Con la masificación de Internet –que es un sistema de generación de datos descentralizado, y por lo tanto casi imposible de interrumpir, y asimismo de controlar- el acceso a los medios para publicar archivos y compartirlos con todos los que quieran acceder está al alcance de todos. Las herramientas específicas tampoco tienen demasiados impedimentos para hacerse de ellas: los blogs son espacios fácilmente apropiables y muy versátiles, que permiten albergar texto, imagen y video. Por eso son los elegidos para contar historias, ilustrarlas con imágenes y presentar videos. Los fotologs son sitios creados para publicar fotos y un espacio para comentarios acerca de esas imágenes. Los celulares con cámara y la digitalización de la fotografía en general son un gran aliado para toda esta movida. Y finalmente encontramos las redes sociales, en especial Facebook, donde cada usuario tiene su perfil virtual y puede llenarlo de fotos, videos y texto, así como aglomerarse con otros usuarios para compartir lo que sea. Para formar parte de esta comunidad, sólo necesitamos tener una cuenta de correo electrónico y ser mayores de edad, además de aceptar las condiciones de uso, por las que cada uno se hace cargo de lo que comenta o publica. Pero después de esto no hay más restricciones. Esta última característica –la de no tener demasiadas restricciones para su uso- es común a la mayoría de la llamada Internet 2.0 –donde el contenido es generado por los mismos usuarios-. Y aquí es donde se plantea la incógnita: ¿qué parte de nuestras vidas debemos publicar? Diversos criterios individuales van a marcar los límites del territorio virtual: Están los que, atraídos por quince minutos de fama -con vistas a que sean más- se exponen completamente para tratar de conseguir que algún carroñero en búsqueda de comisiones aparezca y los lleve ante las cámaras, o les paguen para ir a boliches, que los traten como VIP’s y todos, aunque sea por un instante, se fijen en ellos. Para eso publicarán lo que sea necesario, empezando por muchas, pero muchas fotos en las situaciones más triviales e insólitas de la vida de una persona. En un grado menor, encontramos a aquellos que cuentan minuto a minuto lo que hacen, andan con una cámara digital siempre a mano para retratar todos sus movimientos, para después “subirlas” a estos portales y compartirlos con sus amigos reales en versión digital, o con algunos nuevos amigos, íntegramente virtuales, agrupados en estas comunidades online. En el muro de Facebook –espacio para publicar breves comentarios propios- podremos encontrar mensajes como “calentando el agua para el mate”, o “fui a pagar la luz”, o “pisando las papas para hacer el puré”. Todo lo que hacen o dejan de hacer es publicado, minuciosamente. Con fotografías que lo ilustran, volviendo “publicable” cualquier hecho cotidiano. Finalmente, aparecen estos casos de aquellos que usan estas nuevas tecnologías para compartir las fotos de algún evento -que ya no se revelan ni imprimen, sino que se “cuelgan” en estos espacios-, reencontrarse con amigos perdidos o bucear en las vidas de gente de los otros dos grupos, más expuestas. Algunos más reticentes que otros a estas tecnologías, se acoplan por no quedar afuera. Pero, ¿y del otro lado? Del otro lado estamos los que, en mayor o menor medida, consumimos estas exposiciones y hacemos que todo esto sea posible. Somos los que miramos los fotologs, leemos los blogs, navegamos por Facebook y después opinamos. Nosotros damos vida y desde nuestro lugar fomentamos la exposición de los demás, la dependencia a las cámaras, porque somos además los que pausamos nuestras actividades para escuchar las declaraciones de algún nuevo personaje, que empezó con un fotolog y ahora sale en televisión. Momento de reflexión, querido lector: ¿qué vino primero, fotolog o el curioso? ¿Los “floggers” o los programas que los sacaron de Internet y los llevaron a las cámaras? ¿La culpa es del que sube su intimidad a Internet y la hace pública o de quien la mira, comenta y está pendiente? Aquí radica la cuestión. Entre todos estamos incentivando a que cada día la gente exponga su vida privada ante las cámaras y posteriormente ante cualquiera con acceso al Internet, por la aprobación de los que estamos del otro lado. Y tú, ¿cuántas fotos subiste hoy? Esta artículo fue publicado originalmente en la Revista Alrededores. Para acceder al artículo original favor de dirigirse a http://www.alrededoresweb.com.ar/notas/publico-o-privado.htm