Hernández Mayoral y García Padilla lo defienden como si se tratase de su propia vida. Willy Miranda y Faz Alzamora dicen que le está llegando el momento, pero no se atreven aún a condenarlo muerte. El partido que defiende el status quo de Puerto Rico anda en una división que no parece poder resolverse. El ELA está en crisis. ¿Qué pasó? ¿Cuándo sucedió esto?¿Realmente hablamos del Estado Libre Asociado? Quién diría que hace apenas unas cuantas décadas el País presumía un sistema político y social que provocaba envidia entre sus vecinos latinoamericanos. Durante la segunda mitad del siglo pasado, hace algunos pocos años, Puerto Rico se las echaba de tener “lo mejor de los dos mundos” que tanto nos repitieron. Piculín y Quijote Morales defendieron los colores puertorriqueños; Marisol Malaret y Dayanara nos representaron ante “el universo”; mientras tanto, modernas autopistas, jugosos cheques por hacer nada y los billetes verdes hacían orilla. Todo bajo el dulce canto del coquí y la sandunguería de Maelo. Mientras, América Latina parecía estar sumida en un eterno conflicto del que fuimos sólo espectadores lejanos, éramos testigos desde nuestra felicidad, de cómo dictador tras dictador abusaba de los derechos y libertades de los pueblos hermanos, limitando casi totalmente sus posibilidades de desarrollo. Nosotros por nuestra parte, bebíamos Schaeffer, Budweiser, de vez en cuando Medalla, y protestábamos sólo cuando querían vender la Telefónica (Fortunata, qué simpáticos que somos). Hasta que la gota colmó la copa. O hasta que las aguas llegaron a su nivel, o cualquier otro ejemplo de refrán que haga referencia a cuando algo completa su ciclo de utilidad, llega a su límite, o simplemente termina. Nuestro idílico status, que nos deja viajar a Miami sin pasaporte para luego llegar y hablarle a todo el mundo en español durante las vacaciones enteras, era una ventaja grande mientras el resto de los países vecinos vivían, como dije antes, sumidos en crisis internas o revoluciones y golpes de Estado que retrasaron sus respectivos progresos por décadas, por no decir más. Pasada, sin embargo, la Guerra Fría, llegamos a un punto en la historia en que Estados Unidos eligió ampliamente a su primer presidente negro y se dirige sin parar (aparentemente) a un modelo de gobierno totalmente democrático y justo. De esta forma, el resto de América Latina suda trabajando con algún grado de conjunto para hacer crecer sus economías individuales y colectivas mientras se asocian con naciones de todo el mundo. A Puerto Rico ya no le funciona la historia de que tenemos identidad como nación pero no nos va a pasar nada, como al resto de las repúblicas, porque tenemos la protección que nos da una asociación permanente con los Estados Unidos. Protección a cambio de ventajas económicas para sus industrias y estratégicas para su Ejército. No funciona ya, principalmente, porque Estados Unidos no tiene la intención, a estas alturas de la historia, de continuar brindándonos esa aparente seguridad si no entregamos a cambio esa misma identidad que tanto atesoramos como botín de guerra. Ya no basta con dejarles abrir Wal-Marts y Starbucks a tutiplén, eso ya lo pueden hacer en Costa Rica, Panamá, Colombia o la Republica Dominicana, por poner algunos ejemplos. Es en este punto y en estas cirscunstancias, que el Partido Popular se ve hoy totalmente perdido, sin saber a dónde va ni qué quiere, porque lo que unos quieren, ya no es lo que ellos creen que es, y lo que los otros dicen que quieren, no se llama como ellos quieren que se llame. El ELA agoniza, y aunque ELAmos felices, como todo en la vida, hay que enfrentar la triste realidad. El autor es copywriter y egresado de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico.