Tras el genocidio de Ruanda, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) prometió que algo así no sucedería “nunca más”. Pero de México a Myanmar (Birmania), las crisis humanitarias y los conflictos se han multiplicado.
Millones de personas siguen siendo blanco de ataques por su identidad religiosa, nacional, racial o étnica, y algunos hasta se ven obligados a cruzar fronteras para escapar de la violencia.
IPS conversó con el asesor del secretario general de la ONU para la prevención del genocidio, Adama Dieng, sobre las crisis complejas y los esfuerzos necesarios para evitar otro genocidio como el ruandés de 1994.
IPS: Como asesor especial, ¿cuáles son las crisis que actualmente preocupan más y a las que es necesario prestar más atención o tomar medidas al respecto?
Adama Dieng (AD): Las situaciones en República Centroafricana, el Congo, Myanmar (Birmania), Sudán del Sur y Siria son algunas de las que he planteado hace poco, aunque hay muchos otros lugares que requieren atención, como Iraq.
En Siria, los crímenes atroces denunciados por la Comisión de Investigación realmente golpearon la conciencia de la humanidad, desde el bombardeo contra Alepo el año pasado hasta el presunto uso de armas químicas, así como el continuo asedio de miles de civiles en flagrante violación del derecho internacional.
A pesar de eso, el Consejo de Seguridad prácticamente no ha tomado medidas para proteger a los civiles y atribuir responsabilidades para las víctimas.
Cuando visité República Centroafricana a principios de este mes, me contaron de las graves violaciones contra la población civil, en particular mujeres y niños, al parecer, por pertenecer a cierto grupo étnico o religioso.
A pesar de los avances hacia la paz, todavía hay una manipulación e incitación al odio étnico y religioso que el gobierno necesita atender, con apoyo de la comunidad internacional, para sostener la frágil paz de ese país.
IPS: ¿Qué medidas pueden, y deben, tomarse para prevenir un genocidio?
AD: La historia ha demostrado que un genocidio y otros crímenes atroces ocurren a gran escala y no son acontecimientos espontáneos ni aislados; son procesos, con historias, precursores y factores que, combinados, permiten su encargo.
Si observa todos esos conflictos, verá que hay un común denominador: la exclusión. La gente siente que no está incluida, y recurren a alguna forma de violencia para que se reconozcan sus derechos.
Se pueden vincular esas crisis a la falta de respeto por los derechos humanos, de observancia del imperio del derecho y también a problemas de gobernanza. Todos esos elementos confirman el vínculo estrecho entre desarrollo, paz, seguridad y derechos humanos.
Esa también es una de las razones por las que el secretario general de la ONU hizo de la prevención un aspecto clave de su mandato.
A menos que logremos que todo el mundo esté incluido en lo que sea que hagamos, estamos destinados a fracasar a escala nacional, local e internacional.
A menos que los estados miembro inviertan en fuertes sistemas de justicia, en un parlamento fuerte y valiente, en una sociedad civil fuerte y locuaz, será difícil para esos gobiernos lograr algo duradero.
Y tiene que empezar a escala local y nacional. Si se aseguran que los jóvenes, y las mujeres, estén incluidos en todos los proyectos, tienen mejores oportunidades de lograr sus aspiraciones en materia de desarrollo y paz.
IPS: El eslogan “nunca más” se sigue usando refiriéndose al genocidio de Ruanda. ¿Mejoró la comunidad internacional en su capacidad de responder o de actuar frente a estas atrocidades?
AD: Uno de los principales roles de mi mandato es actuar como un mecanismo de alerta temprana y un catalizador para movilizar la acción hacia la prevención del genocidio y de otras atrocidades a escala nacional e internacional.
Mi oficina también creó un Marco de Análisis para Crímenes Atroces utilizado por la ONU, los estados miembro y la sociedad civil para evaluar el riesgo de atrocidades y desarrollar estrategias para evitar crímenes.
Lo que se necesita ahora es tomar medidas tempranas.
Por ejemplo, hace tres años o más que llamo la atención de la comunidad internacional sobre la situación de la población musulmana rohinyá en Myanmar, pero sin mucho éxito.
