En conmemoración del Día Internacional de la Juventud, la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ) preparó diferentes foros y eventos en los que participará un gran número de jóvenes de América Latina y representantes de los diversos movimientos juveniles involucrados en los procesos sociopolíticos de sus países. Me llama particularmente la atención la ausencia de ponentes puertorriqueños en la agenda de dichas actividades, por lo que me pregunto: ¿dónde está nuestra juventud? En efecto, ¿dónde están los jóvenes de este País? Según las Naciones Unidas (ONU) la juventud es la edad comprendida entre los quince y los veinticinco años. Aquí en Puerto Rico, la Oficina de Asuntos de la Juventud (OAJ) clasifica como “joven” a toda persona entre los trece y veintinueve años. Eso quiere decir que más del 30 por ciento de la población es considerada joven. Los movimientos juveniles en todo el mundo siempre son piezas claves en los eventos históricos, ya sean a favor o en contra del sistema. Algunos ejemplos de esto son: las protestas de la Plaza de Tiananmen de 1989 en la República Popular China, acontecimiento protagonizada por estudiantes universitarios; asimismo el movimiento estudiantil mexicano de 1968; las movidas juveniles que reaccionaron contra la guerra de Vietnam; las juventudes hitlerianas de la Alemania Nazi; la Generación del 28 en Venezuela -movimiento estudiantil que le hizo frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez-, la Unión de Jóvenes Comunistas en Cuba; el movimiento estudiantil a favor y en contra de Hugo Chávez; los movimientos juveniles en España, entre muchos otros. Ahora bien, en Puerto Rico hubo una época en la que la juventud también participó activamente en la historia. Por ejemplo, la Federación Universitaria Pro Independencia (FUPI) fundada en Río Piedras en octubre de 1956 como una organización propulsora de del movimiento revolucionario estudiantil.
Durante décadas, los jóvenes universitarios e intelectuales del País intervinieron en la política y se manifestaron activamente. Pero este furor se desvaneció con el transcurso de los años. Una causa para esta invisibilidad puede ser el hecho de que estos jóvenes eran de las primeras camadas de universitarios en la Isla, hijos de padres obreros y con acceso a una educación infinitamente superior a la de sus progenitores. Era obvio que esto despertaría, no sólo cuestionamientos sobre los aspectos fundamentales de su entorno y realidad, sino también una serie de preocupaciones e intereses sociales que los llevaría a criticar duramente las decisiones de los gobiernos de la época. Entonces se desataría la subversión y así la represión institucional para acallar estas voces precoces. Definitivamente no es este el panorama de la juventud puertorriqueña de hoy, y esto es quizás parte de la razón por la que los movimientos estudiantiles del nuevo siglo no son tan apasionados y protagónicos en la comunidad internacional. No es que nuestro espacio está vacante, es que simplemente no tenemos silla. También es verdad que por estos días la gran mayoría de los estudiantes universitarios tienen uno o dos trabajos y que la vida laboral no deja espacio ni tiempo para debates ideológicos y mucho menos para la protesta, pero igual no deja de ser válida la pregunta: ¿cómo es posible que en el momento histórico en el que nos encontramos, en el que se están tomando grandes decisiones de gobierno que afectan, no sólo indirecta, sino directamente el presente y el futuro de todos los puertorriqueños; no haya manifestaciones resaltantes, a favor o en contra, comandadas por nuestra juventud? ¿Tan calladas están las conciencias y las inquietudes de nuestros jóvenes que la apatía y el tedio son superiores a todo impulso de rebeldía y protesta? En el Día Internacional de la Juventud, en medio de cientos de despidos; frente a cortes en los espacios de información y fiscalización al Gobierno; ante una crisis económica, otra de salud y agobiados por los desalojos a comunidades, una única pregunta se repite nuevamente en mi mente: ¿dónde está la juventud puertorriqueña?