Al cierre del año 2011, las manifestaciones que se llevaron -y aún se llevan- a cabo a lo largo y ancho del globo terráqueo se colocan como pieza icónica y descriptiva de los pasados doce meses.
Para prueba, varios botones. Y es que, el reciente lanzamiento del nuevo número de la revista estadounidense 'TIME', en el que se coloca en portada a "Los manifestantes" como personajes del año, es una prueba inicial de las implicaciones que tuvieron las revueltas -en especial la llamada Primavera Árabe- en el mundo.
Según explica la publicación en su portada, en la que aparece una persona, quizá una mujer, con la cabeza tapada y un pañuelo en un trozo de su cara, se busca reconocer a todos los manifestantes, The Protester, como ellos los han denominado.
Y no es para menos, si desde la primavera árabe, Atenas, Occupy Wall Street, las protestas estudiantiles en Chile, Londres, Italia y Puerto Rico, entre otros, y hasta las más recientes protestas en Moscú, la indignación adquirió su verbo y llevó a pensar el mundo desde otras posibilidades.
Algunos experimentaron el cambio y dieron sentido a la sangre derramada por sus compañeros. Otros, en cambio, aún se aferran a la esperanza de que su voz sea escuchada y su gestión logre significarse dentro de un movimiento. El resto, vio tronchados sus sueños por mentes incapaces de darle sentido a lo que llaman democracia.
Asimismo, de la mano de este lanzamiento, corre viralmente la noticia de la entrega a varios activistas árabes del Premio Sajarov que entrega el Parlamento Europeo a la libertad de conciencia.
Como dijera El País en su entrega de hoy, "(parecería que) derrocar dictadores y tratar de buscar un mundo mejor tienen su recompensa -más allá de la inicialmente perseguida".
Pero los premios, sólo premios son. Y a tono con este reconocimiento, también llegan las verdades a medias. Así lo hace ver Ahmed al-Zubair Ahmed al-Sanusi, uno de los que hoy es premiado por el Parlamento Europeo y que pasó 31 años en las celdas de Gadafi, en Libia.
“Tenemos mucho trabajo por hacer para avanzar hacia un sistema democrático, que respete los derechos humanos y en los que exista la libertad de expresión, que no hemos tenido”, dice sin que se le quede nada por dentro.
Pues, no es indignarse, levantarse y generar una rebelión, sino guardar la cordura e impedir que estos que hoy se levantan caigan en las mismas dinámicas que aquellos que se van. Recordar, como mantra sagrado, las miles de vidas y todos los atropellos que tuvieron que pasar unos para poder ofrecerles un mundo más humano a otros – políticos, proxenetas, católicos, ateos, homosexuales, negros, dominicanos, etcétera y etcétera- incluidos en él.