Érase una vez la historia de una niña de cinco añitos que vivía en un pequeño pueblo del inmenso continente africano. La exactitud no es necesaria esta vez. Pongámosle por nombre “Lucy”. Quien una mañana cualquiera acompañó a su madre a visitar a una vieja amiga. Lo que Lucy no imaginaba era que esa visita le cambiaría su vida. Llena de inocencia y cargada de desconocimiento, seguía confiadamente al ser que le había dado la vida. Pasaron varias aldeas y la niña le preguntaba a su madre: “Mami, ¿a dónde vamos?”. Su madre suspiraba y no pronunciaba ni una sola palabra. Finalmente, llegaron a su destino. Una pequeña casa muy humilde rodeada de arbustos donde una mujer con el rostro añejo, marcado por las vivencias de su vida la esperaba para llevar a cabo el ritual tradicional. “Entra y acuéstala ahí”, le dijo la mujer que llamaremos Anís, a la madre de Lucy. La pequeña seguía sin entender lo que estaba a punto de suceder; sólo sintió que su madre la tomó en sus brazos y la recostó sobre aquel lecho duro y frío. En pocos minutos, Lucy se encontraba desnuda frente a su progenitora y una perfecta desconocida sin conocer el dolor tan amargo que estaba a punto de sentir. Allí estaba ella, con las partes de su cuerpo, “donde no alumbra el sol”, al descubierto. Estaba desnuda, desprotegida, cuando de repente sintió que mientras su madre le sostenía sus pequeños brazos, Anís desgarraba a sangre fría sus genitales con una pequeña navaja. Lucy sólo sentía dolor, sentía que la destrozaban por dentro sin entender cómo era posible que la torturaran de esa manera. Ella sólo gritaba de sufrimiento, mientras la sangre corría. Una vez removido el clítoris, la cirujana casera procedió a cerrar los labios menores de su vagina dejando un pequeño orificio para que cuando Lucy creciera, su amiga mensual y puntual tuviera espacio para poder salir como “Juan por su casa”. Una vez finalizada la dolorosa y antihigiénica intervención quirúrgica, Lucy era una niña nueva que ante los ojos de su madre y de su cultura, era una mujer pura y lista para el matrimonio.
Escenas como estas son vividas por millones de mujeres y niñas alrededor del mundo, en especial en los países orientales como Egipto, Indonesia, China, entre otros. La Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que hay más de 100 millones de mujeres y niñas en el mundo que han sufrido mutilación genital. La catedrática de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPR-RP), Margarita Mergal, explicó que la operación se divide en dos procedimientos básicos conocidos como ablación, donde se remueve el clítoris, y la infibulación, en la cual se remueve el clítoris y se cosen los labios de la vulva con el propósito de cerrar la vagina. En ocasiones se deja una pequeña abertura para que salga la sangre menstrual. No obstante, la Mutilación Genital Femenina (MGF) ha sido criticada por diferentes grupos sociales por violar los derechos de las mujeres y ser una amenaza a su salud por la mala práctica de estas intervenciones, las cuales han provocado la muerte de muchas féminas la mayoría de las ocasiones. Sin embargo, esta práctica va más allá de una simple incisión, ya que es una cuestión cultural. Es una tradición que afecta la salud emocional y física de las mujeres que son víctimas de este morboso ritual. De acuerdo a un reportaje realizado por la cadena BBC Mundo, “Piden fin a mutilación genital femenina”, los padres que respaldan esta práctica sostienen que ayuda a prevenir una conducta sexual promiscua en sus hijas. Desde siempre estos grupos étnicos, han pensado que la MGF garantiza el honor de la familia y la dignidad de la joven que se somete a esta tortura. Aún en el siglo XXI, muchas generaciones de algunos países creen en la virginidad hasta el matrimonio como un símbolo de pureza y honor. Pero, ¿hasta qué punto se va a proteger ese mito? ¿Hasta qué punto la mujer tiene que seguir siendo torturada por sentir placer? A raíz de estos argumentos, la catedrática mencionó que la MGF no es una opción efectiva para promover la abstinencia en las jóvenes. “Es tan inefectiva como las campañas de abstención acá en la Isla. Su inefectividad reside en que el trauma es tan terrible que a veces aleja para siempre a las mujeres del sexo lo cual conduce a la violación en el matrimonio. Además, uno de los efectos es el coito doloroso y de los partos ni se diga. El problema es que usualmente la mutilación va acompañada de la falta de educación sexual y por ende estas mujeres no saben cómo evitar los hijos o peor aún, no saben que se pueden evitar. Lo que a veces conduce a prácticas folklóricas de medicina tradicional para poder abortar”, recalcó. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), organización que defiende los derechos de los niños alrededor del mundo, manifestó que la ablación femenina se practica principalmente a niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años. Las personas que practican esta cirugía casera son generalmente comadronas tradicionales o parteras profesionales. El portal electrónico del Center for Reproductive Rights (CRR) señaló, que, aproximadamente, 130 millones de niñas y mujeres en todo el mundo han sido sometidas a la MGF, y por lo menos dos millones de niñas anualmente están en riesgo de padecer alguna de las formas de este procedimiento el cual es practicado en al menos 28 países del mundo. La profesora Mergal reseñó el caso de Kenia, publicado en el diario el País en el 2003, donde una joven se mutiló sus genitales para ser aceptada por su familia política. El rotativo informó que en este país la circuncisión genital femenina está prohibida a raíz de la aprobación de la Ley del Menor en el 2001. La cual estipulaba sanciones que no superan el año de prisión