Rosa Vanessa Otero siente la poesía como el espacio de la libertad, como la creación desde la ausencia de herramientas. Eso fue lo que experimentó al escribir La vocal encinta y otras encarnaciones (2017), el cuarto libro de la escritora puertorriqueña.
“Yo estoy convencida de que la poesía se alimenta de todas las fuentes posibles. Uno no se puede quedar solamente con leer, uno tiene que mirar, escuchar, investigar”, expuso la poeta.
Sabemos que es la misma persona la que se levanta por la mañana, va a su trabajo, hace cosas que no tienen nada que ver con la literatura, le repasa las matemáticas a sus hijos, juega, comparte la vida con sus seres queridos, y además, escribe poemas. “No puedo separar ninguna faceta de mi vida. Prefiero la de poeta, por supuesto. Pero en Puerto Rico, ni en cualquier parte del mundo, uno no vive económicamente de ser poeta”, sostuvo.
La también editora de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico cuenta que en el día a día ha tenido que leer textos de historia, de filosofía, de pedagogía, hasta de matemáticas. Y todo eso nutre su trabajo poético. Hay veces en que todo se le funde y confunde.
La mayoría de los poemas que aparecen en su más reciente entrega literaria son compactos. Son poemas que agarran un concepto, se quedan al interior de ese concepto, no se salen de ahí. Son figuras; miniaturas.
Esa capacidad de poder trabajar los textos como esculturas, de trabajar la forma artesanalmente se la debe a sus años en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. “La formación en COPU es algo que agradezco muchísimo porque me dio estructura. Esos cursos de periodismo donde es imprescindible seguir ciertas normas en cuanto a la organización del pensamiento, me han hecho ver inevitablemente los textos y los libros como cuerpos. Lo que escribo lo pienso como un cuerpo donde todas las partes conectan y pueden moverse juntas. Eso es parte de mi firma”, aseveró la escritora.
Otero no piensa demasiado en el efecto político que su escritura pueda provocar en los demás, pero definitivamente el hecho de que sus padres fueran obreros y le hayan enseñado que a través de la educación podía tener una vida algo distinta, y que le transmitieran el sentido del trabajo es un acto político.
A la escritora le obsesiona mirar, le obsesiona ver. Y eso requiere que uno se detenga. Uno puede ir a prisa en la vida diaria, debido a la familia o al trabajo a tiempo completo que nos impone cierto ritmo y nos dificulta el sosiego que hace falta para contemplar. Sin embargo, la poeta ha integrado la contemplación a su manera de ir por la vida y de hacer las cosas diarias.
“Muchos motivos de poemas me han llegado guiando, metida en el tapón, no los he podido escribir en el momento, eso sí: me quedo con la idea en la mente y después, en cuanto tengo el tiempo, la trabajo. Me fascina saber que veo cosas que a otras personas no se les hace tan fácil ver. No necesariamente son concreciones, son más bien intuiciones”, mencionó enfatizando que siempre trata de estar atenta.
El poemario se titula La vocal encinta porque la palabra todavía está en potencialidad. La publicación recoge dos colecciones de poemas. La primera parte de esta colección de poemas es muy breve. Podemos decir que ambas son gemelas de algún modo, (gemelas fraternas, no idénticas) porque lo que se plantea en la primera parte se pone en crisis en la segunda. Son dos etapas distintas de escritura. En la primera parte, Otero se pregunta qué es la poesía, lo poético; hace algunos esbozos. Todo tiene que ver con la poesía. Es poesía sobre poesía. Es el y ahora qué. Es la búsqueda.
La segunda parte es el cuestionamiento de la primera, sin que necesariamente las dos se contradigan. La segunda parte es más elaborada, tiene más cantidad de poemas, más variedad en los temas.
“La primera parte se llama La vocal encinta porque tiene que ver con lo que tú sabes que ya está, pero que no lo acabas de ver. En un embarazo se sabe que hay una vida que está formándose, pero todavía no la ves”, explicó.
La vocal, porque estamos hablando de la palabra, no de cosas físicas. El título te instala en lo que vas a leer.
Encarnaciones, como se titula la segunda parte, son las concreciones. Ya son cosas tangibles. Ya existe un cuerpo de poemas. Tiene que ver con lo que se forma, con lo que cobra vida. Ciertamente, hay más tonalidad, más profundidad, más trabajo.
Otero –quien aspira a publicar literatura infantil– sostuvo que el poema que más le agrada siempre es el que está escribiendo. No obstante, confesó que siente gran aprecio por El pozo, debido a que sintetiza la situación que la llevó a escribir todos los poemas del libro. Ese poema en particular refleja el cuerpo caído y roto, la imagen. De algún modo, recoge todos los libros que ha escrito.