Desde joven, desarrolló su inquietud por conocer más sobre los faros, esas torres altas en las costas de la Isla que iluminan a los navegantes. Sin embargo, no fue hasta hace poco más de un año que decidió adentrarse en el mundo de estas edificaciones y poner en marcha su investigación en el tema. Se trata del doctor José A. Mari Mutt, catedrático del Departamento de Biología del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quien recientemente culminó su publicación electrónica Faros de Puerto Rico. El libro es un compendio de la historia, las características, las funciones y la ubicación de los 18 faros que se construyeron en la Isla, de los cuales aún perduran 16. “Fue un periodo bien intenso, es decir, fueron entre 10 meses y un año, muchas horas semanales dedicadas a este tipo de trabajo porque algunos faros, los que están aquí en Puerto Rico son relativamente fáciles de visitar y uno puede ir más de una vez si quiere, pero hay algunos que son más difíciles como el de Caja de Muertos, los faros de Vieques, de Culebrita, que toma más tiempo hacer los planes del viaje”, relató el autor. Mari Mutt destacó que uno de los datos más particulares sobre estas edificaciones es la diferencia en la forma en que fueron construidas por los españoles y por los norteamericanos después de 1898, que se refleja en la manera en que se han conservado. “En el caso de los faros españoles, la torre del faro siempre estaba integrada a la estructura que era una casa y se hacía todo del mismo material. En el caso de los faros norteamericanos, como el de Rincón, pues la torre se hizo de concreto para que durara muchísimos años, pero la casa de las personas que iban a estar a cargo, se hizo de madera y zinc, despegada del faro, y como consecuencia de esa diferencia, esa casa desapareció hace mucho tiempo”, indicó. Agregó que otras construcciones que no eran de madera también se vieron afectadas por fenómenos de la naturaleza. Ese fue el caso de las famosas Ruinas de Aguadilla, un atractivo de esa ciudad que muchas personas visitan, pero desconocen que pertenece al primer Faro de Aguadilla, construido por los españoles y destruido por el terremoto de 1918. “El primer faro que se hizo fue en el 1893 y funcionó hasta 1918, pero en esa fecha hubo un terremoto grande en el oeste de Puerto Rico y dañó el faro lo suficiente como para considerarlo inseguro para vivir. Continuaron usando la torre con la luz, pero hicieron una casa para el torrero cerca y solicitaron fondos para hacer un faro nuevo que es del 1921. Desafortunadamente, cuando lo terminaron, destruyeron el otro y es por esa razón que no se conserva absolutamente nada de ese primer faro”.
Precisamente, el autor considera que uno de los aspectos más impactantes de su investigación es el deterioro en el que se encuentran en la actualidad algunas de estas edificaciones históricas. Por un lado, reveló que muchos faros están en excelentes condiciones y se utilizan bajo la administración de municipios o entidades privadas. No obstante, otros no han corrido con la misma suerte. “La situación triste de muchos otros faros que también tenemos es que están cerrados, están en pésimas condiciones, prácticamente en ruinas y yo intereso que este trabajo cree conciencia en ese sentido. Todos los faros son bonitos, todos están en lugares preciosos y todos merecen conservarse”, reiteró. El investigador aseguró que faros como los de Fajardo, Cabo Rojo, Maunabo, Arecibo y El Morro, en San Juan, cuentan con instalaciones turísticas y con el personal adiestrado que pueden proveer información a sus visitantes. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.uprm.edu/news/articles/as2009121.html