Hay millones de personas en el mundo privadas del derecho a una identidad y sin nacionalidad. No se conoce el número exacto, por razones obvias, pero lo cierto es que su único pecado es pertenecer a una minoría étnica, religiosa o lingüística en un país en el que viven desde hace generaciones.
Millones de seres humanos sufren discriminación, exclusión y persecución, señala el último informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que reclama una “acción inmediata” para asegurar igual derecho a la nacionalidad para todos.
“Las personas sin Estado solo buscan los mismos derechos básicos que todos los ciudadanos. Pero las minorías sin Estado, como la rohinyá, suelen sufrir una discriminación arraigada, y la sistemática negación de sus derechos”, señaló el alto comisionado para los Refugiados, Filippo Grandi, en el lanzamiento del informe “Este es nuestro hogar: minorías sin Estado y su búsqueda de ciudadanía”, a principios de noviembre.
El informe explica las circunstancias que llevaron a que no se les reconociera como ciudadanos, concentrándose en debates con cuatro grupos no tienen o no tuvieron Estado. Las conclusiones del informe subrayan la necesidad de que las minorías gocen del derecho a la nacionalidad.
“Imagine que le digan que no pertenece por la lengua que habla, su fe, sus costumbres o el color de su piel. Esa es la cruda realidad de muchas de las personas sin Estado”, señaló Grandi.
“La discriminación, la causa de su falta de nacionalidad, impregna su vida cotidiana, a menudo con efectos abrumadores”, apuntó.
El documento también señala que más de 75 por ciento de las poblaciones del mundo pertenecen a grupos minoritarios.
“Sin atender, su prolongada marginación puede generar resentimiento, aumentar el miedo y, en la mayoría de los casos, generar inestabilidad, inseguridad y desplazamiento”, precisa.
Antes de la actual crisis de los rohinyás
A base de investigaciones previas a la crisis de agosto, cuando cientos de miles de rohinyás, la “mayor minoría sin Estado” del mundo, comenzó a huir de Myanmar (Birmania) hacia Bangladesh, el informe recuerda que su situación es ilustrativa de los problemas que pueden generarse tras años de discriminación, prolongada exclusión y el impacto en el estado de su ciudadanía.
“En los últimos años, se tomaron importantes pasos para hacer frente a la situación de los apátridas en el mundo. Pero nuevos desafíos, como el creciente desplazamiento forzado y la privación arbitraria de la nacionalidad, amenaza su progreso”, observó.
“Los Estados deben actuar ahora y con decisión para poner fin” a esa situación, subrayó Grandi.
Para muchas de las minorías, la causa de no tener Estado es la propia diferencia: su aspecto físico, su lengua o su religión, señala el informe.
“Al mismo tiempo, la situación de apátrida suele exacerbar la exclusión que afrontan las minorías, lo que afecta profundamente todos los aspectos de su vida, desde la libertad de movimiento al desarrollo de oportunidades, y del acceso a los servicios hasta el derecho de voto”, añadió.
Qué es ser apátrida realmente
El hecho de no tener Estado exacerba la exclusión que ya sufren las minorías, limita su acceso a la educación, a la atención médica, al empleo legal, a la libertad de movimiento, al desarrollo de oportunidades y el derecho de voto, según la ONU.
“Crea una brecha entre grupos afectados y el resto de la comunidad, profundizando su sensación de forasteros, de nunca pertenecer”, añadió.
En mayo y junio de este año, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) habló con más de 120 personas de minorías que son o fueron apátridas: los karanas de Madagascar, los romas y otras minorías de Macedonia, y la pemba y makonde, de Kenia.
Por lo menos 20 países mantienen leyes que niegan o privan de nacionalidad de forma discriminatoria.
“La discriminación de las minorías sin Estado consultadas se manifiesta más claramente en su intento de conseguir los documentos necesarios para probar su nacionalidad o su derecho a la misma, como el carné de identidad o un certificado de nacimiento”, explicó.
La falta de documento genera un círculo vicioso, en el que las autoridades se niegan a reconocer un reclamo válido de nacionalidad.
“Las autoridades me dijeron que tenía que ir a Kosovo para obtener un certificado de que no era ciudadano de Kosovo. Pero cómo voy a viajar sin documentos”, preguntó Sutki Sokolovski, un albanés de 28 años.
Su madre, quien lo abandonó de niño, era de Kosovo, pero él nació en Macedonia y vivió allí toda su vida.
Debido a su condición de apátridas y a la falta de documentos, los grupos consultados suelen quedar excluidos de un empleo legal o sostenible o de conseguir préstamos que les permitan llevar una vida decente. La marginación suele dificultar sus intentos de escapar o de salirse del círculo de pobreza, indicó Acnur.
“El mayor problema es la pobreza causada por la condición de apátrida. Una persona sin Estado no puede ser propietaria. Me siento despreciada y desgraciada por mi situación”, confesó Shaame Hamisi, de 55 años, de la comunidad pemba de Kenia.
Los grupos consultados hablaron del miedo a su seguridad e integridad física por no tener Estado. El hecho de ser criminalizados por una situación que no pueden remediar ha dejado huellas psicológicas y un sentido de vulnerabilidad entre muchos.
“La policía sabe lo que hacemos, a dónde vamos. Nos piden el carné de identidad, y cuando les decimos que no tenemos, nos detienen y nos golpean”, relató Ajnur Demir, de 26 años, un roma de Macedonia.
Niñas y niños apátridas
El informe de la ONU “Estoy aquí, pertenezco: la urgente necesidad de terminar con la infancia apátrida”, publicado el 3 de noviembre de 2015, alertaba que los niños y las niñas en esa situación sufren lo mismo: discriminación, frustración y desesperación.
Se necesitan acciones urgentes antes de que la condición de apátrida “marque a fuego” los problemas que persiguen a los niños.
“En el breve período en que los niños son niños, la condición de apátrida puede marcar a fuego problemas que los perseguirán toda su infancia y los condenen a una vida de discriminación, frustración y desesperación”, señaló el entonces alto comisionado para los Refugiados, António Guterres, actual secretario general de la ONU.
“Los jóvenes sin Estado suelen carecer de oportunidades para recibir calificaciones escolares, ir a la universidad y encontrar un trabajo decente. Sufren discriminación y acoso de las autoridades y son más vulnerables a la explotación”, añadió.
“Su falta de nacionalidad suele condenarlos a ellos y a sus familias y sus comunidades a permanecer en la pobreza y marginados durante generaciones”, añadió.