Evidencia fósil sugiere que hace millones de años varias especies de vacas marinas compartían el mismo hábitat pero no competían entre sí.
Hace unos 50 millones de años, un ancestro del elefante y un ancestro del hipopótamo cambiaron su hábitat terrestre por uno anfibio y, eventualmente, escogieron un hábitat completamente acuático. El medioambiente y la genética transformaron a sus descendientes en manatíes, delfines y ballenas.
En el presente, existen cuatro especies de vacas marinas, el manatí caribeño (Trichechus manatus), el manatí africano (Trichechus senegalensis), el manatí amazónico (Trichechus inunguis) y el dugongo (Dugong dugon), que vive en el Océano Índico y Oceanía. Aunque cada una de las cuatro especies de vaca marina vive en una parte del mundo distinta, todas tienen un cuerpo parecido, se alimentan de gramas o pastos marinos, y prefieren las aguas tibias y no muy profundas.
Los paleontólogos, los científicos que estudian los fósiles, han descubierto que diferentes especies de vacas marinas compartían la misma zona geográfica tan recientemente como hace 5 millones de años. Esta información lleva a la conclusión de que tener un manatí por cada región geográfica es un fenómeno no muy antiguo.
Investigar cómo varias especies de manatí pudieron sobrevivir en el mismo hábitat sin competir entre sí y por qué no lo hacen en el presente es el trabajo de un grupo de científicos bajo el liderato del candidato doctoral boricua Jorge Vélez Juarbe de la Universidad Howard en Washington, D. C. Basado en estudios previos, se cree que cuando hay varias especies similares compartiendo un mismo hábitat, cada especie tiene su propio nicho ecológico. Por ejemplo, estas especies se alimentan de cosas diferentes o viven en sitios distintos. Vélez Juarbe intuyó que algo similar pasaba con las especies de vaca marinas antiguas. Una manera de comprobar esta hipótesis es comparar los fósiles de diferentes especies y ver si existe alguna diferencia.
El grupo de científicos decidió estudiar tres especies de fósiles que vivieron en Estados Unidos (Florida) entre 23-28 millones de años, otras tres especies de manatí que vivieron en India hace 20-23 millones de años, y otro trío de fósiles de México de 4-5 millones de años de antigüedad. Estos nueve fósiles se analizaron detalladamente para encontrar diferencias que indicarían sus patrones alimenticios.
La forma y tamaño de los colmillos se estudió primero. Los manatíes con colmillos grandes podían desenterrar los tallos de gramas marinas más grandes, mientras que aquellos con colmillos pequeños sólo podían alimentarse de tallos pequeños. Otra variable bajo estudio fue la orientación de la boca. Algunos manatíes tienen la boca más abajo de lo normal para alimentarse de gramas marinas cercanas al fondo, mientras que otros manatíes tienen la boca en otra posición y sugiere otra forma de alimentación. El tamaño de los manatíes también se midió ya que los manatíes pequeños y medianos suelen alimentarse en las aguas más llanas, mientras que los grandes pueden alimentarse de algas profundas.
Vélez Juarbe y su grupo confirmaron que cada trío de fósiles tiene una combinación única de características y, por consiguiente, un tipo de alimento principal. Por ejemplo, de los fósiles de la Florida, uno era mediano en tamaño y mediano de colmillos, otro era mediano en tamaño pero de colmillos pequeños y el tercero era grande de tamaño y colmillos. Todos los manatíes de la India tenían colmillos grandes pero su forma era distinta, además de haber variaciones en el tamaño y la desviación de la boca. De los tres fósiles de México, uno era mediano y dos eran grandes, pero con colmillos de diferente forma y función.
El hecho de que ninguno de los tres manatíes en cada zona geográfica era igual a los demás comprueba que estaban adaptados para comer en lugares distintos (aguas de poca o mediana profundidad) y comían distintos tamaños y especies de gramas marinas, así que podían convivir pacíficamente sin estar peleando por la misma comida.
¿Por qué entonces hoy en día sólo hay una especie de manatí en cada hábitat? Los científicos creen que en el pasado había más diversidad en especies y tamaño en las algas disponibles para los manatíes. Sin embargo, cambios en la circulación o nivel del mar y en la temperatura global pudieron haber afectado la variedad y cantidad de las gramas marinas. Un posible responsable pudo ser que procesos geológicos elevaron a América Central, cerrando así la conexión entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Con sólo cuatro especies de vaca marina, y todas ellas en la categoría de especies amenazadas o vulnerables, es importante continuar estudiando a estos organismos y su hábitat para evitar que se extingan. Sería terrible para la biósfera perder otra especie de manatí, como le pasó al manatí de Steller (Hydrodamalis gigas). Este animal marino fue descubierto en el 1741 y ya para el 1770 todos habían sido cazados y borrados de la faz del planeta para siempre.
Fuente Ciencia PR