Con sus botas de seguridad, gafas bien apretaditas y bata de laboratorio bordada con un “Dr. Bonilla” en su parte izquierda, Felipe camina junto a la universitaria Juliana Bonilla Lugo. Quien lo ve, fácilmente podría confundirlo con un gigante peluche por su melena rizada, negra y blanca, y su sereno ser. Este ‘científico de cuatro patas’ siempre cautiva los corazones de quienes transitan por los laboratorios de la Facultad de Ciencias Naturales.
‘Pipe’, apodo que le tienen de cariño, es el can de servicio de Juliana Bonilla Lugo, una joven de tercer año del bachillerato de Química en la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras (UPRRP). Juliana padece de Ataxia de Friedriech, una condición neurodegenerativa que causa, en quienes la padecen, una pérdida progresiva de muchas de las funciones necesarias para una autonomía personal. Sin embargo, para la joven risueña, quien siempre está en compañía de su amigo fiel, esto no representa una limitación.
“Desde pequeña siempre quise un Labradoddle”. Pipe, es lo mejor que me ha pasado y llegó en el momento preciso”, expresó. La estudiante indicó que fue su mamá, quien le comentó de la posibilidad de ser una candidata a portar un can de servicio.
No obstante, encontrar a Pipe, fue una ardua búsqueda de candidatos, ya que no existen muchos criadores especializados en canes de servicio en la Isla. Fue ella quien contactó en un impulso a una criadora de Labradoodles de servicio, para solicitar uno de los perros de su más reciente camada. Después de un año de entrenamiento en Carolina del Norte, finalmente Felipe llegó a los brazos de la joven y, desde ese día, son inseparables.
El can, la acompaña y asiste en todas sus tareas diarias, desde ir a los laboratorios de química hasta prenderle y apagarle luces en su casa. Según Juliana, el proceso de adaptación fue uno muy ligero. La joven diariamente cuida por su perro y le refuerza a base de galletitas las lecciones que este había aprendido cuando era un cachorro.
Comentó, sin embargo, que su mayor reto está cuando sale con el perro a la calle. “Muchas personas no están lo suficientemente educadas para tratar un can de servicio”, expresó la estudiante. “Cada vez que salimos las personas se le tiran encima a tocarlo y jugar con él, cosas que no se pueden hacer con un perro como Pipe”, añadió.
En Puerto Rico, no existe política pública que fomente la educación respecto a los perros de servicio. Según el Título II y el Título III de la American Dissabilities Act (ADA), está prohibido tocar, silbar o distraer a un animal de servicio, ya que esto lo podría distraer causándole un accidente a la persona con diversidad funcional.
“La Ataxia de Friedriech afecta las neuronas, pero gracias a Dios no la inteligencia”, manifiesta Juliana entre carcajadas. La joven cuenta que su primer encuentro con la química fue tomando una clase de Química Analítica mientras cursaba su bachillerato de Ingeniera Química en la UPR en Bayamón.
Se enamoró tanto de la materia que decidió entonces cambiarse al recinto riopedrense para estudiarla de lleno. Su meta es ser una investigadora en el campo de la Física-Química o Química Computacional, y por el momento se enfoca en buscar oportunidades de investigación es estos campos.
Juliana atribuye su motivación a sus padres, mentores, profesores, compañeros y en especial a Felipe, que la han ayudado a través de su vida a superar cada paso y a crecer como persona.
La llegada de ‘Pipe’ al lab: Un abrazo a la diversidad funcional
“La llegada de Juliana y Pipe nos ha unido más como grupo y nos ha enseñado a ser más inclusivos en el departamento”, dijo la asistente de laboratorio de Juliana, Ámbar Alsina Sánchez. Expresó que tener a Felipe en su curso ha sido una experiencia muy gratificadora y educacional, porque es la primera vez, en sus dos años como asistente, que trata con un can de servicio.
Por su parte, la doctora Ingrid Montes González, profesora de Juliana, indicó que la primera vez que vio a Felipe quedó enamorada de él. Fue en ese momento que -en diálogo con la mamá de la joven y los entrenadores del perro-, acordaron el acomodo de este en los salones y laboratorios.
“A principio estaba preocupada porque el aspecto de seguridad en los laboratorios es uno primordial para mí”, comentó la profesora. “Sin embargo, llegamos a un acuerdo y ahora Pipe utiliza botitas y gafas de seguridad, junto a su bata. Además, lo mantenemos lejos de sustancias reactivas en un ‘mat’ que le ponemos en el piso. En fin, es de los mejores estudiantes que he tenido”, añadió.
Para Montes González, la integración de Juliana y Felipe ha sido una nueva oportunidad para abrazar las diferencias y celebrarlas. Según la investigadora, siempre hay una oportunidad para comenzar a resaltar la inclusividad entre comunidades, por lo que espera que esta historia le sirva a la comunidad universitaria [para abrir] más espacios para las personas que necesiten asistencia y apoyo de alguno de estos animales.
En fin, “Juliana es una estudiante brillante y perseverante, nada la detiene. Siempre esta risueña y motivada a aprender más”, expresó la profesora.