y la multa de 600 euros. Sin embargo, las niñas mayores de 16 años quedan libres de elegir si quieren someterse a la ablación o no. Por consiguiente, el CRR expuso que un gran número de organismos y conferencias de las Naciones Unidas han hecho un llamado a los gobiernos para que adopten medidas que eliminen esta tradición tan perjudicial. “La norma cultural establece que una mujer que no ha sido operada es una mala mujer, licenciosa, entre otras atrocidades. Por lo tanto, no se considera apta para el matrimonio y eso en estas culturas – una mujer que no se casa o peor, que no quiere casarse – es un grave pecado social. He ahí el enganche con la identidad de género. Para ser una verdadera mujer hay que estar mutilada. Por ello se considera también un rito que da paso a la condición femenina completa”, expresó Mergal, experta en el tema del Género. El CRR considera la circuncisión femenina (CF) como un asunto crítico de los derechos reproductivos de la mujer y busca erradicar dicha práctica debido a que viola los derechos humanos de las mujeres y de las niñas al vulnerar su derecho a la integridad corporal extirpándoles sus órganos sexuales sanos sin que haya necesidad médica. Esta organización se ha enfocado en hacer un análisis a nivel mundial de las leyes y políticas referentes a la MGF y recomendar que se haga un acercamiento holístico al problema. Entre las medidas que sugiere este centro, se debe incluir la educación, la intervención en las comunidades y el suministro de centros de salud reproductiva de calidad para la mujer. A estas medidas legales, la profesora Mergal señaló que en los países como Puerto Rico donde no se practica esta violación, no tiene sentido prohibirlo. Aunque afirmó que en algunos estados europeos se han aprobado estatutos que impiden esta práctica, debido a las altas tasas de inmigración de personas que provienen de culturas donde sí se practica. A preguntas sobre el por qué aún no se ha erradicado esta mutilación en el mundo, la catedrática respondió que “por lo mismo que acá en los países cristianos no se ha eliminado la práctica del celibato sacerdotal y en general, en prácticamente todos, no se ha eliminado la división sexual del trabajo doméstico. Las prácticas, normas, hábitos, mitos, sociales son a veces muy difíciles de erradicar. Especialmente lo son las prácticas que tienen que ver con el sexo, la sexualidad y el género, asuntos muy íntimamente vinculados a la identidad personal y cultural”.
De manera similar, los hombres pasan por este proceso de circuncisión donde se someten a operaciones quirúrgicas menos dolorosas y más higiénicas. Para la experta en el tema de Género, la circuncisión masculina no es igual a la femenina porque no afecta el placer sexual, sino que en algunas situaciones lo aumenta. “En el caso de las mujeres es una mutilación que no sólo es dolorosísima, totalmente innecesaria, con graves efectos a la salud, sino que impide por completo el placer sexual. En muchos casos, especialmente el de las islámicas mutiladas que viven en América o Europa afecta su autoimagen y tienen graves problemas psicológicos. De hecho, ya en España se están practicando intervenciones quirúrgicas para restaurar el clítoris”, abundó Mergal. La catedrática añadió que la operación que se les practica a las mujeres usualmente se realiza en las peores condiciones de higiene, sin anestesia, a la fuerza y es sumamente traumática y dolorosa. Especialmente en el caso de las niñas, las cuales son la mayoría, y se les interviene sin su consentimiento. La OMS determinó que la mutilación femenina acarrea problemas en el parto, hemorragias, ingresos hospitalarios más largos, las mujeres tienen más riesgo de dar a luz a través de cesárea, sufren dolor en el coito, infecciones frecuentes incluyendo el SIDA y tétano por uso de materiales contaminados, retención de orina, fístulas, daños en los tejidos de la zona, esterilidad, septicemia y hemorragias que pueden ser mortales. Es a raíz de este tema que los fanáticos de la página www.carrito.net vuelven a reaccionar en contra de esta práctica que ha afectado a tantas mujeres a nivel mundial. “No estoy de acuerdo con esta práctica, pero…esto lo hacen en varios países por cultura y/o religión. Para nosotros es algo malo pero para ellos es bueno. Nosotros opinamos por nuestras creencias y por las cosas que hemos visto durante nuestra vida. Estas personas han vivido con este tipo de rituales desde hace mucho tiempo”, expresó el joven denominado como Yamilnm. “Gracias a Dios que soy Boricua, pero no estoy de acuerdo con esa práctica, yo pienso que las mujeres al igual que nosotros los hombres merecemos los mismos derechos que recibimos desde que nacemos”, sentenció Nizmo27. Finalmente, la profesora de la Escuela de Comunicación destacó una nota del periódico New York Times, titulada “Saudi Women Rise in Defense of the Veil”, donde una estudiosa de la ablación en Mauritania, Baba Bey, precisó que “(El clítoris) es un órgano de erección que debe desaparecer porque la mujer ha de estar en estado de sumisión respecto al hombre, sin experimentar placer; es él quien debe tenerlo. La ablación es un valor social. Es una más de las marcas del cuerpo de las mujeres, doloroso y grave, eso sí”. Mergal concluyó diciendo que muchas personas creen que el clítoris no es un órgano, “sino que es sólo algo que está ahí y no debe de estar. Hay que sacarlo para que la niña sea normal”. Es evidente que en muchas culturas la MGF es un ritual tradicional que practican las familias para mantener la dignidad de sus hijas féminas. Y aunque se debe respetar la diversidad y las creencias culturales, deberíamos preguntarnos hasta qué punto un ritual puede ser aceptado si atenta contra la vida de un ser humano.