El cáncer es una de las principales causas de muerte en el mundo. Los tratamientos para esta enfermedad crónica son poco accesibles, principalmente para la población de Puerto Rico que permanece en un 43.5% bajo el nivel de pobreza, según el más reciente Censo de Estados Unidos.
Frente a esta realidad, el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) fue seleccionado como uno de los cuatros principales centros universitarios que formarán parte de un consorcio de investigación de la Fundación Nacional de las Ciencias (NSF, por sus siglas en inglés) para desarrollar nuevas tecnologías que logren crear tratamientos accesibles y seguros a base de células. La iniciativa se da por medio del Engineering Research Center for Cell Manufacturing Technologies (CMaT).
Las otras tres universidades que participarán del prestigioso consorcio serán el Instituto de Tecnología de Georgia, la Universidad de Wisconsin-Madison y la Universidad de Georgia. Las propuestas de estas universidades compitieron con otras 420 que se presentaron ante el NSF. El logro conlleva una subvención de $20 millones, de los cuales $2.5 millones se destinarán para la investigación del RUM.
Recientemente, en agosto del año pasado, a través de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), se aprobó la primera terapia genética de Estados Unidos para combatir la leucemia en ciertos pacientes jóvenes por medio de la terapia genética y celular.
“El problema que estamos enfrentando ahora mismo con ese tratamiento, es que solamente beneficia a 600 pacientes al año”, explicó Madeline Torres Lugo, coinvestigadora principal del consorcio y catedrática del Departamento de Ingeniería Química del recinto mayagüezano.
La misión de la investigación en la que participa el RUM es lograr la manufactura a gran escala de terapias de células para que los tratamientos sean a bajo costo y seguros. El proyecto beneficiaría a los pacientes de condiciones como cáncer, afecciones cardíacas, problemas músculoesqueletales y enfermedades neurodegenerativas.
Los retos de iniciar estos proceso investigativos son diversos, principalmente por las propiedades de las células. “A diferencia de los medicamentos clásicos como las pastillas para el dolor de cabeza o como los biofarmacéuticos como la insulina, las células son entes vivientes muy complejos que pueden cambiar sus propiedades por cualquier manipulación durante el proceso de manufactura. Entender estos cambios es fundamental para el desarrollo de estos procesos a gran escala”, explicó Torres Lugo.
Nueva oportunidades económicas
La medicina moderna, además de traducirse en la esperanza de millones de pacientes, representa también una oportunidad para incentivar la economía de Puerto Rico.
“En un futuro cercano, las terapias médicas se moverán hacia la utilización de células para el tratamiento de enfermedades crónicas o catastróficas. Para esto necesitamos no tan solo desarrollar las tecnologías para manufacturarlas a gran escala y hacerlas accesibles, sino también necesitamos desarrollar la mano de obra necesaria para que estas industrias puedan llevar a cabo exitosamente estos procesos en la isla o en cualquier parte del mundo. Esta iniciativa representa una oportunidad para estar a la vanguardia en la industria farmacéutica”, indicó Torres Lugo.
La investigadora añadió que el proyecto “complejo y abarcador”, también busca desarrollar a los profesores para continuar trayendo proyectos de este nivel, e inculcar el empresarismo y la innovación para que los estudiantes puedan crear sus propias compañías con las tecnología que desarrollen en los laboratorios del Recinto. “Quiero que no solo apoyen a estas industrias establecidas, sino que puedan desarrollar sus propias empresas”, añadió Torres Lugo.
Es la primera vez que el Recinto de Mayagüez participa de una subvención en el tema del desarrollo de tratamiento médicos celulares. En la investigación del recinto participan los catedráticos Agnes Padovani Blanco, Jorge Almodóvar Montañez, y Maribella Domenech García, de Ingeniería Química; Pedro Resto Irizarry, de Ingeniería Mecánica; y Wandaliz Torres García, de Ingeniería Industrial.
El consorcio contará con la colaboración de instituciones afiliadas como la Universidad de Pennsylvania, la Universidad de Emory, los Institutos Gladstone, y la Universidad Tecnológica de Michigan, así como instituciones investigativas en Japón, Irlanda y Canadá.