hogar de Elizabeth Batista, una joven madre que aguarda en la casa de su padre “por el momento”, ya que su vivienda de madera había sido destrozada por los vientos catastróficos del huracán María el pasado 20 de septiembre.
“Estoy aquí por el momento a lo que vienen a inspeccionar los de FEMA”, expresó la mujer que hace dos semanas culminó el proceso para recibir las ayudas de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia, (FEMA por sus siglas en inglés).
“Me dijeron que el proceso tarda un mes” añadió.
Por el momento, Elizabeth espera ansiosa la reconstrucción de su espacio propio. Como partes de las ayudas recibidas, la joven madre recibió agua y comida por parte del municipio.
“También sé de las ayudas que están brindando en el Mangual, pero hasta ahora no he necesitado de ellas”, indicó la joven refiriéndose al Coliseo Carlos Miguel Mangual, espacio que sirve como centro de acopio para la repartición de alimentos. El coliseo queda a diez minutos en vehículo desde el barrio San Isidro.
“La situación no ha sido fácil”
A mitad de la calle 22 estaba Julia y su hija Francis conversando frente al hogar. Tras el paso del huracán, Francis permanece en la casa de su madre junto a sus dos hijos adolescentes.
“Mi casita se fue completa”, expresó lastimada Francis en entrevista con Diálogo. “Mi casa está en la calle 12, se le fue el techo, perdí ropa, muebles, camas, todo”, contó la mujer.
“Ya realicé la solicitud de FEMA, estoy ahora esperando que me visiten para la inspección”, exclamó. La mujer está preocupada por la pobre señal que consigue en el área. “No sé si me están llamando”, indicó.
A la familia de Francis las ayudas les han llegado poco a poco. La semana pasada recibieron una caja de agua. “También los otro días recibimos unos suministros que trajo la alcaldesa junto a Tito el Bambino”, narró Francis quien también se benefició de “los famosos $500”, una ayuda que los puertorriqueños pueden solicitar a través de la página de FEMA luego de estar días sin energía eléctrica.
“Aquí en mi casa también hemos tenido algunos daños”, soltó la madre de Francis, Julia Apellaniz, quien perdió parte del techo de zinc donde guardaba el carro de uno de sus familiares.
“Ese carro [Toyota Corolla] se perdió, le cayó el techo y bueno todavía hay cristales en el piso”, dijo doña Julia, quien también es paciente de diabetes y asegura que debe tener descontrolados sus niveles de azúcar. “Con toda la porquería que he comido en este tiempo, debo tener la azúcar loca”, expresó jocosamente la señora que se inyecta a diario una dosis de insulina.
Pero esos no han sido los únicos problemas que ha enfrentado la familia Apellaniz luego del paso de María. Una de las principales preocupaciones de esta familia es la salud del esposo de Julia.
“Mi esposo es una persona que depende de un condensador de oxígeno todo el día y sin electricidad hemos tenido problema para suplirle el oxígeno”, añadió doña Julia quien logró obtener una reserva de oxígeno a través del plan médico antes del paso del huracán, “pero que no durará más de tres días”, aseguró.
En la calle 12 predomina la desesperación
La casa de madera perdió todo el techo, y allí el sol calienta las pertenencias que esperan por la ayuda de FEMA. Ese destrozado hogar era la casita de Francis Apellaniz. En sus alrededores se avistan escombros en las aceras y casas totalmente destruidas e inhabitables.
Desde la casa vecina de Francis se acercó una mujer y preguntó a Diálogo: “¿De donde son ustedes?” pensando que era personal de FEMA. “Yo creía que eran de FEMA, pero como quiera pasen por aquí para que ver cómo nos pueden ayudar”, soltó desesperada Marilyn Medero, madre de cuatro y quien comparte con sus padrinos la planta baja del hogar.
La casa de arriba se inundó completa. “Fue tanta el agua que se acumuló que si miras el techo de aquí [primer nivel] ves como la filtración afectó todo el techo”, explicó Medero en compañía de su madrina María González.
Esta familia también perdió todo: enseres, muebles, dos matress, el televisor y casi toda la ropa.
En el segundo piso estaba sentado don Francisco Andino, padrino de Marilyn. “Mira Francisco ellos no van ayudar”, le expresó Marilyn. “Es para que esté tranquilo”, susurró Marilyn a Diálogo.
“Mira de este apartamento yo estuve sacando agua por tres días. El espacio está todo vacío porque lo botamos todo. Queríamos conservarlo para que el municipio lo viera, pero por la radio escuchamos que teníamos que sacar todo y botarlo por las enfermedades”, abundó Marilyn preocupada porque a más de tres semanas del ciclón no habían recibido ninguna ayuda del gobierno.
“Yo no sé tampoco cómo llenar lo de FEMA, eso es por Internet y no tenemos servicio. Esto ha sido un desastre, al igual que para conseguir comida y los medicamentos de mi madrina”, expresó la mujer que había llegado a las cuatro de la tarde a su hogar luego de estar casi diez horas buscando insulina para doña María. “Esto ha sido horrible”, soltó desesperada.
En las aceras de la calle 12 abunda la basura y los escombros, incluyendo una casa que daba frente a la residencia de Marilyn la cuál quedó totalmente desplomada a causa de los fuertes vientos. “Todo ese escombro lleva desde el día uno, los que vivían ahí han venido una sola vez después del huracán, eso trae enfermedades y sabandijas”, puntualizó la mujer.
Diálogo buscó una expresión de FEMA pero no obtuvo respuesta.