Era una noche de Reyes y un pobre niño descalzo brincaba de charco en charco en Cataño. Estaba sucio, descalzo y portaba una cajita para limpiar los zapatos. “Como me he portado bien…” le iba diciendo a la lluvia: “en esta noche de Reyes yo he de tener mi aguinaldo”. La lluvia le acompañaba y contestaba en tintines que iban llenando su vida de soledad y sinsabores.
De pronto escuchó una voz que entorpeció el pensamiento. “¿Adónde vas tan contento? Le ha preguntado la lluvia. “Quiero un enero en Belén, pero como está lloviendo, no encuentro un claro en el cielo que me deje ver el lucero que me alumbrará el camino para llegar a Belén. Yo quiero ser un pastor”.
“No hay que mirar hacia arriba cuando se busca el lucero. Existe entre las casitas que apiadan la vecindad una casa que dedica su vida y su libertad a poner un nacimiento que da fe a la humanidad”. ¿Un nacimiento? Pensó. ¿Qué haré con un nacimiento si lo que yo quiero es ser pastor? Pero como no halló qué hacer, se fue por aquel camino que la lluvia le indicó y se encontró una casita con un cuarto chico al lado. Llegó hasta el portón, abrió la puerta del cuarto y se encontró con un pueblo que estaba lleno de estrellas. Había patitos y lagos, casitas y pastorcitos. Era como ir a Belén.
Fue de a pasitos pequeños, llegó hasta el nacimiento y le pidió al niño Dios en un susurro soplo, que le diera su aguinaldo y le hiciera su pastor. Fue tanto el amor que sintió el niño Dios en su cuna que el secreto de la Nada se desboronó ante sus ojos. Y se lo llevó a reyar hacia un enero en Belén.
Al otro día, temprano, cuando don García Estrada fue a darse su vueltecita por el cuartito del lado, donde estaba el nacimiento, encontró la puerta entreabierta. Una nueva figurita adornaba el nacimiento. Cuando lo tomó en sus manos, vio que esta nueva figurita traía la vestimenta de los niños limpiabotas, con los pantaloncitos cortos, los piececitos descalzos y la cajita en la mano. Este nuevo pastorcito era un niño caribeño. Cuando le miró a los ojos, él traía en su mirada el lucero de Belén.
La autora es historiadora.