Identifiqué los factores de riesgo, que estaban ahí, y hasta llegué a escribir una columna para llamar la atención del público en general.
El problema principal es la voluntad política de actuar en las primeras etapas.
Mi deseo es que sea la comunidad internacional, a través del Consejo de Seguridad que tiene la principal responsabilidad de mantener la paz y la seguridad, la que esté más decidida a atender las situaciones antes de que escalen.
Prevenir crímenes atroces antes de que empiecen sigue siendo la mejor forma de asegurar que cumplimos nuestro compromiso de “nunca más”.
IPS: ¿Lo que ocurre en Birmania es un genocidio o podría convertirse en uno?
AD: Creo que en Myanmar hubo varias señales de alerta sobre la violencia que presenciamos ahora. En reiteradas oportunidades llamé la atención sobre el riesgo de atrocidades contra los rohinyás, y por eso aplaudo la posición del Consejo de Seguridad de condenar la violencia.
Lo que vemos ahora requiere de una investigación exhaustiva.
Desde la perspectiva de mi mandato, no hay duda de que vemos elementos que son muy preocupantes: cuando se ve una población expulsada de su lugar, sus casas quemadas, mujeres violadas, personas asesinadas y otras sin más opción que cruzar la frontera, y cuando ve que esas cosas ocurrían sin la condena de las autoridades birmanas.
Y cuando Aung San Suu Kyi hizo las primeras declaraciones, su discurso planteó más interrogantes que respuestas.
Y por eso creo que si esa situación no se atiende de inmediato de forma muy energética, las acusaciones de que somos testigos de una limpieza étnica se confirmarán.
Es hora de que las autoridades de Myanmar antes que nada frenen la violencia y permitan investigaciones exhaustivas de las atrocidades que se están cometiendo.
IPS: Hay quienes se muestran preocupados porque las permanentes divisiones étnicas en Kenia recuerdan lo ocurrido en Ruanda. ¿Qué piensa de la situación, y cree que debería llamar más la atención?
AD: Antes de las elecciones, mi oficina monitoreaba la situación. Identificamos áreas donde vimos un potencial de violencia e invertimos y ofrecimos apoyo a la Comisión Nacional para la Prevención y el Castigo de Crímenes de Genocidio, Crímenes de guerra, Crímenes contra la humanidad y todas las formas de discriminación. Apoyamos sus actividades destinadas a la prevención de crímenes atroces.
Todos recordamos que en diciembre de 2007 y principios de 2008, se propagó la violencia luego de las elecciones y casi 1,300 personas fueron asesinadas. Hubo definitivamente un elemento étnico en juego, y ese fue el caso que se llevó ante la Corte Penal Internacional (CPI).
Las elecciones de 2013 fueron casi pacíficas y mi oficina, así como otras oficinas internacionales invirtieron mucho. Pero creo que antes que nada tenemos que dar crédito a la población de Kenia que ese año se movilizó por elecciones pacíficas.
Para las elecciones de este año, es notable ver que por primera vez en la historia, uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo, que la Suprema Corte realmente tomó una decisión y estoy encantado de que haya sido respetada por los candidatos.
Convoco a los líderes keniatas a que se esfuercen por difundir mensajes claros dirigidos a sus seguidores de no involucrarse en ninguna forma de violencia, y en particular, la violencia étnica no debería tolerarse. La ley debe prevalecer.
IPS: ¿La CPI debe desempeñar un papel más importantes o debería tener más autoridad para procesar a los involucrados en crímenes atroces?
AD: Sin duda. Cuando la justicia es frágil y falta voluntad política del gobierno para procesar a los responsables de crímenes atroces, se necesitan esfuerzos para referir esos casos a la CPI, si ese estado en cuestión no es un estado parte de la CPI.
Tenemos países que son estados parte, como Kenia, que llevó él mismo el caso de la violencia de 2007 ante La Haya. Al final se cerró por la falta de evidencia, pero es necesario recordar que son crímenes muy complejos.
Pienso que definitivamente necesitamos usar la CPI cuando los estados no llevan a los delincuentes frente a la justicia. La impunidad no es una opción, es necesario que terminemos con ella en todos lados.