El campo artístico mantuvo siempre sobre las obras un valor de culto, irrepetible y divino. La invención de la fotografía modificó esta concepción no sólo porque la captura de una imagen implicaba una relación diferente con el objeto representado, sino porque su reproducción técnica permite acercar las obras a las masas.
El daguerrotipo fue el primer procedimiento fotográfico, desarrollado y perfeccionado por Louis Daguerre a partir de las experiencias previas inéditas de Joseph-Nicéphore Niépce. Esta tecnología fue difundida hacia 1938. Surge con la particularidad de retratar visualmente la realidad. Luego, con la institucionalización del dispositivo y ya creadas sus propias reglas del campo, los usos e intenciones artísticas van a ir cambiando. Pero su incorporación al arte va a tener su tiempo.
La irrupción de la fotografía al campo artístico se dio a partir del retrato. Fue el retrato fotográfico que se impuso frente al retrato pintado lo que le abrió las puertas al nuevo dispositivo al mundo del arte.
La obra de arte ha sido siempre susceptible de reproducción. Desde los inicios de la humanidad –si es que hubo alguno- los hombres han intentado retratar lo que veían. La pintura y la escultura son los ejemplos que lo afirman. Las artes visuales, previas a la fotografía, no buscan imitar la visión del hombre ya que las técnicas mencionadas no pueden reproducir inconfundiblemente la realidad representada. La obra es un signo que representa a un objeto real, que toma cosas de él pero que lejos está de asimilarlo. Pensemos en el paisaje pictórico, el artista busca representar lo visto pero lejos está de reproducirlo tal cual es ya que su técnica no lo permite porque nunca podrá ahondar en cada uno de los detalles del paisaje real. De hecho no lo busca, es por eso que la pintura toma determinadas características del objeto –particularmente sus expresiones sensibles que le producen- y lo pinta. Con la fotografía ocurre algo distinto porque rompe con la concepción artística. Rompe con el aura.
Walter Benjamin, filósofo y crítico alemán, trató mucho la particularidad de la obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica. El concepto del aura, afirma, es “la manifestación irrepetible de una lejanía por más cercana que parezca”. Cuando se captura una imagen se captura un momento. Existe un aquí y ahora, lo que le otorga un carácter de autenticidad. El valor cultual de la obra da lugar al valor exhibitivo. La obra de arte pierde la función representativa del aquí y ahora, de la divinidad irrepetible, del culto, del ritual para transformarse en un objeto real que es acercado a las masas como un producto. Un producto exhibido.
Pero lo que logra la reproductibilidad técnica que trae consigo la fotografía es modificar la relación de la obra con las masas porque al exhibirse se libera de todo ritual divino y se pone a sí misma al alcance del público.
La invención de la fotografía junto con una serie de inventos -como el telégrafo y más tarde el fonógrafo- tiene como contexto la Revolución Industrial que luego se extendió al desarrollo del Capitalismo. Si bien toda invención, toda tecnología es un síntoma que se produce ya que hay una sociedad que la produce, genera un cambio que de alguna forma choca con lo establecido. El catolicismo conservador de la época planteaba que “el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar su imagen divina. A lo sumo podrá el artista divino, entusiasmado por una inspiración celestial, atreverse a reproducir; en un instante de bendición suprema, bajo el mandato de un genio, sin ayuda de maquinaria alguna, los rasgos humano-divinos”.
Camille Recht, escritor y crítico alemán, compara de forma muy acertada la pintura y la fotografía con el violín y el piano. El violinista debe producir el sonido, tiene que buscarlo mientras que el pianista debe buscar la tecla para que el sonido resulte solo. Esto nos refiere a la relación del artista con su objeto y con sus técnicas las cuales se transforman con la llegada de la fotografía.
Cuando la fotografía irrumpe en el campo artístico lo hace como una tecnología que retrataba la realidad con un mecanismo automático. Mediante la acción de la luz se obtienen imágenes que reflejan con una nitidez precisa para la época.
Verónica Tell, en su libro Impresiones porteñas, analiza las primeras fotografías que se incorporaban a los diarios y revistas. “Una reproducción es el desdoblamiento de esa imagen que estuvo y que sigue allí. Con una nitidez, con una presencia y una materialidad diferente reenviará siempre a lo que quedó en la revista”.
Benjamin concluye: “La reproductiblidad técnica emancipa a la obra artística de su existencia parasitaria en un ritual. La obra de arte reproducida se convierte, en medida siempre creciente, en reproducción de una obra artística dispuesta para ser reproducida (…) En el mismo instante en que la norma de autenticidad fracasa en la producción artística, se transforma la función íntegra del arte. En lugar de su fundamentación en un ritual aparece su fundamentación en una praxis distinta, a saber en la política”.
Si la invención de la fotografía modifica el ámbito artístico y el universo visual, no es solamente por sus sistema de representación sino también por los espacios en que actúa, por los aparatos críticos y discursivos que se construyen a su alrededor. Cumple una función de acercamiento sin restricciones a la sociedad y es allí donde ejerce su rol transformador, en el espacio público.
Fuente Revista Alrededores